Hace un tiempo me bajé la lista de los últimos veinte años de Premios Pulitzer, y me hice el firme propósito de tratar de leerlos poco a poco. Yo, que he sido tan antiyanki, convencido al fin de que el honorable jurado sabía honrar la literatura como en ningún otro lugar, que ya ni el Goncourt merece a veces el debido respeto.
Supongo que así fue como llegue a El huérfano, y, a medida que iba avanzando en el libro volví a comprobar si efectivamente le habían dado el premio, porque después de un comienzo prometedor se me estaba haciendo un inmenso l a d r i l l o.
Como seguía avanzando y aumentaba mi perplejidad, a punto de acabar el libro me hice un recorrido por críticos y blogueros , que definitivamente, deshaciéndose en alabanzas al premiado, me tienen convencido de que soy un analfabeto supremo y que no debo de ir más allá de Corín Tellado. Una obra a la altura de 1984 o Un mundo feliz y yo con estos pelos. ¡Hay que joderse!
Bueno, sobre gustos no hay nada escrito. No me meto con la veracidad histórica del relato de la vida de Jun Do en la muy vigilada Corea del Norte de Jim-Il-Kim-Chon o cómo quiera que se llamen porque yo no soy capaz de distinguir quién es el hijo y quien el padre o el abuelo. No sé cuánto de fiable es la documentación, porque da un poco la impresión que hay métodos de tortura que allí relata que creo que no estaban ni inventados antes de escribir el libro.
Pero la literatura es creación y todo se le perdona. Si el libro fuese bueno, y no pareciese un panfleto más ocupado en listar las barbaridades sin cuento de un régimen infumable que en contar una historia y contarla bien.
Al final, y afortunadamente, descubrí este comentario de Luis Matías López en el diario Público. Mi alma gemela, al menos dos personas en este mundo pensamos lo mismo. Gracias.