Revista Expatriados
A partir de 1570 se produjo un cambio de calado en la estrategia colonial portuguesa, que posiblemente se debiera a la creciente influencia española sobre la Corte de Lisboa. Hasta entonces la empresa colonial portuguesa había sido esencialmente marítima y comercial. Había buscado esencialmente establecer unos cuantos enclaves estratégicos desde los cuales controlar las rutas marítimas. A partir de 1570 los portugueses comenzaron a interesarse por la expansión territorial. Hubo un intento de reformar el denominado Estado da India, dividiéndolo en tres circunscripciones: una para la costa oriental de Áfrca, otra para la India propiamente dicha y la tercera para Malacca. Esta división hubiera sido el punto de partida para una política de expansión territorial más agresiva. La división no funcionó a causa de la oposición del gobernador de Goa Antao de Noronha primero y después a causa de la muerte del Rey Don Sebastián que la había promovido. Aunque la división administrativa del Estado da India no prosperase, la idea de la expansión territorial permaneció. En 1571 hubo una expedición fallida al interior de Mozambique, que fue seguida de otras dos en 1575 y 1577, en las que los portugueses apenas consiguieron otra cosa que cadáveres y picaduras de mosquitos. En 1581, con la unión de las dos coronas, se avanzaron planes para utilizar Malacca como plataforma para la conquista de Pattani y de Ayuthaya. Si la expedición del gobernador de Manila Pérez Dasmariñas no se hubiese abortado por la rebelión de los galeotes chinos, tal vez esos planes se habrían puesto en práctica, quién sabe con qué resultados. El aventurero Diogo Veloso, animado por los aires de conquista que se respiraban en el Asia portuguesa, fue uno de los inspiradores de la breve conquista de Camboya por un grupo de españoles. A finales del siglo XVI otro aventurero, Filipe de Brito, consiguió enseñorearse de la fortaleza de Syriam en la costa birmana y durante unos años proporcionó al Estado da India una base en el norte de la Bahía de Bengala. La falta de finura diplomática y de tacto a la hora de tratar con las religiones autóctonas le acabarían alienando las simpatías de la población local, que harta le acabó metiendo un palo por el culo en 1613 (literal), poniendo fin a la aventura. De todo ese frenesí conquistador, lo único realmente duradero sería la conquista de Sri Lanka, donde poseían desde 1517la fortaleza de Colombo. A partir de 1540 los portugueses comenzaron a inmiscuirse en los asuntos de Kotte, uno de los tres reinos en los que estaba dividida la isla. A base de intrigas, fuerza militar y falta de escrúpulos, para finales del siglo XVI habían conseguido conquistar la mayor parte de la isla. A partir de comienzos del siglo XVII comienza el declive del imperio portugués en Asia. Las causas de este declive fueron esencialmente externas: la irrupción de los holandeses y los ingleses y los cambios geopolíticos en Asia. Empecemos por los segundos. El imperio mogol, que alcanzó su cénit en las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del XVII, consiguió controlar las rutas comerciales terrestres que unían el golfo de Bengala con el Mar Arábigo y con la ruta levantina. Aunque portugueses y mogoles compartían una serie de intereses comunes, comenzando por la tirria que ambos les tenían a los otomanos, el caso es que desde finales del siglo XVI los portugueses vieron en los mogoles una suerte de espada de Damocles: todo iría bien mientras los mogoles no se interesasen por el sur de la India, porque el día que lo hicieran… Otra fuente de inquietud fueron las relaciones con la Persia safavida. En 1587 ascendió al trono el Shah Abbas I, que fortaleció militarmente el imperio y fue menos condescendiente que sus predecesores con la presencia portuguesa en Ormuz. El Shah Abbas reorientó la economía persa hacia el comercio y encontró que los portugueses eran un incordio considerable. Los desencuentros entre persas y portugueses fueron in crescendo y culminarían con la conquista de Ormuz por los persas en 1622. Tan grave como la pérdida de Ormuz fue la de Syriam nueve años antes, ya que privó a los portugueses de un punto clave a partir del cual controlar las rutas comerciales en el golfo de Bengala. También en el Extremo Oriente las cosas empezaron a torcerse. El unificador de Japón, Toyotomi Hideyoshi, ya había encontrado a los jesuitas bastante entrometidos y en la década de los ochenta del siglo XVI había adoptado las primeras disposiciones anticristianas. Los señores cristianizados tendieron a pasárselas por el forro y hubo bastante vista gorda; sin embargo, eran un indicio de lo que estaba por venir. Para finales del XVI se difundió entre los gobernantes japoneses una psicosis anti-ibérica y anti-cristiana: sospechaban que portugueses y españoles albergaban designios de apoderarse de Japón y que los misioneros eran su quinta columna. En 1614 el shogun Tokugawa decretó la expulsión de todos los misioneros. En lo sucesivo los portugueses ya no jugarían ningún papel político en Japón e incluso en el terreno comercial se verían ensombrecidos por los holandeses. Los holandeses, por cierto, nunca despertaron la misma inquina que los portugueses, porque nunca trataron de evangelizar. Iban a la pela.Y ahora hablemos de la irrupción de otros europeos en lo que hasta este momento había sido un monopolio portugués. El primer barco inglés en aparecer en aguas asiáticas lo hizo en 1592; el primer navío holandés aparecería cuatro años después. Haciendo gala de cierta miopía, los portugueses no se inquietaron excesivamente al principio. Ingleses y holandeses procuraron en los primeros momentos no tener roces con los portugueses. Primero había que reconocer el terreno y establecer las alianzas necesarias. Pronto las cautelas de los inicios desaparecieron. Desde comienzos del siglo XVII los ingleses comenzaron a hacerse presentes en la costa de Gujerat y en el Golfo Pérsico, mientras que los holandeses se iban haciendo fuertes en el archipiélago indonesio y comenzaban a ser un factor a tener en cuenta en el comercio del golfo de Bengala y de la costa de Coromandel. Los portugueses pronto salieron de la inopia inicial y comenzaron a idear maneras de protegerse de los molestos intrusos e incluso de expulsarlos. Una de las ideas que circuló fue la de crear una compañía comercial al estilo de las que ingleses y holandeses habían creado en 1600 y 1602 respectivamente. El proyecto fracasó por falta de capitales y hubo falta de capitales porque los portugueses para 1630 se revelaron incapaces de proteger sus navíos comerciales. La tasa de navíos perdidos era del 33%. De qué poner de los nervios hasta al capitalista más osado. La estrategia diplomático-militar que sobre todo intentó el Virrey Miguel de Noronha, Conde de Linhares, entre 1630 y 1635 no resultó mucho más exitosa. Intentó expulsar a los holandeses de la costa de Coromandel, pero las dos escuadras que mandó fracasaron en su objetivo. Peor todavía, entretanto el gobernador mogol de Bengala arrebató a los portugueses la colonia que allí tenían de Hughli, que les abastecía de salitre y que les permitía participar en el lucrativo comercio textil de Bengala. Los portugueses reforzaron sus fuertes en la parte oriental de Ceilán para precaverse de las incursiones holandesas, que solían actuar en colusión con el reino de Kandy, que estaba deseando verse libre de las interferencias portuguesas. A la larga la situación en Ceilán se acabaría haciendo insostenible para los portugueses, que en 1658 terminaron perdiendo la isla. Parte de la poca efectividad militar de los portugueses en aquellos años se debió a que los holandeses llevaron la guerra a su propio terreno. A partir de la segunda mitad de la década de los treinta del siglo XVII los holandeses comenzaron a enviar escuadras contra Goa con el fin de bloquearla e impedirle el comercio y el contacto con Lisboa. Y como a perro flaco todo son pulgas, en 1639 Japón expulsó a los portugueses de sus islas y les prohibió comerciar con ellas y dos años después Holanda les arrebató el importantísimo puerto de Malacca. Para cuando Portugal recuperó su independencia en la década de los cuarenta del siglo XVII, el Estado da India se asemejaba a una hermosa mansión señorial completamente en ruinas. Había perdido bases tan importantes como Ormuz, Hughli y Malacca; la red comercial Malacca-Macao-Nagasaki-Macassar-Manila estaba completamente desmantelada y no era recuperable; Oman había aparecido como una potencia comercial rival en el Índico occidental; el conflicto con los holandeses, que no terminaría hasta 1669, ya había comenzado a poner en peligro sus intereses en Cochin, Ceilán, Malabar y la costa de Kanara. A la larga los portugueses quedarían expulsados de todos esas regiones.
El último tercio del siglo XVII, una vez firmada la paz con los holandeses, fue el momento de recomponer lo que quedaba del Estado da India. Pero esta historia la dejo para otra entrada.