Revista Cultura y Ocio

El Incesante Goteo

Publicado el 01 noviembre 2014 por Silvana Rimabau @SilEvilsnake
Las autoridades de la ciudad habían sido absolutamente claras y lo expresado en los medios periodísticos y spots de emergencia no dejaba margen a duda alguna: la tormenta que se avecinaba era colosal y por tal motivo, los ciudadanos debían, mantener las mascotas a buen recaudo, asegurar objetos en los balcones –ya sean macetas, sillas, etc.- que pudieran caer por causa del viento y por sobre todas las cosas, ser cautelosos y no deambular por las calles bajo ningún punto de vista.

El extremo calor que se había instalado durante los últimos tres días, había hecho casi imposible circular por las calles con normalidad; incluso respirar había sido costoso ya que el aire caliente sofocaba sin piedad. La marca de cuarenta y cinco grados –habiendo superado ampliamente los registros mas altos de los últimos cincuenta años-, conjugada con la humedad al ciento por ciento y vientos del norte, auguraba el final bien conocido por todos: tormentas, viento, rayos y la garantía de granizo de mediano tamaño.

La casa estaba sumida en las penumbras y el volumen del televisor estaba muy alto. Sin embargo las voces que emergían eran apenas audibles ya que afuera la naturaleza se preparaba para descargar toda su furia. Los relámpagos surcaban el cielo y con cada trueno los vidrios vibraban, amenazando quebrarse y dejar las ventanas cual marcos desolados y apocalípticos; el viento zumbaba y azotaba todo a su paso, arrancando cables y llevándose consigo hojas, flores, papeles y alguna que otra prenda de vestir olvidada en algún tender. Sin embargo, la lluvia aun no daba señales de aparecer prontamente… parecía que jugaba con la ansiedad de los humanos y se hacia desear, pavoneándose escondida en la majestuosidad de las negras nubes que la noche no permitía vislumbrar en detalle.

Eran las doce de la noche y ella dormía profundamente en el sillón, tras ocho largas horas de trabajo –sin pausa y tiempo para el almuerzo-, iluminada tan solo con la luz emergente del televisor. Su cuerpo –mas parecido a un muñeco de trapo que a un ser vivo- yacía laxo con un mínimo de movimiento en su pecho y párpados y un leve estertor en mano derecha que colgaba libre, a escasos centímetros del suelo. La caja torácica subía y bajaba a un ritmo lento entre respiración y respiración, los globos oculares se movían rápidamente hacia los lados y los dedos de sus manos se estremecían de tanto en tanto.

Ese momento en el cual casi todas las funciones del cuerpo se pausan –tan solo el cerebro, el corazón y los pulmones continúan trabajando- para permitir el descanso y reparación energética que todo ser necesita, es lo mas parecido al momento previo de la muerte… ese momento en el cual, lo mundano se torna mas y mas borroso y el alma se prepara para alejarse de la cárcel de carne y hueso.

Ella deambulaba por un maravilloso sueño; un sueño que la abrazaba y colmaba con todo aquello que en la realidad, rehuía temeroso de su ser, como si ella no fuera digna… y sin importar cuanto luchara. Era como si alguien en las altas esferas del Universo, hubiera decidido entrometerse y manipular los hilos que rigen los logros e infortunios en la vida de los hombres y torcer todos y cada uno de los caminos para que ella sintiera que cada uno de sus pasos la alejaban mas y mas de sus añoranzas y planes.

Mientras ella disfrutaba de ese mundo –completamente ajena a la realidad exterior- un sonido comenzó a resquebrajar lo que allí sucedía, alterando los sucesos y voces que la rodeaban. Se trataba de un golpeteo seco y espaciado que había irrumpido poco a poco desde la lejanía: “tac... tac… tac”. Al principio, confundida, miró en derredor buscando el origen de ese desubicado sonido pero, al ver que no había concordancia con la escena, le restó importancia y retomó el camino en su soñada realidad. Al cabo de un rato, el golpeteo volvió. Pero esta vez, fue mas fuerte, rápido y próximo a ella y no se detuvo mas. “Tac... tac… tac… tac… tac”. Había vuelto para quedarse y arrancarla de una vez por todas de su sueño, forzándola a observar cómo las imágenes de su ficticia felicidad se desvanecían frente a sus incrédulos ojos cual borrascosas diapositivas de otras épocas.

En el preciso instante en el cual una espesa oscuridad la rodeaba y el golpeteo vibraba perniciosamente a su alrededor, despertó invadida por una indescriptible angustia. Respiró hondo y trató de moverse, mas su cuerpo estaba aún demasiado adormilado y no respondía a los comandos de su voluntad. Solo le tomo unos segundos para recordar el sueño y la angustia le dio paso a una súbita rabia enmarcada por la desazón de no poder evitar sentir que había sido arrojada a su patética realidad por un extraño y molesto ruido. Al recordar la razón del despertar y maldecir al mundo entero trato de incorporarse, para encender la lámpara de mesa que tenía al lado del sillón y apagar el televisor. No le importaba en lo mas mínimo la tormenta ya que ella y su pocas posesiones estaban bien resguardadas.

Sin embargo no pudo levantarse ya que el cansancio volvió a recordarle que ella era tan solo un ser humano y que luego de tanto esfuerzo y malestar por el calor en los días previos, la extenuación era total y unas horas de sueño no eran suficientes. Entonces cerró los ojos y se dejó llevar por el adormecimiento que la invadía. Ya estaba por dormirse otra vez, cuando el golpeteo la tomó por sorpresa y esparció espasmos por todo su cuerpo, haciendo restallar un agrio enojo en su interior. Abrió los ojos y aguzó el oído, mas solo escuchó las voces de los periodistas que describían las primeras noticias acerca de la catástrofe que se abatía sobre la ciudad.

Permaneció alerta, a la espera de que el molesto golpeteo retornase, y al momento en que un profundo suspiro emanaba de su pecho –en un vano intento por desechar la nauseabunda sensación que la tenia presa-, lo escucho otra vez. “Tac... tac… tac… tac… tac”. El maldito ruido se había hecho presente y parecía provenir de todos lados al mismo tiempo. Era como si el primer “tac” se arrastrara por toda la casa cabalgando en un sinuoso eco que desesperadamente buscaba llegar a ella… como si se tratara de un presagio que debía llegar a destinatario con premura.

La rabia estalló nuevamente en su interior y olvidándose de los dolores musculares y el cansancio, se levantó del sillón. Al hacerlo, una tenue corriente eléctrica recorrió sus piernas ascendiendo rápidamente hasta su cabeza, y sumiéndola en un eterno mareo que la obligó a alargar su mano hasta el apoyabrazos del sillón para no perder el equilibrio. Luego de unos segundos el malestar desapareció dando paso a una oleada de frío que la arropo cruelmente, calando sus huesos y dejando una marca… como una indescriptible duda. Un grifo mal cerrado?... Una gotera?. Así pues, cruzó la sala de estar tambaleándose y se adentró en la cocina, sintiendo como sus brazos se adormecían rápidamente y el frío –que se había adueñado de sus huesos-, se abría paso a través de los órganos y músculos, para lamer maliciosamente toda su piel. Haciendo caso omiso de la extraña sensación y el temor que comenzaba a corroer su mente -ya que el golpeteo continuaba resonando en toda la casa-, encendió la luz y observó la pileta –con el plato, cubiertos y vaso aún esperando se lavados- y se percató que allí no sucedía nada. El grifo estaba bien cerrado. Entonces, giró sobre sus talones y cruzó nuevamente la sala de estar y pensativa se detuvo en la puerta del baño. Si allí nada goteaba, era mas que obvio que en algún lugar de la casa, se hubiera producido una gotera y no era mucho lo ella que podía hacer en ese momento. Justo en ese instante, cuando sentía que su mundo era tragado por una bizarra dimensión de injusticias, necedad e incompetencia –muy parecido al mundo real, solo que cada detalle de mediocridad e idiosincrasia estaban multiplicados por mil- un ínfimo recuerdo de algo visto –y pasado por alto- en la sala de estar incrementó su malestar. Allí, algo no estaba bien… No podía describirlo, ni sabía donde se encontraba, sin embargo la sola idea de que eso era importante, la lleno de horror. Y por alguna extraña razón –muy dentro de su cabeza- sabía que estaba relacionado con el golpeteo.

Sacudió su cabeza –tratando de deshacerse de este nuevo sentimiento que la hundía mas en un espiral de espanto- encendió la luz y comprobó que tanto la pileta como la ducha estaban perfectas. Alzo la mirada para chequear el techo, pero su ojos le mostraron una borrosa imagen del blanco cuarto. Y el golpeteo continuaba taladrando en su cabeza sin pausa ni piedad y el frío que la envolvía se había hecho intolerable. Parecía que una gruesa capa de hielo la recubría completamente y con cada movimiento que hacia, su densidad aumentaba. Y con el aumento del frío, el terror le abrió paso a un hormigueo en su cerebro sumiéndola en un aletargado estadio de dejadez y cansancio que nada tenían que ver con la vida cotidiana. Esto era algo mas.

Con la visión fuera de foco, el cuerpo entumecido y la mente evaporándose, se percató que el golpeteo ya no era tan fuerte… como así tampoco la televisión, la tormenta y el viento. Los sonidos le llegaban lejanos, ajenos y sin el menor atisbo de importancia. De pronto, la luz intermitente que emitía la pantalla del televisor allanó el camino a su borrosa visión, mostrándole la estática silueta de una mano que colgaba del sillón y que de tanto en tanto se sacudía en leves estertores. En ese instante cayo de rodillas y venciendo todo resquicio de terror, se arrastro lentamente mientras se percataba de una súbita opresión en el pecho que la hundía en un cálido ahogo.

Al llegar al sillón descubrió la razón de todos sus malestares, sensaciones y sonidos que la habían aquejado desde que despertó del sueño. Allí, en el sillón, su cuerpo yacía en los últimos estertores previos a la muerte y el brazo que colgaba, mostraba dos profundos cortes verticales a la altura de la muñeca y desde los cuales el incesante goteo de sangre había creado un denso y extenso charco de sangre.
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