Revista Expatriados

El increible Primer Ministro menguante

Por Tiburciosamsa

Hatoyama llegó al Primer Ministerio en medio de expectativas de que daría un golpe de timón a Japón, después de décadas de gobierno de un Partido Liberal Democrático cada vez más anquilosado. Sí, Hatoyama trajo expectativas de cambio y de risas, éstas últimas gentileza de su mujer Miyuki. En los siete meses que lleva en el poder esas expectativas (las de cambio, no las de las risas) se han desinflado algo, bastante, muchísimo. A este paso Hatoyama lleva camino de asemejarse a los últimos Primeros Ministros salidos del PLD en un aspecto esencial: la fugacidad de su paso por el poder.
Cuando Hatoyama llegó al poder lo que el electorado esperaba de él es que recortase el gasto público en infraestructuras, que al final se traducía en fondos para las grandes empresas a costa del contribuyente, y que ese dinero se trasvasase a los ciudadanos en forma de rebajas de impuestos y subsidios. También se esperaba que reformulase la alianza con EEUU, que a veces parecía el abrazo del oso. Más allá de esas dos esperanzas, había el deseo difuso de que cambiase el modelo político. Pienso que Japón se había parecido a la Italia de comienzos de los 90: el electorado ya estaba harto de la Democracia-Cristiana y llegó un momento en el que estaba dispuesto a votar a cualquiera que le prometiese algo diferente.
El primer palo a la popularidad de Hatoyama llegó en diciembre, cuando se reveló que su madre le había donado el equivalente a casi 14 millones de dólares para su campaña electoral y que los datos de la donación habían sido falsificados para ocultar su origen. Se ve que Hatoyama no quería que se dijese que era un niño de mamá. Ese escándalo coincidió en el tiempo con otro en el que se vio envuelto el Secretario General su partido, Partido Democrático de Japón, Ichiro Ozawa. En el caso de Ozawa se trataba del origen de unos fondos con los que había comprado un solar residencial en Tokio. Ozawa dijo lo habitual que todo había sido un error y que nunca hubo malas intenciones. Siempre me ha sorprendido que ese tipo de errores suelen ser multimillonarios y en contra del Fisco, nunca a favor.
Hatoyama también había prometido que recortaría 32.800 millones de dólares del presupuesto, lo que es mucho prometer. La cifra final del recorte se ha quedado en la cuarta parte de esa cantidad y encima no ha podido suprimir ni el impuesto sobre la gasolina ni los peajes de autopista. Encima sus planes de dar subsidios a los padres han sido criticados, porque aumentarían la deuda pública sin contribuir realmente a la revitalización de la economía. Y para colmo, hay quienes dentro de su propio partido le piden que reniegue de sus promesas electorales y aumente el gasto en infraestructuras.
La situación se puso de tal color que el Ministro de Finanzas Hirohisa Fujii pidió a comienzos de enero la dimisión, alegando cansancio y presión alta. Lo peor es que posiblemente fuese cierto: tenía que lidiar con una situación económica deflacionaria y una deuda pública monstruosa. Y encima su señorito pidiéndole subsidios para las familias y recortes en algunas tasas.
Así las cosas, no me extraña que a Hatoyama se le fuera un poco la olla y del 29 de enero en la reapertura de la Dieta pronunciase uno de los discursos políticos más variopintos que he oído. Su inicio fue: “Quiero proteger la vida de la gente. Este es mi deseo: proteger la vida de la gente. Quiero proteger la vida de los que han nacido, de los que crecen y maduran.” Estas frases son para Superman o para el que inventó la vacuna contra la viruela. En labios de un político quedan un poco ridículas. Que hubiese dicho: “Quiero proteger mi carrera política” y se le habría entendido mucho mejor.
Aunque tal vez sea mejor que no se le entienda demasiado. En una conferencia de prensa reciente dijo: “Ha pasado medio año desde que asumimos el poder. Pienso que todavía tenemos problemas, ya que no tenemos experiencia.” Ese argumento, aunque sea cierto, no debería utilizarse nunca. ¿Se imaginan a un cirujano a punto de operarte del corazón, que te dijera que no te extrañes si sobreviene algún problema porque no tiene experiencia? Hatoyama siguió diciendo en aquella comparecencia: “Pero no debemos girar hacia atrás las manecillas del reloj. Debemos girarlas hacia delante hacia un gran futuro, así que querría pedir al pueblo japonés que nos guíe con paciencia”. Yo entiendo que, siendo el reloj un círculo, tanto si uno mueve las manecillas hacia delante como si las mueve hacia atrás, al final acaba en el mismo sitio. Tal vez estuviera indicando que los japoneses van a terminar tan hartos de él como de cualquier Primer Ministro del Partido Liberal Democrático. En cuanto a lo de que el pueblo japonés les guíe con paciencia, no sé si es una mala traducción. Donde lo he leído, en inglés decía “to guide us with patience”. Con otro pensaría que un traductor incompetente ha metido la mano. Con Hatoyama hasta puede que sea eso lo que dijera realmente en japonés.
Si en el terreno económico su desempeño hasta ahora no ha sido muy afortunado, ¿qué hay del otro asunto que generó tantas expectativas entre los votantes japoneses, las relaciones con EEUU? Una buena parte de la opinión pública piensa que Japón va de tercer violín con EEUU y que muchas de las cosas que se acuerdan se hacen en secreto, sin que trasciendan al gran público. La opinión pública esperaba de Hatoyama una postura más enérgica y más transparente frente a EEUU y unas relaciones internacionales más equilibradas, no tan escoradas hacia el amigo norteamericano.
La opinión pública es como una mujer caprichosa que te pide que solicites un aumento de sueldo porque quiere renovar la cocina, justo en el momento en el que la empresa está haciendo una regulación de empleo. Y los políticos son como ese marido incapaz de decir que no. Hatoyama ha tratado de lograr la cuadratura del círculo: satisfacer a la opinión pública y mantener la estrecha alianza con EEUU, al tiempo que le decía que no a algunas cosas y que les hacía ojitos a sus vecinos asiáticos. Es la fórmula ideal para cabrear a todos y no lograr nada.
Hatoyama empezó con un gesto simbólico: poner fin a la misión de abastecimiento de combustible a los barcos norteamericanos que apoyan a las tropas en Afghanistán. Pero, para compensar, ofreció inmediatamente 5.000 millones de dólares en ayuda civil para la reconstrucción del país. No obstante, no es ése el tema que más preocupa a los japoneses con respecto a EEUU. Lo que les encorajina es la cuestión de la reubicación de la base aérea que tienen los marines en Futenma. Existe un acuerdo de 2006 por el que Japón se compromete a trasladar la base a una parte menos habitada de Okinawa, pero muchos Japoneses lo que quieren directamente es que se vayan. Hasta el Partido Liberal Demócrata que fue el que firmó el acuerdo de 2006 ahora se manifiesta porque la base se cierre simple y llanamente.
En estos momentos el índice de aprobación de Hatoyama está en el 24% si sigue bajando. Los analistas auguran que si para finales de mayo no ha conseguido una solución satisfactoria para la cuestión de la base de Futenma, es posible que Hatoyama para cumplir con su deseo de proteger la vida tenga que hacerse bombero o enfermero, porque ya no va a poder como Primer Ministro.

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