Cuando hablamos de malentendidos entre polacos y españoles generalmente nos referimos a malinterpretar lo que el otro dice, por problemas de idioma o por comportarse de una manera inadecuada a la cultura local, como que un polaco se siente a la mesa y empiece a comer sin esperar a que el anfitrión haya empezado o que un español de dos besos a una mujer que le acaban de presentar.
Hay malentendidos que son de una naturaleza mucho más sutil, pero de consecuencias mucho más dramáticas, precisamente porque sus causas son imperceptibles. Se trata de los malentendidos relacionados con el lenguaje del cuerpo.
Y es que hay influencias culturales en la forma de expresarse sin palabras.
La más importante es la cantidad de cosas que se expresan con el cuerpo. Para los españoles (y latinos en general) si hay una contradicción entre lo que se dice de boca y lo que dice el cuerpo haremos caso omiso de lo que oímos y creeremos solo lo que vemos, pero los polacos, en general, hacen lo contrario.
Recuerdo los patéticos intentos de un amigo español intentando salir con una polaca que le daba cada vez una excusa diferente. Yo le decía que no siguiera intentándolo y él insistía en que sólo estaba haciéndose la difícil. Yo le expliqué que las polacas no se hacen las difíciles. Si les interesas salen contigo y si no, no. Pero no había manera. Tras observar uno de aquellos tristes intentos comprendí la razón de su insistencia. La chica sólo decía que no de palabra, mientras que su cuerpo parecía mostrar neutralidad. Una neutralidad que si uno está cegado por el deseo o el amor ve como un 'sí, pero todavía no'. Se lo expliqué y no me creyó. Al final la chica cedió y, de hecho se hicieron novios. No es que yo me equivocara, la chica de verdad no quería salir con él. Simplemente decidió que cedería una vez, sería antipática y así se le iría de la cabeza la idea de salir con ella, pero los planes no le salieron como esperaba…
Una amiga mía, esta vez polaca me explicaba que no sabía qué hacer para quitarse de encima a un español muy pesado. Entonces le expliqué que no bastan las palabras, hay que mostrar desinterés físico. Ella me contestó que tenía miedo de ser grosera porque en realidad el chico le caía bien. Se me puso la carne de gallina. No hay cosa que más odie un chico que la chica por la que pierde los sesos le prefiera como amigo, pero bueno, no era yo, así que podía ayudar a mi amiga (y traicionar a la hermandad de los hombres).
La diferencia básica se puede ver en una fiesta polaca y una española. En la polaca el anfitrión saca un pastel y corta partes iguales para cada invitado. En la española el anfitrión saca el pastel y cada uno se corta lo que cree que le corresponde. A los polacos les gusta que los límites estén bien definidos, como con el pastel, y eso sólo se puede hacer de palabra. A los españoles nos gusta definir los límites dependiendo de la situación y las emociones que sentimos o percibimos, y las emociones no se expresan bien de palabra, por eso cortamos el pastel pensando en lo que queremos comer nosotros y lo que quedará para los demás.
No todas las diferencias importantes tienen que ver con las relaciones de pareja, pero sin duda es dónde más importan.
Hay otros muchos otros gestos que inducen a confusión, aunque generalmente tiene gracia. Algunos ejemplos:
- Alguien se da golpecitos en la frente con la yema del índice mientras te mira con los ojos abiertos y la boca entreabierta. Te está diciendo que estás loco (lo de la boca abierta es para imitar a un bobo)
- Alguien te habla de otra persona, sonríe y con la mano se da algo que parece la imitación de un golpe de karate en su propio cuello. La primera impresión es que te dice que le gustaría matar a esa persona pero no, te está diciendo que es un borracho.
- (Generalmente una mujer) Te mira sonriendo y cierra los dos ojos en un guiño rápido mientras mueve la cabeza como diciendo sí. ¿Le pasa algo raro en los ojos? No, está pidiéndote que estés de acuerdo con ella.
Probablemente falte en este texto el punto de vista femenino pero tras consultarlo con una compañera no fue capaz de decirme algo que no entendiera del lenguaje corporal de los polacos. Quizás sea porque yo soy muy observador o quizás porque las mujeres españolas tienen un sentido súper desarrollado para comprender todo tipo de señales no verbales y es prácticamente imposible que malinterpreten algo, o quizás debiera haber preguntado más. Siempre queda la oportunidad de escribir en la ventana de contestaciones que hay debajo de este post.
Y ahora, hablando de mis dotes observadoras y de la importancia del lenguaje corporal voy a confesar algo que me remuerde la conciencia.
Esto ocurrió hace un mes, en un autobús casi vacío. Me había sentado en los asientos donde hay más espacio, en esos en los que dos pasajeros se sientan frente a otros dos. En una parada se subió una rubia preciosa, se sentó junto a mí y cruzó las piernas dejando ver unas formas muy llamativas.
Cuando vi su cara estaba mirando por la ventana, tenía una expresión de profundísima tristeza. La seguí observando y nuestros ojos se encontraron. Entonces ella bajó la mirada. No podía quitarle el ojo de encima, y no sabía por qué. No era tan guapa pero había algo inusual. Entonces lo comprendí. La chica no estaba triste. Tenía los labios curvados en forma de media luna, con las comisuras hacia abajo. Tenía una expresión de tristeza extrema pero el resto de sus facciones no acompañaban aquel gesto. Era como el absoluto contrario de la sonrisa perfecta. Me refiero a la sonrisa falsa que se puede reconocer porque no la acompañan las patas de gallo a los lados de los ojos ni las arrugillas de las comisuras de los labios.
Ella se dio cuenta y comenzó a enderezar su boca. Hacía gestos extraños como elevar una comisura mientras la otra permanecía abajo para luego intentarlo con la otra y finalmente, en un esfuerzo titánico intentar formar con los labios una línea recta.
Yo sabía perfectamente que estaba torturándola, le estaba haciendo pasar un suplicio y me sentía culpable. Me sentía espantosamente culpable pero el espectáculo era hipnótico. Hubiera querido pedirle perdón pero ¿cómo hacerlo sin insultarla aún más?, hubiera querido mirar para otro lado pero no podía, sus esfuerzos me fascinaban. Finalmente se bajó del autobús. Quién sabe si aquella realmente era su parada.