El
siguiente relato es Lélé de Edwidge
Danticat, en él nos encontramos a unas hermanas que se encuentran frente a un
río en una casa muy antigua, de sus padres, allí ambas se encuentran tratando
de solucionar los problemas que ocasiona el lugar; tener cuidado con las
inundaciones que sufre el rio, la extrañas muertes de las ranas que explotan o
el embarazó de la mujer que da nombre a esta narración. Un relato que nos
adentra en Léogâne, un pequeño pueblo situado en Haití. En el que nos
encontramos con unas hermanas cada una tratando de ayudar a la otra, de manera
diferente, además de crítico con la justicia (pues el padre de ambas era juez
de paz) y la narradora es abogada encargada de los casos más comunes del lugar,
todo ello en un ambiente cargado y hostil parece predecir una desdicha.
Extractos:
«Sin duda esto es señal de que va a
ocurrir algo terrible», me dijo Lélé, ambos sentados en la galería del piso
superior de la casa de mis padres una noche particularmente sofocante. Aunque
mi padre, antiguo juez de paz de la ciudad de Léogâne, había muerto más de diez
años atrás y mi madre cinco años antes que él, nunca he podido dejar de pensar
en el lugar que yo, y ahora mi hermana, llamaba hogar como si fuera de ellos.
La fachada de casa de muñecas de nuestra vivienda de madera había sido
meticulosamente bosquejada por papa, que pasaba sus veladas después de trabajar
poniendo al día y revisando cada detalle conforme su casa se construía desde
los cimientos. Él y maman habían ido a la capital para adquirir el metal ondulado
y las celosías ribeteadas, un trayecto que por entonces, antes de que
naciéramos mi hermana y yo, suponía varias horas atroces en una vieja furgoneta
heredada de mi abuelo medio francés, el anterior juez de paz. La carcasa de la
furgoneta seguía por ahí en alguna parte entre las docenas de almendros que
salpicaban nuestras tres hectáreas, su motor antaño atronador oxidándose medio
enterrado, como el desatendido monumento conmemorativo que era.
Magda Mandela de Hari Kunzru nos cuenta la historia de una mujer,
fuerte, independiente (en alguna medida) que se ocupa de vivir en un barrio
humilde y en el que sus amores van y vienen junto, en algunos casos, la
policía. Una narración intensa, sincera sobre aquellas personas que se pierden
y que tratan de vivir otro día con poco o nada.
Extractos:
No comprenden a qué se enfrentan.
Magda es la hija de Nelson Mandela, uno de los grandes líderes mundiales y
salvador de su país. ¿Es que esos necios con chaquetas fosforescentes no ven el
parecido? Lo tienen delante de las narices. Por si albergaban alguna duda, LA
MÁS MÍNIMA DUDA, ella se lo dice, basta con que consulten la autobiografía El
largo camino hacia la libertad. ¡Que lean la autobiografía! ¡Que lean las
páginas 37 y 475! Entonces verán. ENTONCES LO SABRÁN.
El
siguiente relato El monstruo de Toby
Litt nos muestra el mundo desde una mirada atípica, que trata de analizar y
avanzar en un mundo de frutas, árboles y el sol, el protagonista es un monstruo
que está descubriendo el lugar en el que vive, junto con sus iguales. Una
narración sencilla pero muy efectiva, escrita desde una tercera persona que
describe los actos de un gran ser, sus curiosidades, miedos y todo aquello que
pueda llamar la atención al protagonista.
Extractos:
El monstruo no sabía qué clase de
monstruo era e incluso, de vez en cuando, si era siquiera un monstruo. Había
vivido durante lo que le parecía mucho tiempo sin espejos, que no existían, ni
charcos, que evitaba de manera instintiva. Había otros monstruos en la
creación, o el monstruo daba por sentado que los había (no filosofaba acerca de
la naturaleza de la monstruosidad; todos podían ser monstruos, sin una norma de
la que desviarse), y, si se lo hubiera preguntado, esos otros monstruos
probablemente lo habrían descrito sirviéndose de las escasas palabras y
conceptos de que disponían: monstruo, creación, sol, árbol, fruta, excremento,
bueno, malo, arriba y abajo.
En
Nigora de Adam Thirlwell nos
encontramos con las listas, los pensamientos o los gustos de su protagonista,
todo ello entre sus vivencias y sus reflexiones sobre el amor además de
comparar la vida con las películas de tono romántico, una constante es Historias de Filadelfia, en la que se
confronta su relación con su marido del cual también sabremos sus problemas y
preocupaciones junto a Nigora. Una narración que define la vida, el amor y que
muestra una reflexión sobre la búsqueda de la felicidad en los mayores sentidos
posibles en las relaciones personales.
Extractos:
Su madre dejaba de hablarles a ella
y su padre durante dos semanas. Se negaba a dirigirse a su hija delante de las
madres en su colegio. Tenía dos trabajos: uno de profesora en la universidad,
de Arqueología Clásica, y el otro de
lectora para un editor especializado en historia antigua. Y esos trabajos, como
le recordaba su hija, la cansaban. La agotaban, decía.
De niña, Nigora siempre se
identificaba con los personajes secundarios. Siempre se compadecía de los
rechazados, los marginados, los humildes.
Rhoda de Jonathan Safran Foer nos encontramos en el
monologo de una abuela que cuenta desde cómo se sentía de pequeña al ver por
primera vez a un negro hasta las vivencias en un barrio humilde pasando por los
consejos y órdenes. Un relato breve pero original.
Extractos:
Toma una galletita, te sentará
bien. ¿Sabes cuál es tu problema? Tu problema es que tu mujer es un poquito
demasiado inteligente, si me permites decirlo así. Espero que no te moleste. No
estoy diciendo que deberías estar casado con alguien ignorante, que es lo que
me pasó a mí. Lo único que digo es que como compañera para toda la vida es
mejor tener una mujer poco inteligente. Sé lo que me digo. Ella no te alimenta
porque es demasiado inteligente. Pero no es asunto mío.
El
siguiente es Soleil de Vendela Vida
que trata sobre la historia de dos adolescentes y su relación entre ellas y sus
relaciones, este relato es un viaje que nos adentra en una curiosa visión de la
vida, con una protagonista aún más especial que trata de hacer el bien y ser
feliz todo lo posible.
Extractos:
Se sentaron a la barra. Gabrielle
nunca había sido tan consciente de su postura y su edad. Tenía once años.
Llevaba un vestido de pana color lavanda de cuyo cuello colgaban las largas
cintas de un lazo. Soleil vestía una camisola bajo una chaqueta informal de
terciopelo borgoña, con un corazoncito electrónico prendido de la solapa
izquierda; el chisme destellaba una luz roja dos veces en rápida sucesión y
luego hacía una pausa antes de volver a destellar dos veces.
En cuestión de minutos, dos hombres
estaban plantados en la barra cerca de sus taburetes. Gabrielle fue al servicio
y volvió para encontrarse con que uno de ellos había ocupado su lugar. Le dio
unos toquecitos a Soleil en el hombro.
—La camarera ha dicho que soy menor
de edad y que tengo que sentarme en una mesa —mintió. Señaló una de las que
había junto al ventanal con sitio sólo para dos.
—Ha sido un placer conocerlos,
caballeros —dijo Soleil, e inexplicablemente les dirigió un saludo militar
antes de seguir a Gabrielle hasta la mesa.
En Roy Spivey de Miranda July nos
encontramos ante una mujer que, en un vuelo, se encuentra con un famoso, allí
ambos se relacionan, ella nos confiesa sus gustos, sus gestos, además de su
vida tras despedirse en el aeropuerto, pero como nos dice la protagonista para
proteger la identidad de su compañero de viaje, Rov Spivey es un anagrama del
nombre original. Un misterioso relato que, a través de un juego, seguimos la
historia que, a través de su sencillez nos descubre a otro personaje el cual se
vuelve tan invisible como el número secreto que debe permanecer en la memoria a
lo largo de la narración.
Extractos:
Si fuera una persona más segura de
sí misma no me habría ofrecido a ceder mi asiento en un vuelo atestado de
gente, no me habrían conducido a primera clase, no me habría sentado a su lado.
Era mi recompensa por comportarme como una niña buena. Durmió toda la primera
hora, y fue pasmoso ver una cara tan famosa con aspecto tan vulnerable y vacío.
Tenía el asiento de la ventanilla y yo el del pasillo, y sentí que velaba por
él, lo protegía de los focos y los paparazzi. Duerme, pequeño espía mío,
duerme. En realidad no es pequeño, pero todos somos niños cuando dormimos. Por
ese motivo, al principio de una relación siempre dejo que los hombres me vean
dormir. Les hace entender que, aunque mido casi uno ochenta, soy frágil y
necesito que se ocupen de mí. Un hombre capaz de ver la debilidad de una
giganta sabe que es un hombre sin asomo de duda. Poco después las mujeres
pequeñas lo harán sentir casi incómodo y que, mira por dónde, ahora le van más
las altas.
El
siguiente relato es Cindy Stubenstock
de A. M. Homes en el que nos
encontramos frente a una conversación en la que se mezcla las vivencias de las
amigas de la protagonista, junto con sus gustos por el arte pues se dedican a
la compra de cuadros, además de sus anécdotas personales todo ello en un vuelo.
Una fresca y original narración en la que sus personajes hablan de su
extravagante y vanidosa vida antes del aterrizaje.
Extractos:
Cindy Stubenstock no para de
mejorar su colección de arte: en una subasta reciente revendió dos Gursky y un
Yusavage de la primera época, y enseguida estaba al teléfono con Londres
subiendo la puja por un excepcional grabado de Picasso que se veía «precioso
encima de la chimenea».
—Otorga un sentido completamente
distinto al humo ascendente —masculló entre dientes el críptico subastador
británico.
Ahora Cindy y su hermandad de
Scarsdale —es decir, las señoras que se quedan a almorzar— están en la pista de
despegue de Teterboro, yendo de avión en avión.
—Antes no había tantos —comenta
una.
—¿De verdad necesitamos tomar dos
aviones?
—Bueno, somos seis y detesto ir
apretada, y además, ¿qué pasa si quiero marcharme temprano?
Todas asienten, ya saben a qué se
refiere.
Theo de Dave Eggers
nos descubre la historia de un misterioso personaje que sale de la tierra,
es un gigante, y junto a él un hombre y una mujer de igual tamaño, de ella se
encuentra perdidamente enamorado pero, por desgracia para él, no es
correspondido a partir de aquí comienza un pequeño viaje en busca de la soledad
para no sufrir hasta que encuentra algo que le hace terminar con su viaje.
Extractos:
La tierra se estremeció. Algunas
casas, todas construidas con piedra y cebada, temblaron y no tardaron en
venirse abajo. Los animales salieron de estampida, los pájaros se desplomaron
del cielo, y en pleno caos emergió el primer gigante. Las suaves ondulaciones
verdes de la ladera dejaron paso a un hombro pálido, un brazo de músculos
retorcidos, una cintura, una cadera. En unos minutos la colina se había
convertido en un hombre, un hombre colosal cubierto de retazos de tierra y
hierba que se frotaba los ojos. Se incorporó hasta quedar sentado con las
piernas abiertas, y empezó a reír entre dientes. Se limpió la hierba de la
cabeza calva y los hombros, se desprendió de la tierra que tenía sobre el
estómago y, mientras lo hacía, profirió una suave risa, asintiendo como si algo
que constituía un misterio desde mucho tiempo atrás hubiera quedado por fin
esclarecido.
Se llamaba Soren.
Perkus Tooth de Jonathan
Lethem narra la historia de un actor que se cruza con este curioso personaje,
Perkus Tooth, un paranoico, obsesivo y compulsivo crítico de cine que vive en
Manhattan ambos se reunirán y hablaran sobre el cine en la casa de éste además
de ayudarle a conocer el cine. Este es el relato más extenso de los que
componen el libro pero también resulta inesperadamente original en su
narración, su forma de retratar al personaje es certera pues conoceremos sus
problemas, sus opiniones e incluso sus costumbres paranoides que cambiaran la
vida del protagonista y su forma de ver la realidad y la ficción fílmica.
Extractos:
Resultó que Perkus Tooth era vecino
mío. Su apartamento estaba a seis manzanas del mío en la calle Ochenta y cuatro
Este, en una de esas anónimas conejeras ocultas tras inocuos escaparates,
edificios sin vestíbulos ni porteros. El establecimiento de la planta baja,
Brandy’s Piano Bar, era un local nocturno de aspecto hortera por delante del
cual podría haber pasado mil veces sin darme cuenta. «¡Clientes de Brandy’s por
favor, respetad a nuestros vecinos!», suplicaba un cartelito en la puerta, que
sugería una larga historia de quejas a la policía motivadas por ruidos y humos.
Vivir en Manhattan es asombrarse constantemente de los mundos que se agazapan
unos dentro de otros, como esos conductos de cable de televisión y agua
corriente y vapor caliente y aguas residuales y todo lo demás que cohabita en
los agujeros intestinales que los obreros encargados de demoler las aceras
dejan periódicamente expuestos a la luz del día y a nuestras fugaces miradas de
preocupación. Sólo fingimos vivir en algo tan ordenado como una red. Mientras
esperaba a que sonara el portero automático y me orientaba para localizar el
apartamento, noté que mi mapa interior se expandía para dar cabida a la
realidad de ese lugar: el desigual suelo cual tablero de damas del pasillo, el
empalagoso olor a cítrico del líquido desinfectante de algún conserje, la
hilera de buzones de latón abollados y el hocicar de un perro detrás de una
puerta alertado por el portero automático y los tacones de mis botas. Tengo
dificultades para creer que algo existe hasta que está delante de mí.
El
penúltimo relato, Donal Webster de
Colm Tóibín nos narra su protagonista la triste historia del entierro de su
madre y los seis años anteriores a este suceso, todo ello preguntándose una y
otra vez por qué no ha hablado con un “amigo” suyo y no consigue lograr
contactar con él para explicarle todo lo que ha sentido, lo vivido y lo
ocurrido en aquellos años junto a su madre. Un relato enternecedor, que llega
hasta nuestro interior y lo remueve, cargado de sentimientos, una historia
sobre lo que se pudo hacer y lo que se hizo debido a nuestra forma de vida.
Extractos:
Por aquel entonces vivía en Nueva
York, la ciudad a punto de entrar en su último año de inocencia. Tenía un nuevo
apartamento, tal como tenía un nuevo apartamento allá adonde iba. Estaba en la
calle Noventa con Columbus. No llegaste a verlo. Fue un error. Creo que fue un
error. No me quedé mucho tiempo —seis o siete meses—, pero fue mi estancia más
larga en cualquier parte en aquellos años y los siguientes. Había que amueblar
el apartamento y dediqué dos o tres días a deleitarme con el bruco aguijonazo
de comprar cosas: dos butacas que luego envié a Irlanda; un sofá de cuero de
Bloomingdale’s que acabé por regalar a uno de mis alumnos; una cama grade de
1-800-Colchón; una mesa barata de una tienda de segunda mano.
Y todos aquellos días —un viernes,
un sábado y un domingo de principios de septiembre—, mientras andaba ocupado
con horas de entrega, tarjetas de crédito y el zumbido de los taxis de tienda
en tienda, mi madre estaba muriéndose y nadie conseguía dar conmigo. No tenía
móvil y el teléfono del apartamento aún no había sido dado de alta. Utilizaba
la cabina de la esquina si necesitaba hacer alguna llamada. Facilité a las
empresas de transporte el teléfono de una amiga, para que me avisaran cuando
fueran a traer los muebles. Llamaba a mi amiga varias veces al día y en
ocasiones ella venía de tiendas conmigo; era divertida y disfruté aquellos
días. Los días en que nadie en Irlanda conseguía dar conmigo para decirme que
mi madre estaba muriéndose.
Por
último el relato Newton Wicks de
Andrew Sean Greer trata de la descripción de la infancia a través de los ojos
del protagonista, a través de juegos, juguetes, costumbres entre otras cosas,
un breve relato que mira de cerca a la infancia y nos descubre a un curioso
personaje hasta su adolescencia, analizando los problemas y las etiquetas que
nos marcan a lo largo de esa tierna edad.
Extractos:
También había una mascota, un
cangrejo ermitaño en una caja de zapatos (decorada con manos de coral y boas de
algas marinas pintadas con lápices de colores). Los dos niños dejaban la concha
listada encima de una mesa y aguardaban pacientemente a que saliera como un
famoso de una limusina: primero las antenas filamentosas, luego las delicadas
patitas, y después, al cabo, la gran pinza marrón indicativa de que Hermie
estaba en plan osado. En cuanto aparecían sus ojos, un niño o el otro (el honor
era compartido) tocaban al bicho en la pinza o las patas, y la criatura se
retiraba de súbito, como con un escalofrío, dejado únicamente los extremos de
las patitas asomando por el orificio de la concha. Pero el bicho estúpido no
aprendía; otra espera, y la sensual desnudez de sus piernas volvía a tantear el
tablero de la mesa.
Recomendado
para aquellos que les gusten los libros de relatos de gran variedad de tipos y
de autores, aquí encontraran una selección de calidad con todo tipo de voces,
también para aquellos que quieran descubrir nuevas formas de ver la realidad
que nos rodean a través de las narraciones de los curiosos protagonistas y por
último para aquellos que les gusten tener unos relatos de que nos atrapan de
principio a fin, algunos de ellos con reflexiones que nos hacen pensar.
Editorial: Salamandra
Autor: Zadie Smith (edit.)
Páginas: 256
Precio:17,00 euros