Revista Cultura y Ocio

El libro de los otros de Zadie Smith (edit.) (II y final)

Publicado el 24 octubre 2014 por Kovua
El libro de los otros de Zadie Smith (edit.) (II y final) El siguiente relato es Lélé de Edwidge Danticat, en él nos encontramos a unas hermanas que se encuentran frente a un río en una casa muy antigua, de sus padres, allí ambas se encuentran tratando de solucionar los problemas que ocasiona el lugar; tener cuidado con las inundaciones que sufre el rio, la extrañas muertes de las ranas que explotan o el embarazó de la mujer que da nombre a esta narración. Un relato que nos adentra en Léogâne, un pequeño pueblo situado en Haití. En el que nos encontramos con unas hermanas cada una tratando de ayudar a la otra, de manera diferente, además de crítico con la justicia (pues el padre de ambas era juez de paz) y la narradora es abogada encargada de los casos más comunes del lugar, todo ello en un ambiente cargado y hostil parece predecir una desdicha.
Extractos:
«Sin duda esto es señal de que va a ocurrir algo terrible», me dijo Lélé, ambos sentados en la galería del piso superior de la casa de mis padres una noche particularmente sofocante. Aunque mi padre, antiguo juez de paz de la ciudad de Léogâne, había muerto más de diez años atrás y mi madre cinco años antes que él, nunca he podido dejar de pensar en el lugar que yo, y ahora mi hermana, llamaba hogar como si fuera de ellos. La fachada de casa de muñecas de nuestra vivienda de madera había sido meticulosamente bosquejada por papa, que pasaba sus veladas después de trabajar poniendo al día y revisando cada detalle conforme su casa se construía desde los cimientos. Él y maman habían ido a la capital para adquirir el metal ondulado y las celosías ribeteadas, un trayecto que por entonces, antes de que naciéramos mi hermana y yo, suponía varias horas atroces en una vieja furgoneta heredada de mi abuelo medio francés, el anterior juez de paz. La carcasa de la furgoneta seguía por ahí en alguna parte entre las docenas de almendros que salpicaban nuestras tres hectáreas, su motor antaño atronador oxidándose medio enterrado, como el desatendido monumento conmemorativo que era.
Magda Mandela de Hari Kunzru nos cuenta la historia de una mujer, fuerte, independiente (en alguna medida) que se ocupa de vivir en un barrio humilde y en el que sus amores van y vienen junto, en algunos casos, la policía. Una narración intensa, sincera sobre aquellas personas que se pierden y que tratan de vivir otro día con poco o nada.
Extractos:
No comprenden a qué se enfrentan. Magda es la hija de Nelson Mandela, uno de los grandes líderes mundiales y salvador de su país. ¿Es que esos necios con chaquetas fosforescentes no ven el parecido? Lo tienen delante de las narices. Por si albergaban alguna duda, LA MÁS MÍNIMA DUDA, ella se lo dice, basta con que consulten la autobiografía El largo camino hacia la libertad. ¡Que lean la autobiografía! ¡Que lean las páginas 37 y 475! Entonces verán. ENTONCES LO SABRÁN.
El siguiente relato El monstruo de Toby Litt nos muestra el mundo desde una mirada atípica, que trata de analizar y avanzar en un mundo de frutas, árboles y el sol, el protagonista es un monstruo que está descubriendo el lugar en el que vive, junto con sus iguales. Una narración sencilla pero muy efectiva, escrita desde una tercera persona que describe los actos de un gran ser, sus curiosidades, miedos y todo aquello que pueda llamar la atención al protagonista.
Extractos:
El monstruo no sabía qué clase de monstruo era e incluso, de vez en cuando, si era siquiera un monstruo. Había vivido durante lo que le parecía mucho tiempo sin espejos, que no existían, ni charcos, que evitaba de manera instintiva. Había otros monstruos en la creación, o el monstruo daba por sentado que los había (no filosofaba acerca de la naturaleza de la monstruosidad; todos podían ser monstruos, sin una norma de la que desviarse), y, si se lo hubiera preguntado, esos otros monstruos probablemente lo habrían descrito sirviéndose de las escasas palabras y conceptos de que disponían: monstruo, creación, sol, árbol, fruta, excremento, bueno, malo, arriba y abajo.
En Nigora de Adam Thirlwell nos encontramos con las listas, los pensamientos o los gustos de su protagonista, todo ello entre sus vivencias y sus reflexiones sobre el amor además de comparar la vida con las películas de tono romántico, una constante es Historias de Filadelfia, en la que se confronta su relación con su marido del cual también sabremos sus problemas y preocupaciones junto a Nigora. Una narración que define la vida, el amor y que muestra una reflexión sobre la búsqueda de la felicidad en los mayores sentidos posibles en las relaciones personales.
Extractos:
Su madre dejaba de hablarles a ella y su padre durante dos semanas. Se negaba a dirigirse a su hija delante de las madres en su colegio. Tenía dos trabajos: uno de profesora en la universidad, de Arqueología  Clásica, y el otro de lectora para un editor especializado en historia antigua. Y esos trabajos, como le recordaba su hija, la cansaban. La agotaban, decía. De niña, Nigora siempre se identificaba con los personajes secundarios. Siempre se compadecía de los rechazados, los marginados, los humildes.
Rhoda de Jonathan Safran Foer nos encontramos en el monologo de una abuela que cuenta desde cómo se sentía de pequeña al ver por primera vez a un negro hasta las vivencias en un barrio humilde pasando por los consejos y órdenes. Un relato breve pero original.
Extractos:
Toma una galletita, te sentará bien. ¿Sabes cuál es tu problema? Tu problema es que tu mujer es un poquito demasiado inteligente, si me permites decirlo así. Espero que no te moleste. No estoy diciendo que deberías estar casado con alguien ignorante, que es lo que me pasó a mí. Lo único que digo es que como compañera para toda la vida es mejor tener una mujer poco inteligente. Sé lo que me digo. Ella no te alimenta porque es demasiado inteligente. Pero no es asunto mío.
El siguiente es Soleil de Vendela Vida que trata sobre la historia de dos adolescentes y su relación entre ellas y sus relaciones, este relato es un viaje que nos adentra en una curiosa visión de la vida, con una protagonista aún más especial que trata de hacer el bien y ser feliz todo lo posible.
Extractos:
Se sentaron a la barra. Gabrielle nunca había sido tan consciente de su postura y su edad. Tenía once años. Llevaba un vestido de pana color lavanda de cuyo cuello colgaban las largas cintas de un lazo. Soleil vestía una camisola bajo una chaqueta informal de terciopelo borgoña, con un corazoncito electrónico prendido de la solapa izquierda; el chisme destellaba una luz roja dos veces en rápida sucesión y luego hacía una pausa antes de volver a destellar dos veces. En cuestión de minutos, dos hombres estaban plantados en la barra cerca de sus taburetes. Gabrielle fue al servicio y volvió para encontrarse con que uno de ellos había ocupado su lugar. Le dio unos toquecitos a Soleil en el hombro. —La camarera ha dicho que soy menor de edad y que tengo que sentarme en una mesa —mintió. Señaló una de las que había junto al ventanal con sitio sólo para dos. —Ha sido un placer conocerlos, caballeros —dijo Soleil, e inexplicablemente les dirigió un saludo militar antes de seguir a Gabrielle hasta la mesa.
En Roy Spivey de Miranda July nos encontramos ante una mujer que, en un vuelo, se encuentra con un famoso, allí ambos se relacionan, ella nos confiesa sus gustos, sus gestos, además de su vida tras despedirse en el aeropuerto, pero como nos dice la protagonista para proteger la identidad de su compañero de viaje, Rov Spivey es un anagrama del nombre original. Un misterioso relato que, a través de un juego, seguimos la historia que, a través de su sencillez nos descubre a otro personaje el cual se vuelve tan invisible como el número secreto que debe permanecer en la memoria a lo largo de la narración.
Extractos:
Si fuera una persona más segura de sí misma no me habría ofrecido a ceder mi asiento en un vuelo atestado de gente, no me habrían conducido a primera clase, no me habría sentado a su lado. Era mi recompensa por comportarme como una niña buena. Durmió toda la primera hora, y fue pasmoso ver una cara tan famosa con aspecto tan vulnerable y vacío. Tenía el asiento de la ventanilla y yo el del pasillo, y sentí que velaba por él, lo protegía de los focos y los paparazzi. Duerme, pequeño espía mío, duerme. En realidad no es pequeño, pero todos somos niños cuando dormimos. Por ese motivo, al principio de una relación siempre dejo que los hombres me vean dormir. Les hace entender que, aunque mido casi uno ochenta, soy frágil y necesito que se ocupen de mí. Un hombre capaz de ver la debilidad de una giganta sabe que es un hombre sin asomo de duda. Poco después las mujeres pequeñas lo harán sentir casi incómodo y que, mira por dónde, ahora le van más las altas.
El siguiente relato es Cindy Stubenstock de A. M. Homes en el que nos encontramos frente a una conversación en la que se mezcla las vivencias de las amigas de la protagonista, junto con sus gustos por el arte pues se dedican a la compra de cuadros, además de sus anécdotas personales todo ello en un vuelo. Una fresca y original narración en la que sus personajes hablan de su extravagante y vanidosa vida antes del aterrizaje.
Extractos:
Cindy Stubenstock no para de mejorar su colección de arte: en una subasta reciente revendió dos Gursky y un Yusavage de la primera época, y enseguida estaba al teléfono con Londres subiendo la puja por un excepcional grabado de Picasso que se veía «precioso encima de la chimenea». —Otorga un sentido completamente distinto al humo ascendente —masculló entre dientes el críptico subastador británico. Ahora Cindy y su hermandad de Scarsdale —es decir, las señoras que se quedan a almorzar— están en la pista de despegue de Teterboro, yendo de avión en avión. —Antes no había tantos —comenta una. —¿De verdad necesitamos tomar dos aviones? —Bueno, somos seis y detesto ir apretada, y además, ¿qué pasa si quiero marcharme temprano? Todas asienten, ya saben a qué se refiere.
Theo de Dave Eggers nos descubre la historia de un misterioso personaje que sale de la tierra, es un gigante, y junto a él un hombre y una mujer de igual tamaño, de ella se encuentra perdidamente enamorado pero, por desgracia para él, no es correspondido a partir de aquí comienza un pequeño viaje en busca de la soledad para no sufrir hasta que encuentra algo que le hace terminar con su viaje.
Extractos:
La tierra se estremeció. Algunas casas, todas construidas con piedra y cebada, temblaron y no tardaron en venirse abajo. Los animales salieron de estampida, los pájaros se desplomaron del cielo, y en pleno caos emergió el primer gigante. Las suaves ondulaciones verdes de la ladera dejaron paso a un hombro pálido, un brazo de músculos retorcidos, una cintura, una cadera. En unos minutos la colina se había convertido en un hombre, un hombre colosal cubierto de retazos de tierra y hierba que se frotaba los ojos. Se incorporó hasta quedar sentado con las piernas abiertas, y empezó a reír entre dientes. Se limpió la hierba de la cabeza calva y los hombros, se desprendió de la tierra que tenía sobre el estómago y, mientras lo hacía, profirió una suave risa, asintiendo como si algo que constituía un misterio desde mucho tiempo atrás hubiera quedado por fin esclarecido. Se llamaba Soren. 
Perkus Tooth de Jonathan Lethem narra la historia de un actor que se cruza con este curioso personaje, Perkus Tooth, un paranoico, obsesivo y compulsivo crítico de cine que vive en Manhattan ambos se reunirán y hablaran sobre el cine en la casa de éste además de ayudarle a conocer el cine. Este es el relato más extenso de los que componen el libro pero también resulta inesperadamente original en su narración, su forma de retratar al personaje es certera pues conoceremos sus problemas, sus opiniones e incluso sus costumbres paranoides que cambiaran la vida del protagonista y su forma de ver la realidad y la ficción fílmica. 
Extractos:
Resultó que Perkus Tooth era vecino mío. Su apartamento estaba a seis manzanas del mío en la calle Ochenta y cuatro Este, en una de esas anónimas conejeras ocultas tras inocuos escaparates, edificios sin vestíbulos ni porteros. El establecimiento de la planta baja, Brandy’s Piano Bar, era un local nocturno de aspecto hortera por delante del cual podría haber pasado mil veces sin darme cuenta. «¡Clientes de Brandy’s por favor, respetad a nuestros vecinos!», suplicaba un cartelito en la puerta, que sugería una larga historia de quejas a la policía motivadas por ruidos y humos. Vivir en Manhattan es asombrarse constantemente de los mundos que se agazapan unos dentro de otros, como esos conductos de cable de televisión y agua corriente y vapor caliente y aguas residuales y todo lo demás que cohabita en los agujeros intestinales que los obreros encargados de demoler las aceras dejan periódicamente expuestos a la luz del día y a nuestras fugaces miradas de preocupación. Sólo fingimos vivir en algo tan ordenado como una red. Mientras esperaba a que sonara el portero automático y me orientaba para localizar el apartamento, noté que mi mapa interior se expandía para dar cabida a la realidad de ese lugar: el desigual suelo cual tablero de damas del pasillo, el empalagoso olor a cítrico del líquido desinfectante de algún conserje, la hilera de buzones de latón abollados y el hocicar de un perro detrás de una puerta alertado por el portero automático y los tacones de mis botas. Tengo dificultades para creer que algo existe hasta que está delante de mí. 
El penúltimo relato, Donal Webster de Colm Tóibín nos narra su protagonista la triste historia del entierro de su madre y los seis años anteriores a este suceso, todo ello preguntándose una y otra vez por qué no ha hablado con un “amigo” suyo y no consigue lograr contactar con él para explicarle todo lo que ha sentido, lo vivido y lo ocurrido en aquellos años junto a su madre. Un relato enternecedor, que llega hasta nuestro interior y lo remueve, cargado de sentimientos, una historia sobre lo que se pudo hacer y lo que se hizo debido a nuestra forma de vida.
Extractos:
Por aquel entonces vivía en Nueva York, la ciudad a punto de entrar en su último año de inocencia. Tenía un nuevo apartamento, tal como tenía un nuevo apartamento allá adonde iba. Estaba en la calle Noventa con Columbus. No llegaste a verlo. Fue un error. Creo que fue un error. No me quedé mucho tiempo —seis o siete meses—, pero fue mi estancia más larga en cualquier parte en aquellos años y los siguientes. Había que amueblar el apartamento y dediqué dos o tres días a deleitarme con el bruco aguijonazo de comprar cosas: dos butacas que luego envié a Irlanda; un sofá de cuero de Bloomingdale’s que acabé por regalar a uno de mis alumnos; una cama grade de 1-800-Colchón; una mesa barata de una tienda de segunda mano. Y todos aquellos días —un viernes, un sábado y un domingo de principios de septiembre—, mientras andaba ocupado con horas de entrega, tarjetas de crédito y el zumbido de los taxis de tienda en tienda, mi madre estaba muriéndose y nadie conseguía dar conmigo. No tenía móvil y el teléfono del apartamento aún no había sido dado de alta. Utilizaba la cabina de la esquina si necesitaba hacer alguna llamada. Facilité a las empresas de transporte el teléfono de una amiga, para que me avisaran cuando fueran a traer los muebles. Llamaba a mi amiga varias veces al día y en ocasiones ella venía de tiendas conmigo; era divertida y disfruté aquellos días. Los días en que nadie en Irlanda conseguía dar conmigo para decirme que mi madre estaba muriéndose.
Por último el relato Newton Wicks de Andrew Sean Greer trata de la descripción de la infancia a través de los ojos del protagonista, a través de juegos, juguetes, costumbres entre otras cosas, un breve relato que mira de cerca a la infancia y nos descubre a un curioso personaje hasta su adolescencia, analizando los problemas y las etiquetas que nos marcan a lo largo de esa tierna edad.
Extractos:
También había una mascota, un cangrejo ermitaño en una caja de zapatos (decorada con manos de coral y boas de algas marinas pintadas con lápices de colores). Los dos niños dejaban la concha listada encima de una mesa y aguardaban pacientemente a que saliera como un famoso de una limusina: primero las antenas filamentosas, luego las delicadas patitas, y después, al cabo, la gran pinza marrón indicativa de que Hermie estaba en plan osado. En cuanto aparecían sus ojos, un niño o el otro (el honor era compartido) tocaban al bicho en la pinza o las patas, y la criatura se retiraba de súbito, como con un escalofrío, dejado únicamente los extremos de las patitas asomando por el orificio de la concha. Pero el bicho estúpido no aprendía; otra espera, y la sensual desnudez de sus piernas volvía a tantear el tablero de la mesa.
Recomendado para aquellos que les gusten los libros de relatos de gran variedad de tipos y de autores, aquí encontraran una selección de calidad con todo tipo de voces, también para aquellos que quieran descubrir nuevas formas de ver la realidad que nos rodean a través de las narraciones de los curiosos protagonistas y por último para aquellos que les gusten tener unos relatos de que nos atrapan de principio a fin, algunos de ellos con reflexiones que nos hacen pensar.
Editorial: Salamandra  Autor: Zadie Smith (edit.)
Páginas:  256
Precio:17,00 euros


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