Abandonar el poder entre abucheos y después de que tu partido haya sufrido la peor debacle electoral de su historia, no es lo peor que le puede pasar a un presidente. Y si no, que se lo pregunten a los dos últimos presidentes de Filipinas.
El Presidente Joseph Estrada presentó su dimisión el 20 de enero de 2001 con un discurso muy bonito en el que dijo que no se arredraría ante ningún reto futuro que pudiera presentársele en el servicio a su país. Lo que tal vez no previera es que la siguiente función que su país le pediría que ejerciese sería la de reo.
En abril de ese mismo año el nuevo gobierno de Macapagal-Arroyo decidió preocuparse por el alojamiento del ex-Presidente y le acomodó en una celda muy cuca en Tanay. Se le acusó de “plunder”, cuya traducción exacta es “saqueo”. De las arcas públicas se entiende. Me encanta el nombre de ese delito porque llama a las cosas como son. Se le imputaba haberse hecho con muchos millones de dólares (la cantidad exacta varía según las fuentes, pero todas están de acuerdo en que eran muuuuuchos millones) en concepto de sobornos y ganancias del juego ilegal y de haber falseado su declaración de bienes. Hombre, lo segundo era de cajón. Si robo muuuuuchos millones de dólares no voy a ir proclamándolo a los cuatro vientos. La pena prevista para el delito de “plunder” era la de muerte, aunque desde el principio la gente tuvo claro que entre bueyes no hay cornadas y que no se llegaría tan lejos.
El 12 de septiembre de 2007 (tal vez los criterios de honestidad de la Justicia filipina no sean muy elevados, pero en lentitud no tienen nada que envidiar a otros sistemas judiciales) el Tribunal Sandiganbayan sentenció al Presidente Estrada a cadena perpetua. Mes y medio después la Presidenta Macapagal-Arroyo le indultó. Sospecho que, intuyendo la que se le iba a venir encima cuando dejase la presidencia, la Presidenta quiso curarse en salud y mostrar que hay que ser clemente con los ex-presidentes corruptos.
Su intuición femenina no se equivocó. El pasado 18 de noviembre fue detenida acusada de conspiración para cometer fraude electoral con motivo de las elecciones al senado de 2007. Ahora queda que el Presidente Aquino capte el guiño que Macapagal-Arroyo le hizo en octubre de 2007 de que a los ex-presidentes se les detiene y se les procesa, pero se les indulta.