El Magosto es una forma más tenebrosa y menos yanki de conmemorar la noche de difuntos. Una fiesta de raíces celtas que se celebra en la Península Ibérica desde la época precristiana. Hoy recordamos el comienzo de esta festividad más nuestra que el "Trick or treat" del Halloween americano: Las costumbres, los ritos y la gastronomía que lleva asociada.
El Magosto o Castañada y todas sus variantes en España: Amagüestu en Asturias, Magosta en Cantabria, Gaztainerre en el Pais Vasco, Castanyada en Aragón y Cataluña, Chaquetía en Extremadura y Calbotá en Zamora, Ávila, Salamanca y Toledo. Es una celebración de tradicional arraigo en zonas rurales y de montaña cuyo origen se remonta al principio de los tiempos. Proviene de la evolución de las fiestas celtas que marcaban el final del verano. Para este pueblo, el año estaba formado por nueve meses lunares y a su vez dividido en dos periodos. El segundo se iniciaba con la festividad de la noche de Samhain (la actual Noche de Difuntos) que estaba dedicada al dios Cernnunos (Dios de la caza, de la muerte y Señor del otro mundo). Según la religión celta, en " la Tierra de los siempre jóvenes" (el Tir Na N´og gaélico) los muertos conviven con los dioses y los habitantes del otro mundo pueden cruzar de un lado a otro a voluntad pero en esa noche además, los vivos también pueden hacerlo.
En este periodo que abarca el último día de Octubre y los primeros de Noviembre, de intensa comunicación espiritual, los celtas consagraban a sus dioses mediante ritos que se celebraban en el bosque, su templo, donde consumían los frutos que caían al suelo en esa época del año y fecundaban la tierra: Castañas y Bellotas, servían de alimento a vivos y a las almas ténues que yacían enterradas.
Era una celebración de carácter obligatorio, donde participaba todo el mundo, para no ofender a los no-vivos y proteger de la mala suerte a todo el pueblo o evitar ser presa, en soledad, de algún espíritu maligno.
Siempre alrededor de una hoguera, la primera del otoño, de la que se prendían todas las demás. El fuego, uno de los elementos mágicos de la naturaleza presentes en su simbología religiosa, está relacionado con el ritual fúnebre celta: La incineración de los muertos... y no tan muertos. La leyenda habla de sacrificios de hombres jóvenes vivos como ofrenda y forma de asegurarse una cosecha abundante, pero la duda planea sobre esta afirmación engrandecida y convenientemente usada por la propaganda romana que tan bien se encargó de explotar la parte salvaje y bárbara de este pueblo como arma política de persecución. Casualmente estas fiestas también coincidían con las Saturnales romanas y con el paso del tiempo, la Iglesia Católica (el Papa Gregorio IV , s.IX) siempre dispuesta a absorber y reinventar tradiciones a su favor, las hizo ambas suyas y las convirtió en El Día de Todos los Santos (1 de Noviembre) y el Día de los Fieles difuntos (2 de Noviembre) borrando todo vestigio pagano de su significado.
La castaña, por su elevado poder energético (aunque es el fruto seco con menor valor calórico: 190 kcal /100 g.), siguió siendo el alimento básico de las zonas más deprimidas de España hasta bien entrado el siglo XX y sobrevivió a la introducción de otros cultivos procedentes del nuevo continente como el maíz y la patata aunque curiosamente nunca se explotó agrariamente el castaño para el consumo de su fruto sino como apoyo para las viñas.
Rica en vitaminas del grupo B, fibra, potasio y magnesio. Ya sea consumida cruda (la forma más flatulenta) o cocida con azúcar y anises (el agua del cocimiento por sus propiedades astringentes se daba incluso a los enfermos celiacos para paliar las diarreas) en sopa, guisadas con carne o usada su harina para elaborar gachas y un pan dulce de baja calidad (Pan de Árbol: que sustituía al pan de cereales, restringido a los días de fiesta) la llegada de su cosecha constituía un motivo de celebración en si mismo, a pesar de la catolización de la fiesta, pues garantizaba la supervivencia durante muchos meses.
Por ello permanece actualmente y del 31 de Octubre pasando por el 11 de Noviembre, Festividad de San Martín de Tours y extendiéndose a toda la época de matanza, podemos encontrar magostos donde, alrededor del fuego, para calentar a las almas del otro mundo, se asan castañas a media noche, se prepara una mesa para que los muertos de la familia vayan a comerlas o se echan a la tierra para alimentar a los difuntos (en Galicia se tiene la creencia de que por cada una que se come se libera un alma del Purgatorio) pero también se bebe vino e incluso se degustan chorizos confirmando la costumbre típicamente española de mezclar una fiesta con otra .
Hasta pronto: Salud y Magostos!
Nota del Capitán: Llevo años contemplando como miles de personas en redes sociales e incluso en sus blogs gastronómicos despotrican contra la costumbre de celebrar Halloween, algo que consideran ajeno a nuestra cultura y tradición.
Si algo caracteriza a nuestro país es, más que nada, la enorme variedad y diversidad de tradiciones culturales y si algo en ello puede haber sorprendente, me inclinaría por la estupefacción que en ocasiones me supone comprobar la pervivencia de celebraciones cuyo origen se pierde en el tiempo, pero que muestran claramente ser muy antiguas, anteriores incluso al uso escrito del lenguaje.
Muchos territorios europeos quedaron impregnados de formas culturales celtas o de pueblos herederos o tributarios culturales de los mismos y ese poso se reconoce incluso a día de hoy en múltiples aspectos.
Mi abuela paterna era asturiana, de una pequeñísima aldea y recuerdo que de niño me contaba que la noche del 31 de octubre, en las aldeas y parroquias de sus valles, la gente hacía faroles con calabazas, nabos y productos semejantes y alumbraban ventanas y, sobre todo, los accesos a los pueblos a través de los caminos que los cruzaban. Se trataba de que nadie quedase solo en el bosque y se le echase la noche encima y si eso ocurría, pudiese llegar al pueblo y quedar a salvo de La Güestia (la versión asturiana de la Santa Compaña). Además, en las aldeas se mantenían despiertos a los niños y se les juntaba alrededor de una hoguera en la que se asaban castañas y se les daba dulces y se jugaba con ellos por la noche...
Recopilemos, hasta hace menos de 100 años, en pequeñas aldeas de Asturias y Galicia se celebraba la noche del 31 de octubre con faroles de calabaza, se jugaba con los niños y se hacía una fiesta... niños, calabazas, comida... ¿no os suena a algo?, ¿no os recuerda a Halloween?. ¿Qué es halloween realmente?, pues no es otra cosa que la exportación de esta misma fiesta pero en su formato irlandés (pueblo de irrenunciables raíces celtas) a los Estados Unidos, donde le acabaron de dar el pulido actual a base de disfraces y gastos comerciales.
No nos obcequemos, hay muchas tradiciones culturales diferentes y en España, la noche de hoy, no solo es un día de recogimiento, o para ver a D. Juan Tenorio y limpiar tumbas para ir mañana a visitarlas. Hay pueblos de origen celta a los cuales las calabazas no les son extrañas.
Y por cierto, igual no viene mucho a cuento, pero es que si hablamos de paganos yo siempre me acuerdo de Hedningarna (Los paganos) y su añorada música.