Un ser humano es como un faro, imponerle que nos preste atención es como obligarle a que su luz apunte a donde nosotros queramos. Hemos sido educados para ceder el poder de nuestra atención a los intereses de una cultura, de un momento de la historia, de una familia ... hemos sido educados para renunciar a la libertad de decidir hacia dónde apuntamos nuestra luz. ¿De qué sirve nuestra presencia si nuestra atención está cautiva? Educar empoderando es liberar la atención de nuestros hijos y alumnos para que puedan sentir su propia presencia y se constituyan, así, como los creadores de su propia vida, dirigiendo su luz en la dirección que les marque su corazón y no en la de los intereses de un determinado estatus. Aprender a enseñar sin adueñarnos de la atención de nuestros alumnos es el mayor reto del maestro, de corazón.
Erin Gruwell sintió la luz de sus alumnos y se dejó guiar por ella, en el proceso fue descubriendo su propia luz. Sus encuentros con sus "maestros" los narra en un maravilloso libro: "El diario de los escritores de la libertad". Educar para liberar, para mostrar las alas a tus alumnos e hijos, es un privilegio al alcance de todos los maestros, de corazón.