El arte, por suerte o por desgracia, se rige por las mismas reglas que el resto del mundo. El por qué de los precios de una casa, de un CD o de un vestido, al fin y al cabo, con sus pequeñas diferencias, se basan en lo mismo: la oferta y la demanda y principalmente lo que el comprador esté dispuesto a pagar. Si además, añadimos otros factores, podremos ir concretando más.
Esta explicación está perfectamente redactada en el libro del economista Don Thompson "El tiburón de 12 millones de dólares" haciendo referencia al precio de la obra "La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo" de Damien Hirst, que realmente recomiendo.
Es cuestión de marcas de "confianza" y en realidad de un deseo de reconocimiento. Thompson compara el arte con un bolso de Louis Vuitton, con películas de Mel Gibson o con la mismísima Coca-Cola. Por un lado está esa "confianza" que da una marca reconocida, saber que "va a ser bueno" por el sencillo hecho de ser Coca-Cola, y por otro lado ese deseo de reconocimiento de la marca Louis Voutton cuando vistes de él. Con el arte sucede lo mismo. Si compras un Picasso "va a ser bueno" y si alguien ve en casa un Picasso lo reconocerá. Sabrán que tienes un Picasso, que eso conlleva un nivel adquisitivo y cultural alto (o eso debería). Si tienes dinero, tienes que gastarlo, y ¿en qué gastarlo mejro que en arte? Si además nos colocamos al nivel de los altos récords de ventas, tu reconocimiento será aún mayor, y tienes la seguridad de que "es bueno". Si además, como explica Thompson, no sólo es una obra de un gran artista, sino que ha sido vendido por un gran marchante, en una gran casa de subastas de una gran ciudad del arte, todo esto va sumando puntos al pedigrí de la obra.
Entrecomillo siempre "va ser bueno" porque aunque así debería ser, no lo es. En el arte, como en muchos otros aspectos, ser de un artista determinado no asegura la calidad. En muchas ocasiones los grandes artistas han llegado a ser reconocidos por un simple (o no tan simple) programa de marketing, que consiguen ponerlo en las altas órbitas del mundo artístico, pero relamente sin mucha calidad.
Mientras que haya clientes de tal poder adquisitivo con intención de gastarlo el arte, el arte no bajará de precio.
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 05 noviembre a las 14:00
Absolutamente de acuerdo.
Me permito señalar que mientras el oro es siempre oro, tenga la cotización que tenga, en el arte influyen sobre todo los movimientos humanos que inclinan hacía uno u otro lado la validez de determinados artistas, y que en muchas ocasiones, la validez o el potencial de su obra no viene detrminada por la calidad de la misma, como sucede con el preciado metal. En este sentido, algunos "trabajos" pueden llegar a chirriar tanto en nuestro intelecto, que la aguja que indica nuestro nivel de gilipollez, cuando estamos contemplando determinados tipos de obras, se sale del rojo. Os aconsejaría acercaros al mismísimo centro de arte Reina Sofía, planta tercera. En este momento, ocupando gran parte de las paredes de esa planta, hay cosas de las que no puedo hablar, ya que ellas mismas hablan con solo mirarlas. Lo que sí puedo decir sin temor a equivocarme es que la laboriosidad o el nivel de sacrificio que impregnan algunos de los trabajos expuestos es similar a cero, y eso puede herir la susceptibilidad de algunas personas que con su esfuerzo, han pagado una entrada para contemplarlas.
Particularmente creo que hemos cruzado ya la frontera de lo inaceptable y que el público en general, sean o no duchos en arte, quieren empezar a ver trabajos con grandes dosis de emoción, técnica y sacrificio, lo que implica por parte de los artistas, ponerse a trabajar duro y dejarse de explicaciones memas sobre cuadros en blanco o caquitas en la pared, que aquí nadie es gilipollas.