Revista Cultura y Ocio

El mundo según Shakespeare

Publicado el 13 mayo 2014 por Romanas


El mundo según Shakespeare Yo ya no creo en nada ni en nadie, si a mi edad yo creyera todavía en algo, es que seria mucho más tonto de lo que yo me considero, un tonto insuperable, un tonto de remate. El último paso en este largo camino hacia el descrédito lo acabo de dar ahora mismo, he dejado de creer en los genios, si ya no tienes confianza ni siquiera en Shakespeare, apaga y vámonos ¿o acaso no fue él, precisamente, el que escribió aquello de “ésta es la aurora de nuestro desengaño”? Y es que no se sabe qué es lo peor del bardo de Avon si su invencible pesimismo o ese regusto suyo por agotar los temas en una sola frase: “la vida es una historia narrada por un idiota, llena de ruido y de furia”, si lo sabría él que nunca hizo otra cosa que contarnos historias, cierto que algunas de ellas realmente maravillosas pero también otras absolutamente estúpidas como la de Romeo y Julieta. Por cierto, una de las mejores novelas que yo he leído le robaba a Shakespeare este prodigioso título: El ruido y la furia, del Nobel William Faulkner. Los genios, coño, qué gentuza. Resulta que la naturaleza les ha dado la facultad de ir, pensando, o sintiendo, mucho más lejos que todos los demás y sólo se han atrevido a irse consigo mismos: “a mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque, para estar conmigo, me bastan mis pensamientos” y esto lo dijo un tío tan amante de la soledad que escribió y estrenó más de 100 obras de teatro en sólo 24 horas, imagínenselo ustedes en medio del follón, rodeado de actores, actrices y apuntadores. Otros han pretendido cambiar realmente el mundo, buscando afanosamente en el fondo de sus secretos que siempre deberían de haber permanecido inescrutables de tal modo que el jodido Einstein, tan celebrado en lugar de execrado, se empeñó el tío en descubrir la relación entre la energía y la velocidad de la luz y hoy, en Japón, todo el mundo se acuerda, y mucho, de su madre e incluso de su padre, porque la energía atómica los ha hecho inmensamente desgraciado dos veces. Y es que, si uno lo medita suficientemente, descubre que el más genial de todos fue ése tal Murphy que parece que fue el primero en darse cuenta de que, cuando la tostada se cae, siempre lo hace del lado de la mantequilla y la mermelada. Y eso por no hablar de ese otro, el tal Peter, que descubrió una ley mucho más importante que la de la gravedad, todos, absolutamente todos seguimos creciendo en nuestras propias incapacidades hasta alcanzar el nivel de la más absoluta incompetencia. De modo que, como todos tenemos tendencia a vivir lo más posible, el mundo está lleno de incompetentes absolutos y así nos va, que, ahora, no sabemos qué hacer con el dinero, ese invento maldito, por el que todo el mundo se preocupa de tal modo que acaba vendiéndole su alma al asqueroso Diablo. ¿Subimos o bajamos un cuartillo al interés diferencial del euro? ¿Qué es más noble para el alma? ¿Y quién coño lo sabe si parece que lo único que ahora, al fin, sabemos es que la puñetera economía ni siquiera es una ciencia? O sea que, ahora mismo, Merkel y Draghi son dos pobres idiotas, moviéndose a ciegas en una inmensa cacharrería de ahí el estropicio cotidiano que estamos sufriendo, que, un día, albricias, al fin, hemos descubierto la piedra filosofal y, al siguiente, vuelta a empezar, con los despropósitos de la probaturas porque si hay algo indubitable en la tortura que nos aflige es que cada día es peor que el anterior y mejor, por supuesto, que el siguiente, de modo que todo el mundo, horrorizado, se pregunta adonde vamos a llegar y, como es lógico, en este mundo de idiotas, Shakespeare, nadie lo sabe porque ni siquiera lo deja concentrarse lo suficiente para pensar el ruido y la furia y ya no tenemos a un Einstein capaz de descubrir una formula capaz de mandarlo todo a hacer leches de una puñetera vez, de modo que vamos a seguir todos sufriendo esta espantosa pesadilla, la más espantosa desde luego, para los espíritus modernos, de contemplar que nuestro dinero cada día que pasa vale menos y, si no, que se lo pregunten a la propia Merkel que, en la última subasta de  bonos del Tesoro alemán ha intentando algo que "a priori" parece absolutamente imposible: venderlos avisándole a los sucriptores de que su rendimiento iba a ser negativo o sea que, en lugar, de devengarles intereses iban a perderlos, eso, sí, sólo un poco, 0'5% y dicen, no sé si será cierto, que se los han quitado de las manos. Joder, qué mundo. Entonces, ¿en qué coño vamos a creer si ya no podemos hacerlo ni en la economía, si ya no es cierto lo que afirmaban aquellos auténticos genios de cuando todavía se podía vivir en el mundo porque era cierto absolutamente aquello de poderoso caballero es don Dinero? Si ya ni siquiera podemos creer en el dólar, en qué coño entonces vamos a creer. Efectivamente, jodido Shakespeare, ésta es la aurora de nuestro desengaño porque hoy más que nunca vivimos en un mundo lleno de ruido y de furia, gobernado por un idiota.


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