Revista Expatriados
Da vértigo pensar que en un mundo tan cambiante, la visión geopolítica de los chinos no se ha alterado en más de 2.000 años. Cuando Julio César aún no era ni un espermatozoide en los cojones de su padre, los chinos ya habían desarrollado la misma visión del mundo y de su lugar en él que siguen manteniendo en la actualidad.
China en chino se dice “Zhong guo”, el estado del medio. Eso es toda una declaración de intenciones. China se veía como el país que estaba en el centro del mundo. Todo el resto era periferia, piltrafilla. Pero esa centralidad no indicaba solamente un superior poder. “Zhong guo” era también la tierra de la civilización y la cultura. Lo que quedaba fuera eran bárbaros de costumbres bastas.
La identidad china no se definía como una identidad nacional, sino como una identidad cultural. En las “Estratagemas de los Reinos Combatientes” se dice: “El Reino del Medio es el lugar en el que vive gente sabia y con discernimiento, donde se encuentran infinidad de criaturas y herramientas útiles, donde enseñan los sabios y los valiosos, donde la benevolencia y la compostura tienen expresión, donde los clásicos de la Odas, los Documentos, los Ritos y la Música se siguen, donde se ensayan distintas ideas y técnicas, donde gente de lejos viene a observar, donde incluso los bárbaros exhiben una conducta adecuada.” Precisamente China mostraría una gran capacidad para absorber a los bárbaros que la invadían. Los jurchens, los mongoles, los manchúes, todos ellos terminaron aculturados. Pero esa aculturación no pudo impedir que el mundo chino siempre los considerase como cuerpos extraños y que acabasen siendo derribados por rebeliones de la mayoría han.
La conciencia de su superioridad cultural hizo que los chinos privilegiasen lo que ahora denominaríamos “soft power” sobre los medios militares en sus relaciones con los bárbaros. Entre las herramientas de política exterior que utilizaban con los bárbaros del norte estaban: ofrecerles artículos de lujo tales como carruajes o sedas; casarlos con princesas chinas; sobornarlos… Con estos medios se perseguía básicamente disuadir a los bárbaros de que invadieran el imperio. Ése era el objetivo último al cual contribuían los regalos bien dividiéndoles, bien inspirándoles el respeto hacia el Emperador chino, bien despertando en ellos la admiración hacia la superior cultura china, bien conduciéndoles hacia la molicie y al abandono de sus hábitos guerreros (¿quién tendría ganas de invadir China después de haber cenado un pato laqueado, haber dormido entre sábanas de seda y haber echado un polvete con una princesa china? Que la conquiste otro, que la vida es breve y hay que disfrutarla).
Se observará que, a diferencia del Imperio romano, China no puso énfasis en lo militar. El protagonista en el Imperio chino es el letrado, no el general. Desde muy pronto, los chinos se dieron cuenta de la aleatoriedad de la guerra. Una batalla es como una tirada de dados en un casino. Te estás jugando mucho en algo que es completamente incierto. Si leemos a Sun Tzu, veremos que el pensamiento estratégico chino siempre buscó cómo ganar las guerras sin necesidad de entrar en combate. La desinformación, las tretas para desmoralizar al contrario, las combinaciones diplomáticas, siempre fueron más importantes para los chinos que la búsqueda de tácticas geniales a lo Julio César.
Para terminar de componer el disgusto chino con lo bélico hay que reseñar que cuando los bárbaros del norte solventaban sus querellas, se unían y se ponían en modo conquistador, los chinos no tenían nada que hacer. Los bárbaros del norte basaban su táctica en la rapidez y la sorpresa. China nunca ha sido un país productor de caballos; de hecho tenían que abastecerse de los caballos que les vendían los bárbaros. No tenían nada que hacer contra la movilidad de los jinetes bárbaros.
Cada vez que los bárbaros se unieron y atacaron con ganas, conquistaron China, pero entonces se encontraron con que lo difícil era retener China. A la larga, la aculturación y el inmenso peso demográfico de la mayoría han resultaban irresistibles. Lentamente los invasores iban perdiendo sus tradiciones marciales y su cohesión y un buen día se encontraban con que los han se habían rebelado y habían recuperado las riendas de China.
El mundo visto desde China consistía en un montón de bárbaros incivilizados que habitaban la periferia del único lugar civilizado en el que merecía la pena vivir. Al norte vivían los bárbaros de las estepas, que representaban el enemigo más peligroso. Los instrumentos de la política exterior china a los que me referí antes sobre todo estaban pensados para lidiar con los bárbaros de las estepas, que era donde se encontraba la principal amenaza geoestratégica para China. Al este estaba la ruta de la seda. En las escasas ocasiones en las que China se sintió un poco expansiva fue el área hacia la que dirigió sus expediciones militares. Al sur había pueblos más atrasados que China que no representaban una amenaza militar. Salvo con el norte de Vietnam, China no albergó apetencias territoriales en esa zona. Se conformaba con un esquema de relaciones en el que los pueblos del sur reconocían la superioridad del Emperador de China, le pedían el reconocimiento de su soberanía sobre sus reinos y le enviaban misiones de tributos. Es cierto que a menudo ese vasallaje hacia el Emperador era puramente simbólico y que lo que los anales denominaban envío de tributos a menudo eran misiones comerciales encubiertas. Nadie se llamaba realmente a engaño, pero a menudo en las relaciones humanas son más importantes las apariencias que las realidades.
Al este estaba el océano, pero los chinos nunca fueron una nación marinera. Del océano sólo podían venir problemas: piratas y extranjeros indeseados. Sólo hubo dos ocasiones en las que China tuvo una actividad naval importante. La primera fue en 1274 y 1281 cuando la dinastía Yuan, de origen mongol, envió sendas expediciones navales contra Japón. Ambas expediciones se vieron destrozadas por sendos tifones. La otra ocasión fue a comienzos del siglo XV cuando el tercer emperador de la dinastía Ming, Yongle, envió grandes flotas de varias decenas de barcos a recorrer los mares del sur. Las flotas llegaron hasta la costa oriental de África. Se trató de una empresa básicamente comercial y de prestigio. De hecho esta segunda consideración fue la principal. No hubo ningún designio estratégico detrás de las expediciones. Y así, una vez que Yongle hubo muerto, los letrados atacaron una empresa tan costosa y, no habiendo un grupo de interés que lo defendiera, China dejó que se le escapara de entre las manos el poderío naval que hubiera podido ser suyo. Es una de las grandes cuestiones de la Historia: ¿y si China hubiera iniciado la carrera de los descubrimientos a comienzos del siglo XV, varias décadas por delante de los europeos? Posiblemente sea una pregunta futil. Su visión del mundo era continental y centrada en China misma. Era el punto de llegada de numerosas rutas comerciales que le abastecían de todas sus necesidades y a través de las cuales exportaba sus productos. El confucianismo y el taoísmo no eran ideologías misioneras. En resumen, China carecía de los acicates que sí que tenía la Europa del final de la Edad Media, para lanzarse al descubrimiento y conquista de otras tierras.
Esta manera de entender el mundo perduró dos mil años y sólo empezó a resquebrajarse a finales del siglo XVIII, cuando China entró en contacto con Occidente. Por primera vez se encontró con unos extranjeros que no reconocían la superioridad cultural del Imperio del Centro y que querían llamar comercio al comercio y no misión tributaria. Peor todavía: China hubo de comprobar que esos extranjeros la habían aventajado en tecnología, sobre todo en la tecnología que más importa, que es la de fabricar cañones. Y el colmo: no sólo es que los extranjeros no admiraran la cultura china, sino que querían convertir China a la suya.
Los siglos XIX y XX fueron siglos muy duros para China. Volcada sobre sí misma, mientras su orden tradicional se resquebrajaba y emergía uno nuevo, China no tuvo mucho tiempo para formular su cosmovisión. Más que ser un actor en la esfera internacional, era una víctima.
¿Y la China del siglo XXI? ¿Mantiene la cosmovisión tradicional del Imperio del Medio? En parte sí. La idea de la superioridad cultural china y la concepción de que China es el centro del mundo y que es merecedora de que se le rinda pleitesía sigue ahí. Incluso ha empezado a descubrir el soft power bajo su forma moderna de institutos de idiomas y películas. No obstante hay cosas que están cambiando. China es cada vez más consciente de su poderío económico y de cómo ese poderío puede transformarse en poder político. Por otra parte, por primera vez desde Yongle China ha vuelto a interesarse por el mar. El Libro Blanco de la Defensa dado a conocer el pasado abril define a China como un país tanto marítimo como terrestre y define como una de las estrategias de desarrollo esenciales la explotación, el uso y la protección de los mares y océanos y la conversión de China en un poder marítimo. Y para que quede claro que no son meras palabras, en 2012 China se dotó de su primer portaaviones, el “Liaoning”.
A medida que China se afianza como gran actor geopolítico global y empieza a jugar un papel internacional acorde con su poderío económico, lo más probable es que veamos en su acción exterior una combinación de la visión tradicional con la nueva. Y, por si acaso, no olvidemos que nos sacan 2.000 años de ventaja en pensamiento geopolítico.