“Los gatos beben leche, los gatos comen queso, y yo no tengo trabajo”
Selton Mello nos presenta la historia de un payaso que anhela un ventilador, uno de tantos cacharros que facilitan la existencia. Cansado ya de la tierra en los zapatos, decide que lo mejor que le puede pasar es tener un número de la seguridad social y una corbata, que las narices de goma y los campamentos no van con él.
El continuo engaño de la asegurada plenitud a través del materialismo vuelve así a ganar la partida, adhiriendo uno más a su causa. Al menos eso es lo que se intuye de la vida real.
Pero esto es el infinito cine, donde su magia logra que el alma habite la cifra y la esperanza haga presencia vestida de niña. Quizá el pesimismo de estos tiempos impida una mayor conexión con el cuento, quizá que alguno de los movimientos revelan el truco, pero el resultado final no explora todas las posibilidades de una historia sencilla pero sugerente.Esto no impide que Mello, en su propósito de aunar el cine de autor con lo comercial, nos muestre trazos de su talento: para ser su segundo film tras las cámaras, ejerciendo a su vez de actor, guionista -con Marcello Vindicatto- productor y editor, su ubicuidad sale intacta.
Queda al final la pregunta de si realmente los payasos no seremos nosotros, los que no sabemos nada de hacer reír, los de las vidas sedentarias. Los formales, los de los números. Si no les queda claro, de 120 películas que Brasil rodó el año pasado, esta fue la elegida para representar al país en los Oscar.
Sin duda, a Selton Mello hay que seguirle la pista.