En un país amedrentado por una pandilla de forajidos que viven of putísima madre del cuento, políticos electos o “dedectos”, viene un chavalín que les cuenta un cuento bien contado y se cuela en los saraos de la JET y de la JETA. Chapó. Será de la cantera. Se coló en cuantas fiestas quiso de FAES, feos, guapos y sexagenarias, que el chico, por una foto, no le hace ascos a nada. El retrato de un reino de oropeles. El cuadro es impresionismo puro. Este impresionismo español tiene un estilo propio: es de brocha gorda, a nuestros pintores les gusta acabar rápido con el lienzo. Y con todo. Da miedo alejarse y acabar viendo una foto nítida de lo que queda de España.
De pequeño tiene poco el Nicolás. Lo que para cualquiera puede resultar una pesadilla era para él un placentero sueño; acudir a FAES y conocer a otro pequeño, el pequeño Charlot (que siempre será un patético remedo del genial cómico), padre putativo de la chacinería nacional etiqueta negra, tarjeta negra, dinero negro, y, en general, “esas cosas” a las que le sientan tan bien el negro. Su mérito más meritorio, su golpe, fue colarse en el besamanos de los reyes tras el ascenso al trono. Antes ya había estado en el balcón de Génova, compartiendo espacio mariano. También comparte selfie con Arturo Fernández, ese representante de los “empresaurios” que tiene más acreedores que amigos, que pagaba a sus trabajadores parte de la nómina en B, que tenía una tarjeta opaca. El genio ha acudido a los lugares descritos con invitación personal. Hasta aquí lo constatado gráficamente, luego ya, como suele ocurrir en estos casos, se van añadiendo al perfil otros méritos que de ser ciertos lo encumbrarían al altar de los desvaríos y que, ya puestos, encajan con una personalidad como esta (quiso ayudar al rey con el caso Urdangarín). Es preocupante comprobar cómo un personaje así se cuela con tanta facilidad en los entresijos de quienes gobiernan el país.
Una vez confeccionado su “book” con el póker de ases del latrocinio nacional, imprescindible para vender favores, Nico se lanzó a impresionar a empresarios ávidos de pelotazo (amantes del impresionismo español) con sus contactos, la logística de alta gama con chófer, pases oficiales conseguidos con inquietante facilidad y “esas cosas” que deslumbran tanto. Y es que el cruce entre un político y la empresa suele traer al mundo criaturas que solo salen adelante con una fuerte dependencia de teta pública. Esta vez, al aprendiz del Partido le puso la teta un policía municipal de Madrid que actuó de escolta hasta Ribadeo y ha sido apartado del servicio (el maquinista). Total, el pequeño se hizo unas perrillas, “como no podría ser de otra manera” y dejó, a su vez, unas facturillas por aquí y por allá; con tanto trajín son normales estos despistes. Se le acusa de estafa y usurpación de funciones públicas. Nicolás no cuenta con estudios de relumbre pero tiene labia de “sobre” y de sobra, un buen pico, de los que valen para “chutar” una cuenta bancaria y hacerla alucinar a base de ceros. Su disposición para “ayudar a los intereses de España” me aterra porque quienes tanto cacarean esta máxima han conseguido que España no salga de los intereses.
Obviamente, nadie de los que en su día compartieron píxeles con el pequeño Nicolás, y hasta sintieron su aliento en el cogote, lo conoce, como mucho les suena. Cómo le vas a pedir eso a una sexagenaria que retira a un alcalde honrado del Partido en Collado Villalba para meter con calzador a otro que ahora está en la cárcel y que dice no conocer pero que en las navidades de 2013 estaba cenando con ella y la plana mayor de Partido y recibiendo los parabienes, “por las cosas bien hechas”, del mismísimo presidente del gobierno (máximo responsable de que ocurran “esas cosas” y que se vuelve mudo siempre que ocurren). Esta amnesia alcanza a otros alcaldes de la comunidad madrileña también en la trena por la “operación púnica” (trama Granados) en la que cayó el desconocido de la lideresa. La España de los que no se paran en barras si no es detrás de los barrotes.
Acojona pensar que el pequeño pueda sacarse el carné del Partido, si es que no lo tiene ya, que son gratis, y más para los que apuntan maneras, como este cachorro, bravo entre la camada, que, advierte, “sigo teniendo muchísimo apoyo de mis amigos, tanto políticos como empresarios” y suelta que, de momento, es solo un presunto. Con unos selfis más en el balcón de Génova estará avalado para postularse como candidato a presidente. Pero llega en muy mal momento. Mejor que aproveche esas ofertas de tres cifras que dice tener para acudir a entrevistas o escribir un libro. Y que dedique unas líneas a la Fauna Española (FAES)