Aunque el término psicopatía nos resulte más propio del cine de terror norteamericano, en el que los criminales no parecen tener escrúpulos en descuartizar a sus víctimas, lo cierto es que los psicópatas son personas tan reales como tu o como yo.
Un psicópata no es más que una persona generalmente con una conducta antisocial, la cual constituye el eje de su personalidad. Sus notas más características suelen ser su dificultad para experimentar emociones, tanto negativas como positivas; su falta de sentimientos de culpabilidad o de arrepentimiento; su elevada inteligencia y superficialidad; y su gran impulsividad.
Parece ser que el aspecto más relevante en lo que a este trastorno se refiere es la escasa sensibilidad a los premios y castigos de las personas que lo sufren, lo cual les impide aprender adecuadamente sobre la forma de relacionarse con el mundo.
Aunque una gran parte de los psicópatas suelen ser criminales, lo cierto es que no se trata de un porcentaje tan alto como se pensaba. Se estima que tan solo el 20% de las personas que padecen del trastorno antisocial de la personalidad pueden considerarse psicópatas.
Lo cierto es que no es sino su escasa capacidad para sentir de la que hablábamos anteriormente la que hace peligrosas a estas personas, puesto que realmente no perciben las claves corporales que les indiquen lo correcto o no de sus actos. De hecho, según diversos estudios, esta “frialdad emocional” es más fisiológica de lo que se pensaba, puesto que se ha demostrado que realmente sus parámetros orgánicos apenas se alteraban al visualizar imágenes sangrientas u otras escenas con carga emocional.
Puesto que un tratamiento eficaz en los casos más crónicos se antoja complicado, muchos autores plantean la prevención como la única estrategia terapéutica plausible.
foto|Simon Howden