El Real Madrid se va lejos de su propio campo, Özil se instala en un costado de la cancha con la intención de entretener el juego por ese sector. Hay una triangulación con dos de sus compañeros, tal vez tres, con lo que sería una cuadrangulación si nos pusiéramos fastidiosamente minuciosos, y sucede algo que a todos nos gusta ver pero cuya utilidad no siempre advertimos.
Özil toca y espera la devolución, el pase viene demasiado fuerte y entre las piernas, entonces hace tres movimientos: Pirmero le saca el pie para aminorar la fuerza del pase pero sin detener por completo el recorrido de la pelota para lo que necesita ir modificando la posición del pie. El último movimiento es perfilarse para dar el pase.
La utilidad de la jugada es el tiempo que ha ganado. En su lugar otro jugador estaría zapateando encima de la pelota por el lapso de dos horas y un quinto, hasta acomodarla para ponerla en juego. Habría demorado por lo menos los tres tiempos que Özil hace en un solo movimiento.
Además, todo lo lindo no tiene que ser útil, ni todo lo útil, lindo, de modo que el movimiento está bien porque es lindo de ver, y no hay que desmerecer la belleza, especialmente en tiempos de conformismo y fealdad futbolística.
