¿Tienes un plan B? Pues si no es así ponte las pilas porque es probable que te vaya a hacer falta.
Llevamos décadas pensando que el plan A nos iba a durar siempre, ¿por qué dudarlo si nunca nos había fallado y parecía que iba a funcionar eternamente? Pero resulta que no, que llega la crisis económica, la sentimental, la de los 30, la de los 40, la de los 50 o la de la madre que la parió y el asidero que parecía pegado con La gotita a la pared va y se despega, el puñetero. Y en ese punto nos vemos suspendidos en el aire, como el Coyote que perseguía al Correcaminos se quedaba unos segundos flotando antes de caer hacia el fondo del precipicio y pensamos, ¿y ahora qué?
Me complace observar a mi alrededor a muchas personas que, tras un tiempo lógico en estado de shock (algunas llevan ya unos añitos y no reaccionan, de todo hay en la viña del señor…) se han movilizado y han puesto en marcha el plan B: se reciclan o cambian de profesión, emigran, se rehacen tras una ruptura sentimental o asumen que de las crisis, sean del tipo que sean, siempre se puede sacar algo positivo. O copiando una frase que una amiga me regaló hace unas semanas, aprenden que: nunca sabes lo fuerte que puedes llegar a ser hasta que ser fuerte es la única opción que te queda.