El PNV retrata al PP y a los obispos

El PNV ha decidido apoyar la ampliación de la ley del aborto que propone el gobierno. El PNV, un partido confesional, democristiano, integrado por diputados y senadores que creen en Jesucristo, que van a misa y que cumplen con los preceptos de la Santa Madre Iglesia, ha dado a los obispos españoles y al PP una lección de convivencia, de criterio político y, sobre todo, de sentido común.
El PNV no ha permitido que las convicciones íntimas y personales de sus militantes y dirigentes se impongan sobre los derechos fundamentales y las creencias éticas del resto de la ciudadanía.
El PNV entiende que las confesiones religiosas pertenecen a la esfera de lo privado y no pueden imponerse a quienes no las comparten.
El PNV considera que la interrupción del embarazo es un derecho de las mujeres, que pueden ejercerlo si así lo desean (o no tienen más remedio), pero que las militantes del PNV no están obligadas a abortar si no quieren o creen que es pecado o va contra la ley de su dios.
El PNV ha colocado en su sitio a la Conferencia Episcopal Española que dirige el señor Rouco Varela. ¿Y cuál es su sitio? Pues los altares, las sacristías y las misas, sean en latín o no.
El PNV ha retratado al PP, partido que sin ser democristiano (aunque en tiempos de Aznar quiso serlo para ocupar todos los espacios posibles) obedece a pies juntillas, cual monaguillo, todo lo que le ordenan los purpurados y se ha quedado como el único partido que se opone a esta reforma del aborto.
El debate hoy no es si el PNV apoya la reforma porque los socialistas han aceptado sus tesis sobre la información a los padres por parte de las abortistas menores de edad, sino en que ha sabido diferenciar entre la creencia religiosa, íntima, personal, intransferible e inimponible (sobre todo esto último) y el sentido político y el derecho ciudadano.
Ahora la foto está más clara: los talibanes católicos, a un lado; los demás, al otro.
¿Les negarán la comunión en misa?