Los Institutos Confucio ya han conseguido una cosa y es que los estudiantes extranjeros de chino aprendan la escritura simplificada que introdujo Mao en los años 50. Más o menos hasta comienzos de los 90, lo que predominaba era la escritura tradicional, que es la utilizada en Taiwán, que era el principal difusor del idioma chino. Esto es anecdótico, aunque a mí me parece que estéticamente salimos perdiendo con la escritura simplificada. Más ominoso es que, dentro de su función de difundir la cultura china, los Institutos Confucio omitan cualquier noticia o información sobre temas tales como Tiananmen, la cotización del renminbi, la política de defensa china, el Tibet o Falungong y que esos tabúes puedan acabar alcanzando a las instituciones académicas en las que se incardinan. No se pide a nadie que se tire piedras contra su propio tejado, pero en una sociedad abierta no se pueden silenciar ciertos temas.
Otro aspecto del poder suave que ha interesado a los chinos más que a sus contrapartes occidentales es el de los medios de comunicación. Pensemos que desde los ochenta hasta finales de los 90, CNN gozó de una posición dominante en la difusión mundial de noticias, apenas ensombrecida por la BBC. ¿Alguien se imagina el poder que seas tú quien decida lo que es noticia y cuáles son las interpretaciones válidas de los sucesos en todo el planeta? Esta posición ha empezado a verse erosionada por Al-Jazeera que ha logrado producir unos informativos que no tienen nada que envidiar a los de la CNN. Más bien al contrario.
Que China se estaba quedando atrás en términos de medios de comunicación con impacto global, quedó en evidencia en 2008. Era el año de los Juegos Olímpicos en Pekin, el año en que China iba a demostrar al mundo que era una potencia en ascenso. Los Juegos fueron un éxito y China demostró eso y más. Sin embargo a los líderes chinos les quedó un regusto amargo con varias noticias que tomaron las agencias internacionales, que empañaron la imagen del país y que dieron la vuelta al mundo: las revueltas en Tibet de marzo, que ensombrecieron el paso de la antorcha olímpica; las protestas en marzo, abril y agosto en Xinjiang; el escándalo de la leche china envenenada…
China está intentando recuperar su atraso en este campo. La cadena estatal CCTV planea aumentar su penetración en el exterior en 2012. Pasará de tener 66 corresponsales en el extranjero a tener 80. Abrirá un estudio en Norteamérica y otro en África (por cierto que el dato de cuántos estudios tiene ahora mismo en el mundo es secreto). En la actualidad la CCTV emite en inglés, español, francés, árabe y ruso.
Otro participante en esta ofensiva mediática es la agencia de noticias Xinhua, que ya tiene oficinas en 100 ciudades de todo el mundo y trabaja en siete idioma. Cierto que sus noticias tienen un tufillo oficialista y que uno puede imaginarse el aliento del censor sobre la nuca del sufrido periodista, pero lo cierto es que la calidad de su información ha mejorado mucho, así como su penetración. En los últimos cinco años he visto cómo cada vez se la cita más.
Un elemento clave del poder blando de EEUU ha sido la democracia, incluso cuando la ha exportado a bombazos. China también ha tratado de vender un modelo alternativo al norteamericano. Los elementos clave del modelo chino serían:
+ En lo económico, el denominado Consenso de Pekín, frente al Consenso de Washington, defendido en su día por Reagan y Tatcher y que ha quedado completamente desacreditado tras la crisis de 2007. Lo del Consenso de Pekín fue una paja mental que se le ocurrió al periodista norteamericano Joshua Cooper Ramo y que quedó porque parecía que ofrecía una alternativa al modelo neoliberal, que hacía aguas. Lo cierto es que el único consenso del Consenso de Pekín es que nadie tiene muy claro que es lo consensuado.
Más allá de las pajas mentales, pienso que sí que puede hablarse de un modelo económico chino, que se caracterizaría por los siguientes rasgos: 1) Mayor intervención del Estado en la toma de decisiones económicas (ya se ha visto que los mercados son como adolescentes a los que dejas solos con el bar lleno de bebidas; no te puedes fiar de que vayan a saber controlarse); 2) Planificación a más largo plazo (si nos paramos a pensar, es ridículo esa obsesión con los resultados trimestrales, sobre todo cuando dentro de cinco años puedes estar quebrado); 3) Supeditación de la economía a la política. Lo que cuenta al final es mantener la paz social y el control del Partido.
+ La desvinculación entre desarrollo económico y democracia. Durante años, ha existido el consenso en Occidente de que a medida que un país se desarrolla económicamente y se forma una clase media, el mantenimiento de formas autoritarias de poder político se hace más y más difícil. A la larga, desarrollo económico y ausencia de libertades son incompatibles. China está intentando rebatir esto por vía de los hechos. Ya lleva más de 20 años de desarrollo aceleradísimo sin haber dado más que tímidos pasos liberalizadores en lo político.
Como era de esperar, un modelo que permite al Estado una amplia intervención en la economía y que dice que para desarrollarse no es imprescindible democratizarse, ha puesto más que cachondos a los Robert Mugabes del mundo. Y ya de guinda, se encuentran con una China que les dice que les da ayuda sin necesidad de que se democraticen ni mejoren sus derechos humanos ni cuiden del medio ambiente. Hoy son muchos los países del Tercer Mundo que miran a China con simpatía y que tienen más ganas de cooperar con ella que con Occidente. Y de rebote, los occidentales hemos empezado a volvernos menos exigentes en temas de derechos humanos con esos mismos países. Si esto no es poder blando del bueno, que venga Dios y lo vea.
¿Está teniendo éxito China en la promoción de su propio poder blando? Medir las cosas en términos de poder duro es más sencillo: he dado tres golpes de estado y me han salido bien dos; he firmado cuarenta y dos acuerdos de libre comercio y mis exportaciones han crecido un 452%. Con algo tan intangible como el poder blando estas estimaciones resultan mucho más difíciles. Todos tenemos la impresión de que el poder blando de China va en aumento. El problema es justificar esta impresión con datos objetivos. Algunos datos que he ido rastreando aquí y allá:
+ En 2010, 260.000 estudiantes de todo el mundo fueron a China a estudiar. En 2004 el número fue de 110.000. En esos seis años, además se diversificaron los países de origen de los estudiantes: en 2004 provinieron de 178 países y en 2010, de 194.
+ El número de personas que está estudiando chino ha aumentado en todo el mundo. El Instituto Confucio afirma que ya habría 40 millones de personas estudiándolo. Esa cifra suena un poco a número que se dice a boleo para quedar bien. Cifras más de fiar son: los distintos Institutos Confucio tienen un total de 360.000 estudiantes inscritos y en 2009 600.000 personas se presentaron a hacer el examen del HSK (el equivalente al DELE español) en sus distintos niveles.
+ En 2010 China fue el tercer destino turístico internacional con 56 millones de visitantes. En 1995 el número de visitantes fue de 20 millones y China fue el séptimo destino turístico.+ Un sondeo realizado en 2004 por el BBC World Service en 22 países, reveló que el 48% de los encuestados pensaba que la influencia de China en la esfera internacional era positiva, incluso su creciente poder económico y militar eran vistos positivamente (por el 68% y 56% respectivamente). En el mismo sondeo realizado en 2011, China logró mantener sustancialmente sus marcas, a pesar de que los medios de comunicación internacionales suelen ser implacables a la hora de transmitir noticias desfavorables sobre el país: un 44% afirmó que la influencia china era positiva. Otros sondeos corroboran que la percepción de China fuera de sus fronteras es positiva. Un sondeo del Pew Institute de 2007 mostraba que la imagen de China era decididamente favorable en 27 de los 47 países considerados.
Puede que después de todo lo anterior aún haya quien siga pensando que lo del poder blando es una paja mental de politólogos con demasiado tiempo entre las manos. Puede, pero, por si acaso yo ya me he puesto a estudiar chino.