Ya nos decía Pavlov que cuando dos estímulos son presentados simultáneamente durante un determinado número de ensayos y estos producen una cierta respuesta, más adelante basta utilizar tan sólo uno de ellos para producir dicha respuesta.
Como muchos sabréis, para demostrar esto utilizó a sus perros, a los que entrenó tocando una campanita a la vez que les daba de comer, en repetidas ocasiones. Al hacer esto, la respuesta de salivación acabó produciéndose con la mera presentación de dicha campanita.
Pues bien, lo curioso de esto es que también se producen sorprendentes asociaciones a nivel cognitivo, emocional o perceptivo. Por ejemplo, no es extraño que si presentamos a nuestros padres una antigua canción comiencen a experimentar ciertas emociones (alegría, tristeza, miedo, ira, etc.) dependiendo de cómo se sintieron cuando la solían escuchar. O bien que un mero olor nos recuerde a un lugar, una persona nos produzca una respuesta emocional o un lugar nos traiga un pensamiento.
Un paso más. ¿Sabías que determinadas respuestas fisiológicas pueden conectarse con ciertos pensamientos o emociones y traerlos a nuestra mente o cuerpo fácilmente y al contrario? Veamos un ejemplo muy curioso. Imagina que una película te produce tristeza y acabas llorando. Si la emoción es intensa, podría ocurrir que otro día cualquiera que te encuentres cocinando y pelando cebollas para hacer un sofrito, unas lagrimillas comiencen a brotar de tus ojos… Y, ¿adivinas qué? ¡Comienzas a acordarte de escenas de la película! ¿Increíble no? Es como si nuestra cabeza dijera, un momento, estoy llorando, eso que debo estar triste y aquello me puso muy triste…
Investigadores han demostrado que este factor, el de la asociación y el de las grandes conexiones neuronales que se suceden en nuestro cerebro, hacen que la depresión y otros trastornos tiendan a repetirse en la misma persona a lo largo de su vida. Las asociaciones son tan fuertes y los estímulos tan variados que acaba produciéndonos tristeza casi todo, y el proceso de crear nuevos vínculos es lento.
Es por eso por lo que nuevos estudios en psicología aconsejan tratar al cerebro como lo que es, una auténtica maquinita de producir pensamientos o generar emociones, y no tomarlos tan en serio. Simplemente dejarlos pasar y observarlos.