La incertidumbre que genera la falta de sentirlo todo bajo control, a menudo me condiciona, generando un poso de desasosiego e inseguridad en Mi Camino de Vida.
Entiendo que esta lacra se combate a golpe de esperanza y optimismo, aplicando acción a mi cotidianidad, siendo fiel a mi mismo.
Condiciono con demasiada frecuencia a factores externos esa inestabilidad, es decir, si dejo que otr@s sean mis jueces, a buen seguro me sentiré más vacilante y vulnerable.
Me dejo llevar, a veces, por interpretaciones erróneas y precipitadas, que no hacen más que acrecentar ese desequilibrio emocional que me juega malas pasadas. He aprendido a conocerme, soy consciente de mis limitaciones y mis capacidades, de mis pensamientos y emociones, así que no sé, porque a estas alturas de mi vida sigo cayendo en las redes de la Incertidumbre.
Dejar de tener la necesidad imperiosa de tenerlo todo bajo control, se ha convertido en un objetivo claro en mi vida, sé que me genera estrés, así que poco a poco, con esfuerzo dejo hueco a la improvisación, a lo inesperado y al cambio.
El anclaje a la “Zona de confort” no es más que un apoltronamiento enmascarado, es decir, un dejarse llevar, una paralización de mis más ancestrales necesidades de evolución y crecimiento emocional.
A base de repetir una y otra vez aquellas rutinas que me hacen sentir bien, creía que me sentía protegido, alejando lo inesperado, en definitiva, rehuyendo todo aquello que no tengo bajo control.
Ahora sé, que estoy equivocado, sólo enfrentándome a mis miedos, a mis dudas e incertidumbres, seré capaz de salir a flote y retomar de nuevo las riendas de mi vida.
La vida es cambio y una sorpresa constante, que se mueve a cada instante tomando direcciones inverosímiles, hay que estar preparado, por eso la flexibilidad es esencial para mi supervivencia.
En la incertidumbre encontraremos la libertad para crear cualquier cosa que deseemos.