Imaginémonos un país que está atravesando una crisis económica, que tiene una clase política incompetente, serios problemas de corrupción y una región que se quiere independizar… Efectivamente, me estoy refiriendo a Pakistán y la región es Baluchistán. ¿En qué otra cosa estabais pensando?
En el momento de
la Partición, Baluchistán estaba dividido en cuatro estados principescos: Makran, Las Bela, Kharan y Kalat. Por cierto que Las Bela, Kharan y Makran habían estado sometidos a de vasallaje con respecto a Kalat hasta que llegaron los británicos. Mientras que Makran, Las Bela y Kharan optaron por integrarse en el nuevo Pakistán, el príncipe de Kalat, Ahmed Yaar Khan, se acogió a la independencia. Nadie le había explicado que la independencia era una opción que se les había dado a los príncipes simplemente porque quedaba bonito. La realidad es que tenían que escoger entre Pakistán y la India. No había otra. Por cierto que los argumentos del príncipe para ser independiente tenían fundamento. A diferencia de otros príncipes indios, Kalat tenía un representante en Delhi y, en cambio, no tenía representante en la Cámara Principesca, por entender que su estatus no era semejante al de los demás príncipes indios, sino más parecido al de los reyes de Nepal y Afghanistán. Pero en política lo importante no es tener la razón, sino el poder, y el poder lo tenían los británicos y estaban cediéndoselo a los indios y los pakistaníes. Ni unos ni otros querían que un príncipe de tres al cuarto viniese a arruinarles una independencia y una Partición que les estaba costando tanto alumbrar. En el verano de 1947 hubo una serie de reuniones entre el Virrey Mountbatten, Ali Jinnah y el Khan de Kalat, que concluyeron con el comunicado del 11 de agosto de 1947 por el que el Gobierno de Pakistán reconocía a Kalat como un estado independiente y soberano. El comunicado también establecía que Pakistán y Kalat alcanzarían acuerdos en el futuro sobre Defensa, asuntos exteriores y comunicaciones. Coherentemente el Khan de Kalat rechazó la invitación a enviar representantes al nuevo parlamento pakistaní que se constituyó en septiembre. A fin de cuentas se trataba de la asamblea legislativa de otro país. En octubre de 1947 el Khan de Kalat se reunión con Jinnah en Karachi, que era entonces la capital de Pakistán. Si Jinnah nunca había tenido muy claro lo de que Kalat fuese independiente, ahora sí que lo tenía claro: ¡y un cojón! El encuentro entre ambos mandatarios fue decepcionante. Jinnah estuvo todo el rato retorciéndole el brazo a Yaar Khan para que firmase el documento de integración en Pakistán. Yaar Khan, por su parte, no se movió de sus trece: de acuerdo en que nos coordinemos en temas de defensa, asuntos exteriores y comunicaciones, pero primero tenemos que hablar de lo que ocurre con mis antiguos vasallos de Las Bela y Kharan.En diciembre el Khan convocó al legislativo de Kalat para que discutiese la cuestión de la adhesión a Pakistán. El corte de mangas se oyó hasta en Karachi. Al año siguiente, en febrero, el propio Jinnah se tomó la molestia de desplazarse a Kalat a ver si les convencía. Le hicieron una pedorreta. A lo más que estaban dispuestos era a negociar un tratado que regulase sus relaciones con Pakistán. En marzo a Pakistán se le acabó la paciencia. El 27 de marzo tropas pakistaníes invadieron Kalat y el Khan de Kalat fue amablemente escoltado hasta Karachi, donde graciosamente firmó el instrumento de accesión de Kalat al Estado de Pakistán. Cualquier malpensado diría que le habían retorcido el brazo hasta partírselo. El hermano del Khan, Abdul Karim, que vio que se le acababa el chollo a su familia entró en rebelión y se echó al monte. Esta primera insurgencia baluchi fracasó. Por un lado, no consiguió los apoyos que esperaba de sus vecinos, especialmente de Afghanistán. Por otro, fue un movimiento limitado, que no consiguió galvanizar a toda la población. Convencido por su hermano para que depusiese las armas, Abdul Karim se acogió a una amnistía concedida por Pakistán, que renegó de su promesa y les detuvo a él y a sus seguidores. Esta ruptura de la palabra dada influiría mucho en los movimientos insurgentes posteriores y sería el germen de la desconfianza de muchos baluchis frente al Estado de Pakistán, que todavía perdura.En 1951 se constituyó la Unión de los Estados de Baluchistán, que comprendía los cuatro estados de Las Bela, Makran, Kharan y Kalat. Tenían un Ejecutivo, Legislativo y Poder Judicial comunes. El Primer Ministro era designado por el Gobierno pakistaní.Con tacto y sabiduría política, la integración de Baluchistán en Pakistán habría podido hacerse con pocos traumas. Pero hete aquí que en 1954 el Primer Ministro Mohammad Ali Bogra anunció el programa “Una Unidad” por el que se unirían todas las provincias y áreas tribales del Pakistán Occidental en una sola estructura administrativa, que tendría doce subdivisiones. El proyecto se dirigía a contrapesar a la entonces provincia de Bengala Oriental, que fue redenominada Pakistán Oriental. Separada por más de 1.000 kilómetros del resto del país, con una población que superaba a la de todo el Pakistán Occidental y con tradiciones culturales distintas, la integración de Bengala en Pakistán era difícil. El programa “Una Unidad” se hizo pensando en los bengalíes, pero donde tocó mucho las narices fue en Baluchistán, donde se vio como un intento de arrebatarles el escaso poder provincial que les habían dejado y de dejarles a los pies de los muhajirs y los punjabis que eran quienes controlaban Pakistán Occidental. El Príncipe Abdul Karim, que acaba de ser liberado, creó el Partido Popular para unificar a los baluchis en contra de la “Una Unidad”. El Khan de Kalat también expresó su disconformidad con el nuevo modelo territorial. El 6 de octubre de 1958 el Ejército pakistaní entró en Kalat y detuvo al Khan. En respuesta a la intervención militar Nawab Nauroz Khan lanzó una nueva insurgencia. Nauroz Khan pertenecía a la tribu Zarakzai y era jefe de Jhalawan, lo que le situaba bastante alto en las jerarquías tradicionales. Antes de echarse al monte, planteó tres exigencias al gobierno de Pakistán: 1) La liberación del Khan de kalat y la restauración de sus poderes; 2) La abolición del programa “Una Unidad” o al menos su no aplicación a Baluchistán; 3) La no aplicación en su territorio de las reformas en la tenencia de tierras que el gobierno estaba preparando. El gobierno pakistaní le hizo una pedorreta, lo que empezaba a ser una costumbre cada vez que los baluchis pedían algo.La insurgencia de Nauroz Khan aún tenía mucho de tribalismo y de élites anticuadas, que no saben ajustarse a la nueva situación, luchando por sus derechos tradicionales. Pero tuvo más eco que la revuelta de 1948 y al gobierno pakistaní le costó casi dos años aplastarla. Nauroz Khan se rindió en mayo de 1959 con 163 seguidores, después de haber recibido promesas de amnistía. Como le ocurriera a Abdul Karim, Nauroz Khan pudo comprobar que las promesas de los militares pakistaníes valían lo que un billete de metro usado. Fueron encarcelados, enjuiciados y varios de ellos condenados a muerte, condena que se ejecutó. El gobierno pakistaní siguió sin querer ver lo que tenía entre las manos en Baluchistán y continuó pensando que lo que hacía falta mano dura. El Ejército aumentó el número de sus cuarteles en la provincia. El gobierno apartó a varios jefes tradicionales con gran peso e influencia políticos y los reemplazó por nulidades que se dejasen controlar. El objetivo último del gobierno central era dinamitar las redes tribales tradicionales.Todos estos cambios no hicieron más que atizar las llamas del descontento baluchi. Los baluchis estaban empezando a verse como una nación y no como una amalgama de tribus. En 1967 se creó la Organización de Estudiantes Baluchis. Se trabajó para unificar el idioma y surgió una prensa en baluchi muy viva. Tan viva que hubo un periódico, “Spark” que circulaba en baluchi, inglés y urdu y se hizo muy popular entre los bengalíes, que ya andaban en la recta hacia la independencia. La gesta de Nauroz Khan se convirtió en materia de canciones e historias, potenciando aún más la conciencia baluchi.Así las cosas, no resulta extraño que en 1963 se reavivase la insurgencia. En esta ocasión su líder fue Sher Mohammad Marri, quien había pasado catorce años en la cárcel por “actividades sediciosas” y donde había aprendido algo de marxismo o de lo que él tomaba como tal. Mohammad Marri recibió el apoyo de muchos de los líderes tribales a los que el gobierno central acababa de marginar. Por cierto que algunos de los hombres de paja que el gobierno central había colocado para reemplazarlos fueron asesinados. Mohammad Marri centró sus ataques en los convoyes y en las guarniciones militares. El Ejército le devolvió el favor devastando las tierras de la tribu marri. Fue en esta tercera insurgencia cuando finalmente el gobierno pakistaní se dio cuenta de que tenía un inmenso marrón entre las manos. La influencia soviética estaba creciendo en Oriente Medio, el Golfo Pérsico y Afghanistán. Aunque en este último país, Daoud ya no fuese Primer Ministro, sus políticas de creación de un gran pashtunistán, pegándole un buen bocado al territorio pakistaní no habían muerto del todo. Por primera vez en Baluchistán había una generación de estudiantes de clase media que sentía cierta atracción por el marxismo. A partir de 1967 las autoridades pakistaníes empezaron a mostrar moderación. No sólo es que hubieran entendido la magnitud del problema y sus posibles implicaciones internacionales. También influía que el Presidente Ayub Khan empezaba a no tenerlas todas consigo en el frente interno. En marzo de 1969 Ayub Khan se rindió ante lo inevitable y presentó su dimisión. Le sustituyó otro general, Yahya Khan. Yahya Khan abolió la “Una Unidad” y restableció el sistema de provincias, una de las cuales sería Baluchistán en pie de igualdad con las demás. Liberó a los líderes nacionalistas encarcelados. Todo eso le valió un alto el fuego de los insurgentes. Pero esta vez no fueron tan tontos como para rendirse y entregar las armas. Aun así, muchos líderes baluchis pensaron que merecía la pena ver lo que el juego político podía dar de sí en las nuevas circunstancias. Por lo pronto, los jefes tribales recuperaron su antiguo poder en la provincia recreada. En 1972 tuvieron lugar elecciones provinciales. Las ganaron el Partido Nacional Awami de Wali Khan y el Jamiat-i-Ulama-e-Islam. El primero era más fuerte en la Provincia Fronteriza del Noroeste. Tenía una ideología izquierdista y reformista, aunque su objetivo principal era la reforma de la estructura del Estado en un sentido más federal o incluso confederal. El JUI era un partido islámico al que apoyaban los sardars. Ideológicamente los dos partidos tenían muy poco que ver. Lo que los unía era la oposición común a Islamabad. En cuanto llegaron al poder, iniciaron una política para indigenizar la Administración de Baluchistán, expulsando a los punjabis. ¿Para qué quiere uno el poder sino para colocar a los amigos? ¿no? La indigenización resultó especialmente traumática en la policía, íntegramente compuesta por punjabis. El PNA y el JUI también comenzaron a reclamar que las inversiones públicas dejaran de concentrarse en el Punjab. Finalmente, pensando que tras la secesión de Bangladesh, Islamabad estaría especialmente debilitada, el Partido Nacional Awami y el JUI empezaron a agitar en pro de una mayor federalización de Pakistán. Ahí la cagaron, ni calcularon bien sus fuerzas ni midieron la determinación del Primer Ministro Zulfikar Ali Bhutto.