Revista Educación

El psicoanálisis en la educación

Por Rhenriquez

Veamos claramente qué es lo que constituye la misión primera de la educación. El niño debe aprender a dominar sus instintos. Es imposible dejarle en libertad de seguir sin restricción alguna sus impulsos. Ello constituiría un experimento muy instructivo para los psicólogos; pero les haría imposible la vida a los padres y acarrearía a los niños mismos graves prejuicios, como se demostraría en parte inmediatamente, y en parte en años posteriores. Así, pues, la educación tiene forzosamente que inhibir, prohibir y sojuzgar, y así lo ha hecho ampliamente en todos los tiempos. Pero el análisis nos ha demostrado que precisamente este sojuzgamiento de los instintos trae consigo el peligro de la enfermedad neurótica. Recordaréis cuán detalladamente hemos investigado los caminos por los que así sucede. En consecuencia, la educación tiene que buscar su camino entre el escollo del dejar hacer y el escollo de la prohibición. Y si el problema no es insoluble, será posible hallar para la educación un camino óptimo, siguiendo el cual pueda procurar al niño un máximo de beneficio causándole un mínimo de daños. Se tratará, pues, de decidir cuánto se puede prohibir, en qué épocas y con qué medios. Y luego habrá de tenerse en cuenta que los objetos de la influencia educadora entrañan muy diversas disposiciones constitucionales; de manera que un mismo método no puede ser igualmente bueno para todos los niños. La reflexión más inmediata enseña que la educación no ha cumplido hasta ahora sino muy imperfectamente su misión y ha causado a los niños graves daños. Si encuentra el camino óptimo y llega a realizar de un modo ideal su misión, podrá abrigar la esperanza de extinguir uno de los factores de la etiología de la enfermedad: el influjo de los traumas infantiles accidentales. El otro -el poderío de una constitución insubordinable de los instintos-, nunca podrá suprimirlo. Si pensamos en los difíciles problemas que al educador se plantean: descubrir la peculiaridad constitucional del niño; adivinar, guiándose por signos apenas perceptibles, lo que se desarrolla en su vida anímica; otorgarle la justa medida de cariño y conservar, sin embargo autoridad eficaz. Si pensamos en todos estos difíciles problemas, habremos de reconocer que la única preparación adecuada para la profesión del educador es una preparación psicoanalítica fundamental, la cual deberá comprender el análisis del sujeto mismo, pues sin experiencia en la propia persona no es posible asimilar el psicoanálisis. El análisis de los maestros y educadores parece ser una medida profiláctica más eficaz aún que el de los niños, y menos difícil de llevar a la práctica.

Citaremos, de paso, una promoción indirecta de la educación por medio del análisis, que puede alcanzar algún día máxima influencia. Los padres que han pasado por el análisis y deben a él muchas cosas, entre ellas el conocimiento de los defectos de su propia educación, manejarán mucho más comprensivamente a sus hijos y les ahorrarán muchos daños que a ellos no les fueron ahorrados.

 

Sigmund Freud
Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis
Lección XXXIV


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