Una forma de ejercer la política y el poder es falseando la realidad. No solo a través de manipulaciones, de ocultar o edulcorar la información de forma consciente, si no, lo que es peor: creerse sus propias mentiras. Desde tiempo que los medios son el motor de la gente, sus sombras policiales, ladronas, agresivas, la voluntad de algunos controlar el supuesto desorden de otros para acrecentar las ganancias de terceros; utilizan el miedo y el odio, a los que ellos indiquen, a quienes señalen, imponen la realidad que les conviene, y hoy pareciera que Clarín y el macrismo lideran la campaña bioterrorista para difundir el coronavirus. El macrismo duro insiste en instalar unclima de odio que los medios afines presentan como "hartazgo social" mientras muchos terraplanistas sociales eligen la negación como "salvación". Así va creciendo un terraplanismo político irracional, agresivo, medievalero y precientífico de talibanes peligrosos, manejados por los hijos de puta de siempre.
A principios de la década de 1930, las medidas de austeridad en Alemania agravaron el sufrimiento social y contribuyeron a los disturbios políticos que allanaron el camino para el ascenso del Partido Nazi en Alemania.
"Austerity and the rise of the Nazi party" - Estudio publicado por investigadores multidisplinarios.
"La propaganda funciona mejor cuando los que están siendo manipulados están seguros de que están actuando por su propia voluntad".
Joseph Goebbels
"No teman al enemigo porque sólo pueden quitarles la vida. Teme más a los medios de comunicación, porque destruirán tu honor".
Vo Nguyen Giap - General del Ejército Popular de Vietnam
La pandemia pasó de ser un problema de política sanitaria a un terreno de enfrentamiento político, hace tiempo. En el medio de todo eso, hay un sistema de salud sometido a crecientes presiones sobre su capacidad de respuesta, hasta un punto posible en el que restringir actividades sea el único modo de que no colapse.
Hasta aquí, ninguna complejidad, estamos ante una pandemia donde el virus es significativamente peligroso y hay que cuidar los recursos disponibles, sencillo. Pero la combinación del periodismo de guerra con la pandemia produjo efectos psicóticos, que pone violentos a sus protagonistas.
En las redes, en los aparatos mediáticos, en los sistemas financieros internacionales parece haberse decidido que es la oportunidad de tratar a los gobiernos democráticos, progresistas, con vocación legal e institucional, como aberraciones comunistas, anómalas y dictatoriales, que se valen de la cuarentena y la tragedia de la muerte como un capricho del dictador "comunista"o "totalitario".
Destruida la dialéctica, los que gobiernan y los que quieren derrumbar a los gobiernos ya no viven en en mismo mundo y ni siquiera en el mismo país. Son mundos donde se ha clausurado cualquier tipo de intercambio.
La clara sensación que la derecha ultraderechizada ve en la pandemia, su clara oportunidad histórica de destruir dentro de la apariencia democrática el verdadero orden democrático ganado en las urnas, los hace desear el fracaso de la cuarentena, de la ética del cuidado, llegando a exhibir de modo obsceno una oscura satisfacción por los muertos.
La politización de la epidemia del coronavirus ha llevado a que en varios lugares, reales y virtuales, gobernantes, grupos e individuos de características ideológicas semejantes, jueguen a la negación. Lo hacen sin ser mecanismos de defensa. En este caso, son mecanismos de ataque.
Freud definió los llamados mecanismos de defensa como recursos psicológicos inconscientes de los que nos valemos para "resolver" conflictos o reducir sentimientos incómodos hasta hacerlos soportables.
Un mecanismo de defensa de frecuente uso a todo nivel es el de la negación: creer que porque uno niegue la ocurrencia de algo, lo negado no ocurre. Por tanto, se actúa sobre una base falsa que no permite solucionar el o los problemas; al contrario, de allí emerge el problema.
Los mecanismos de defensa son útiles porque ayudan a hacer soportable una situación insoportable, pero también son peligrosos cuando no permiten ver la realidad y, por tanto, nos llevan a actuar en forma irreal. Al negar el problema, no se puede solucionar. Esto, en términos sociales, suele tener graves consecuencias negativas.
De manera consciente, con intenciones predeterminadas y por tanto, no como mecanismo de defensa, sino ideológico, hay distintos grupos (terraplanistas sociales) que niegan la existencia del coronavirus, un virus que mata, en el Perú, al menos a 7 personas cada hora, niegan también la eficiencia de las medidas preventivas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, la eficacia de decisiones gubernamentales de sus países (del país que sea), las cifras de infectados y fallecidos. Niegan o acomodan cualquier información sobre la pandemia de acuerdo a sus intereses económicos y/o políticos. Cualquier razón vale para justificar la defensa de los intereses comerciales y políticos de los hijos de puta. Aún poniendo en riesgo la salud y vida de centenares de miles, de sus coterráneos.
A nivel mundial las cosas no son muy distintas. The New York Times dice sobre España: "El país donde las discotecas son más importantes que las escuelas". ¿Y por casa (de Trump) como andamos?. En Berín se vive lo mismo pero multiplicado: hoy 29 de agosto miles de personas salieron a la calle contra las restricciones por el coronavirus. Según Página 12: "No respetaban el distanciamiento ni usaban barbijo. Eran negacionistas, nostálgicos del Tercer Reich con banderas nazis y defensores de teorías conspirativas. El hecho ocurrió en un contexto de repunte en los casos de coronavirus". En otros países europeos el paisaje es similar...
Periodismo de guerra
América Latina tardó décadas en recuperar el camino de la democracia, luego de ríos de sangre y hoy, los poderes fácticos nuevamente muestran su rostro y su desprecio por esta forma de gobierno, e inclusive lo hacen a viva voz (vean el caso de Duhalde casi llamando a un golpe de estado). Pero ya no necesitan ejércitos o tanques en las calles, en general hoy operan con el lawfare y las operaciones de los medios. En tan importante profesión relacionada con la información de interés público, varios de los que se dedican a informarnos han sido cómplices de la última dictadura militar o lindando con la complicidad. Otros están involucrados en tareas de espionaje, como el caso Daniel Santoro, protagonista del escándalo D’Alessio, o el periodista-sicario del Pro, Luis Majul, conocido de los servicios de inteligencia que perseguían a ex funcionarios. Y ni hablar de los operadores de siempre.
Promoción del odio
Los manifestantes que se movilizaron contra la reforma judicial agredieron a a militantes en la marcha contra el gatillo fácil, y no solo con golpes sino además con amenazas: "les vamos a meter plomo" dijeron. Por su perte, Macri quiere que se mueran "los que se tengan que morir" y junto Clarín promueven la expansión del coronavirus, pero sin reforma judicial.
Y cuando uno escucha a Cristina Castro, madre del desaparecido Facundo Astudillo Castro, resuenan las voces de los familiares de las personas que hemos registrado como desaparecidas desde el fin de la dictadura cívico militar y eclesiástica. Pero ni hablar de reformas en el sistema policial, no?
A pesar que el juez Alejo Ramos Padilla ha considerado que se formó una organización criminal clandestina -compuesta por numerosas personas, entre ellas agentes inorgánicos y orgánicos de la AFI, secciones del "estado profundo" argentino, y hasta jueces (el juez Stornelli específicamente, aunque siga en funciones)- que realizaban operaciones ilícitas vinculadas con espionaje ilegal a todo nivel. Esa organización nunca fue desintegrada... ¿qué podría salir mal?
Mientras tanto, el expresidente Eduardo Duhalde expresa en un reportaje: "Argentina es la campeona de las dictaduras militares. Por supuesto que puede volver a haber un golpe (...) Es ridículo pensar que el año que viene va a haber elecciones. Tenemos un récord, la gente no lo sabe o se olvida: entre 1930 y 1983 hubo 14 dictaduras militares, presidentes militares". La fragil institucionalidad, pegada con moco, está bajo el fuego de la reacción encarnada hoy por grupos económicos concentrados, por portavoces periodísticos, por emisarios como Duhalde y, en las calles, por los terraplanistas sociales que le cuidan el culo a los poderosos.
El sutil engaño de la protección mediáticaEl engaño, el buen engaño, debe ser sutil. Lo saben magos, prestidigitadores e ilusionistas, que desarrollaron su arte a través de los siglos y lo perfeccionaron continuamente, pero sin cambiar su esencia.
Se trata siempre del mismo juego: mostrar algo para ocultar otra cosa. Exponer una maniobra para esconder otra. Presentar una realidad lo suficientemente clara como para que no se vea lo que ocurre detrás de capas, pañuelos o escenarios.
Ese mismo juego sirve en la batalla política, o mejor dicho, se sirve de la batalla política: para mostrar el fervor por la defensa de una figura o sector, cuando en realidad la motivación es otra.
Pero vayamos por partes.
Allá por el año 2016, tan cerca y tan lejos, el periodista Daniel Cecchini brindó una conferencia titulada “Blindaje Mediático. Desde la apropiación de Papel Prensa al gobierno de Clarín”, donde analizaba la realidad periodístico-informativa del país, en un momento crítico de los sistemas de manipulación masiva, que hasta el menos avisado podía percibir.
“Estamos en una situación que no se daba desde la última dictadura cívico-militar: los medios estatales y los hegemónicos imponiendo el mismo discurso, creando una ‘realidad’ informativa única, que no deja lugar a la crítica”, observaba Cecchini con envidiable precisión.
Autor del libro “Silencio por Sangre”, el escritor y analista consideraba que existía un co-gobierno del Grupo Clarín y Mauricio Macri, con el cual en su momento se cerró el círculo que el medio de Héctor Magnetto inició durante la última dictadura cívico-militar genocida.
“Pensar esta situación, poner en evidencia su mecánica, creo que es el primer paso para intentar revertirla, o por lo menos enfrentarla, desde una posición de extrema desventaja”, explicaba cuando le preguntaban sobre aquello que lo impulsaba a dictar esas charlas en pleno apogeo del macrismo.
Cecchini desmembraba su idea al sostener que el Grupo Clarín y su socio La Nación, punta de lanza de ese discurso informativo único de la mano de Canal 13, TN, Radio Mitre, etc., lograron la hegemonía mediática que aún tienen hoy a partir de la apropiación de Papel Prensa, un delito de lesa humanidad cuyos responsables todavía no han sido juzgados.
Desde el monopolio de la producción y venta del papel de diario –con precios diferenciales que los favorecían y cuotas de producción que manejaron a su antojo–, construyeron su poder actual, que incluye el manejo de medios gráficos, radiales y audiovisuales, a lo que se suma el control casi total de la distribución de las señales de cable y hasta servicios de internet.
Con ese poder de fuego, limaron al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner mediante constantes operaciones de prensa, luego sostuvieron a Macri, y ahora atacan a Alberto Fernández con la misma táctica.
Puede deducirse que Macri los fortaleció, acompañó y ayudó, ya que lo primero que hizo fue desmantelar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (la famosa Ley de Medios), que apuntaba, entre otras cosas, a recortar esa hegemonía con la consecuente democratización de la comunicación. Pero no es tan sencillo.
La mano y los hilos
Habría que alcanzar el climax de la candidez para creer fehacientemente que todo el Grupo Clarín, con su descomunal poderío construido durante décadas, fue una marioneta a las órdenes de Mauricio Macri, un poco iluminado hombre de negocios, que vio allanado su tránsito por las ventajas que le concedió una fortuna heredada y de origen cuestionado.
Macri eligió la política como el malogrado Ricardo Fort eligió la farándula. Caprichos de niño rico que por impulso de gordas billeteras y cuentas bancarias, no encontraron resistencia al avanzar.
Macri completó su plataforma de lanzamiento con popularidad, algo que objetivamente no estaba en su inventario, pero consiguió ubicándose en la fabulosa vitrina de Boca Juniors.
Los éxitos deportivos del elenco auriazul hicieron el resto, y ya tenía la planilla de requisitos completa para la aventura política. Tras un ensayo en CABA, con el singular electorado porteño como punto de apoyo, al igual que Fernando De la Rúa saltó a Casa Rosada. Y pasó lo que pasó: todas las impericias salieron a la luz, y al cabo Macri pagó un alto precio por esa desnudez de conocimiento e idoneidad. La pagó con su derrota personal, estrepitosa e inédita para un presidente en ejercicio que va por la primera reelección.
Aquí no se requiere gran esfuerzo para responder al interrogante original: ¿era la mano de Macri capaz de mover los hilos del Grupo Clarín? ¿O era Clarín la mano que movía la marioneta de Mauricio?
Billetes y poder
Puede pensarse que el poder económico, no ya de Macri, sino del Gobierno Nacional, es suficiente herramienta para aflojar los tornillos de la estructura de Clarín. Pero en realidad no. La pauta publicitaria de un medio –un grupo de medios- como ese, por muy suculenta que se vea ante los ojos, es apenas una ínfima porción de los verdaderos negocios que giran en forma de empresas de los más variados rubros detrás del mismo engranaje.
Clarín fue siempre más poderoso que el entusiasta Macri, incapaz de ofrecer algo más que interpretaciones preparadas por asesores de imagen y publicistas.
Por propio vacío de contenido, Macri no podía sobrevivir sin Clarín, y mucho menos enfrentarlo. Fue entonces obediente y recibió a cambio la ración de comida diaria para seguir sacándose fotos en el sillón de Bernardino Rivadavia.
El poder de Macri existió en la medida que no interfiriera en los intereses del grupo. Tuvo margen para actuar, naturalmente, pero los grandes lineamientos políticos lo tenían como receptor y no emisor de las directivas.
Protección mediática
Durante todo su mandato y en estos meses que han transcurrido desde su caída, Macri fue igualmente intocable para Clarín. Una mala combinación de vestido y zapatos de Cristina será siempre más grave que un endeudamiento a cien años o una negociación con los fondos buitres liderada por un acreedor en representación del Gobierno argentino.
Esa evidencia genera indignación entre quienes claramente notan la diferencia de trato, el blindaje y la protección mediática con que cuenta Mauricio Macri, a diferencia de cualquier intendente K que es masacrado sin piedad por el desliz más intrascendente; por no hablar de Cristina, que es una obsesión ya analizada.
Y allí está el truco, el engaño sutil.
La pantalla es el blindaje y la defensa de Macri. La realidad es que el Grupo Clarín no defiende a Macri: se defiende a sí mismo.
El accionar periodístico es el más visible de todas las actividades del grupo. Pero sus ramificaciones limitan la tapa de un diario a una anécdota de color. Porque en los hechos Clarín dejó hace mucho de ser un observador político. Es un actor protagónico, que saltó de la platea al escenario para discutir la cosa pública y servirse de ella.
Pobre aquel que crea que la manipulación judicial de causas políticas, las campañas de persecución y denigración pública, las tareas de espionaje y los grandes negociados fueron obras de Macri que Clarín oculta por puro amor.
Clarín no puede cambiar el eje de su enfoque, porque en el espejo aparecerá su propia imagen. Y hasta existe la posibilidad de que, si descuida a Macri, el propio expresidente revele los pormenores de aquel co-gobierno que mencionaba el periodista Cechini.
Fuente: El Esquiú
En nombre de la Libertad
Jorge Aleman viene advirtiéndonos muy insistentemente acerca de los grupos que se han apropiado o han llenado el significante 'libertad', para, bajo esa máscara, desinhibirse. Así manifiestan su desprecio por la vida y especialmente por la vida de aquellos a los que el proyecto neoliberal desprecia: los improductivos, los viejos; 'los hambrientos, los locos, los que están en prisión', la materia sobrante para un sistema intrínsecamente desigual. Han roto la relación con la verdad, con la ética, dicen cualquier cosa.
Durante décadas se habló de cuánto se podía correr un límite por los puntos de rating, sin embargo, la semana pasada quedó demostrado que los operadores independientes -como los llama Rinconet- están para que circule un tipo de discurso. Es que el programa de Viviana Canosa mide apenas 1.2; y se sabe que TN y Canal 13 siguen siendo parte del Grupo Clarín porque permiten generar la ponderación, el rechazo o la indignación de las políticas que afectan a los intereses económicos que el oligopolio tiene. Ni siquiera a Pol-ka quisieron rescatar.
El Gobierno nacional ya no pierde el tiempo en frenarlos, señalar la irresponsabilidad o penarlos por la apología de la imbecilidad. Sabe que esos voceros corren el arco para llamarle la atención a una serie de actores sociales que se están ocupando de otra cosa: básicamente de gobernar un país, de transitar y pasar esta pandemia con la menor cantidad de compatriotas posibles formando parte de una pila de cadáveres.
Los muñecos del poder mediático están esperando la oportunidad para desplegar un sketch en el cual ellos figuren como los perseguidos por una gestión que no respeta la libertad de expresión. Bien lo dijo Dady Brieva varias veces: pegan como grupo de tareas y se amparan con la libertad de prensa. Si alguna autoridad los sancionara, los fernando iglesias y los waldo wolff de este mundo, los invitarían a la comisión del Congreso para que puedan victimizarse. Además, en la discusión con esos delirantes -otra vez J. Aleman- se corre el riesgo de terminar delirando. Y si algo no puede perder el Gobierno de Fernández o el de Axel Kicillof, es precisamente esa gestión racional articulada con el carácter amoroso -elijo esa palabra- y sensible que ha impedido el colapso del sistema sanitario.
Al Grupo Clarín no le interesan en lo más mínimo las vidas perdidas y peor, festejan la muerte, sin mascarilla -¿sirven de algo los motivos miserables con los cuales Leuco pretendió justificarse?. Sus intereses no están en Argentina, como tampoco están los de Macri, que pasea por Francia, los de Nicky Caputo, que vive en Estados Unidos, o los de Longobardi, que practica la guetización de la vida social. Sobre todo, no les genera ninguna contradicción transitar un país en ruinas. Apenas exigirán que el Estado barra los escombros. Porque para eso sí quieren al Estado presente, para higienizar la calle, tapar los ecos del caos que ellos también propiciaron e invisibilizar las huellas del desastre.
Pablo Navas
Siempre estuve en contra de los argumentos Ad Hominem hasta que vi este video. pic.twitter.com/Lfyjw1lqsL
— Ernest Scribbler 💚 (@e_scribbler) August 28, 2020