Revista Arte

El recuerdo épico nos recompone los pedazos perdidos de nuestro Espíritu.

Por Artepoesia
El recuerdo épico nos recompone los pedazos perdidos de nuestro Espíritu.El recuerdo épico nos recompone los pedazos perdidos de nuestro Espíritu. El recuerdo épico nos recompone los pedazos perdidos de nuestro Espíritu. El recuerdo épico nos recompone los pedazos perdidos de nuestro Espíritu.El recuerdo épico nos recompone los pedazos perdidos de nuestro Espíritu.
Aquel premiado periodista decimonónico llevó a nominar un premio para los que consiguieran así escribir artículos que llegaran más allá de lo que objetivamente comunicaran.  El premio Mariano de Cavia se concede en España desde 1920 para aquellos periodistas o escritores que con sus artículos o crónicas hayan alcanzado la excelencia. En 1926 se concedió el premio a un artículo publicado en el diario ABC de Madrid el 12 de octubre de ese año y titulado El triunfo de las Carabelas. Estaba firmado por Manuel Siurot Rodríguez, pedagogo sevillano,  aunque nacido en Palma del Condado, provincia de Huelva. Dedicó toda su vida a la enseñanza de los niños pobres en una muy difícil época en España, particularmente en Andalucía. Hoy, cuando este imprescindible oficio es tan motivo de polémica, cabe destacar este homenaje, además, por la noble, desinteresada,  loable y extraordinaria vida de esfuerzo de tan ilustre y eximio andaluz. Del mismo modo homenajear también, a pesar de todo, la ingente tarea que España desarrolló en América para educar a los nativos y a sus hijos, y a los hijos de los de aquí que siguieron allí. Esta labor cultural, realizada -a veces con una iglesia útil poco reconocida- durante casi cuatrocientos años, nunca ha sido superada por ninguna otra nación que hubiese descubierto o conquistado o colonizado jamás tierra alguna desde el alba de los tiempos.
El Triunfo de las Carabelas
   En el amanecer luminoso de aquel 12 de Octubre, la Santa María, de Colón; la Pinta, de Martín Alonso, y la Niña, de Vicente Yáñez, han tocado con sus proas la tierra del Nuevo Mundo.      La mañana tropical del golfo sonríe en las aguas azules, en la limpieza del cielo y en la alegría de la selva vírgen. España acaba de romper la barrera infranqueable que habían construido el miedo y la ignorancia, aprovechándose de la inmensidad del mar. Esa felicidad, que sonríe en el seno de la mañana augusta, es un obsequio de la Naturaleza a los tres barcos triunfadores, que son los tres maestros más grandes de la Geografía Universal.     El espíritu creador de la Patria española contrae en ese momento nupcias con América cobriza, la inocente, la bella. El sacerdote de ese matrimonio es Dios, y son testigos el cielo, el sol, el mar y aquellos marineros españoles que, desde la democracia de sus vidas, han escalado la cumbre más alta del honor. La Historia estaba celosa de la Poesía, y, con un puñado de hombres de carne y hueso, escribió un poema más grande y más luminoso que todas las invenciones de la leyenda.      Luego viene Cortés, y quema en la candela de sus naves una resina olorosa y nueva, que es el incienso de la Patria al inmolarse voluntariamente ante el altar de América. Viene Pizarro, que no sabe leer, y civiliza un mundo, crea un imperio más grande que Europa, y, en la noche ecuatorial, ha visto aquella Cruz del Sur, cielo novísimo, descubierto por él; cruz de brillantes, que relampaguean misteriosos como espléndida joya sideral, que era el regalo que Dios hacía en las bodas de España con América. Y vienen Ponce de León, Balboa, Grijalba, Solís, Ocampo, Álvaro Núñez, y mil más legionarios del heroísmo y patriarcas de la civilización. Por todos la Patria del solar castellano, del poema del Cid y del Romancero, la que supo romper en la frente de almorávides, almohades y benimerinos de la soberbia de las dominaciones  con el martillo de la austeridad; la España de los Fueros, de los Municipios y de las iluminaciones teológicas, trabaja en la alfarería creadora de los mundos, y al dilatar meridianos y paralelos surge el planeta definitivamente perfecto, según las leyes de la geografía de Dios.     Ahora, lo mismo que el 3 de Agosto, mis discípulos recogen esta emoción, que va llenando sus almas y perfumando sus ideas. Es el salmo de la Patria, que debe semitornarse con todos los calores y dulzuras del amor.     Les digo: Para que el amor de la Patria sea perfecto ha de tener alas en su misticismo, y herramientas en su acción. Amor que no sabe volar no es amor, y, por otra parte, amor patrio que no tiene una palabra, un libro, un arado, un martillo y un cansancio de labores generosas, es un sustantivo sin substancia.    Aquellos españoles de la epopeya tenían alas y tenían instrumentos; eran místicos y trabajadores; estaban iluminados de ideales, y tenían los pies perfectamente puestos en la realidad de la vida.    Este día es un grande orgullo de la Historia, y debe traer para la juventud de España y América el serio propósito de volar por el mundo de las ideas, llevando bajo las alas el instrumental práctico de la civilización. Pero es preciso, para volar por fuera, volar primero sobre nosotros mismos en la meditación de nuestro propio destino; porque no hay ni uno solo de los jóvenes hispanoamericanos que no tenga un 12 de Octubre a que llegar en su vida; un posible 12 de Octubre, que es la revelación completa de la personalidad. A ese momento glorioso no puede llegarse si no copiamos de la Rábida, que es la cátedra más fuerte del genio español, la sencillez franciscana, la entereza maravillosa del carácter, y la generosidad, que sale limpia de todos los juicios históricos; si no nos embarcamos en las tres carabelas de nuestra memoria, entendimiento y voluntad; si no nos lanzamos al mar de la vida para vencer las tempestades atlánticas y la de los hombres, y si no estamos vigilantes para ver en la aurora del día milagroso la América que todos llevamos por descubrir en nuestra alma.
Manuel Siurot.
(Articulo publicado en el periódico ABC de Madrid el día 12 de abril de 1927, como homenaje al premio Mariano de Cavia de 1926, concedido a Manuel Siurot Rodríguez en el año 1927.)  
(Fotografía de estatua deCristóbal Colónen el Monasterio de Santa María de las Cuevas, Sevilla, hoy convertido en Museo de Arte Contemporáneo; Fotografía de la misma estatua con el pedestal y su leyenda: A Cristóbal Colón, en memoria de haber estado depositadas sus cenizas desde el año 1513 a 1806 en la iglesia de esta Cartuja de Santa María de las Cuevas (Sevilla), erigido en 1887; Óleo del pintor francés Ferninand-Victor-Eugene Delacroix, 1798-1863, Colón y su hijo en La Rábida, 1838, USA; Cuadro Vista del monumento a Colón, del pintor andaluz Picasso, 1917, Museo Picasso, Barcelona; Cuadro El descubrimiento de América, 1959, del pintor catalán Dalí, USA.)

Volver a la Portada de Logo Paperblog