Mañana se celebra en Escocia un referéndum sobre su independencia de Gran Bretaña. Tan solo dos respuestas posibles: sí o no. El tema tiene mucha enjundia, además de por lo que supone en sí mismo, por su relación con la intención que existe de realizar una consulta similar en Cataluña el próximo 9 de noviembre. Desde el punto de vista publicitario resulta fascinante tanto el hecho de realizar una campaña por el sí o por el no como el hecho de extraer los intríngulis de ambas. A ojo de buen cubero debería ser más fácil vender el sí a los votantes, por eso, la incursión que hizo el cine hace un par de años para contar qué sucedió con el plebiscito que se celebró en el Chile de Pinochet en 1988 debería ser de obligado visionado tanto para aquel al que le parezca interesante el tema político como para quien tan solo quiera analizarlo desde el punto de vista publicitario y de mercadotecnia. Aquí os dejamos la primera crítica que se publicó en http://www.vivazapata.net, una recomendación para los amantes del buen cine, “NO” del director chileno Pablo Larraín.
CRÍTICA DE “NO” (2012) – ESTRENO EN ESPAÑA: 8-febrero-2013
Cartel internacional de “No”
La riqueza de una película muchas veces se encuentra en las múltiples lecturas, a distintos niveles, que pueda tener. En el caso de NO podemos ver desde una clase magistral de comunicación publicitaria hasta un drama basado en hechos reales con aspecto casi documental pasando por un thriller político de primer nivel cargado de tensión y suspense. A partir de los conceptos de “comunicación publicitaria” y de “suspense” surge una primera reflexión. El que se acerque habitualmente a estas líneas sabrá de sobra que se trata de un tema recurrente pero lo cierto es que vuelve a salir a colación la sempiterna manía de las distribuidoras de cambiar el cartel, el título o la imagen de cara a los medios del filme en cuestión. En este caso solamente se trata de un pequeño añadido en el póster, que no aparece en el que la película ha tenido en su distribución internacional, aún así, la información que se revela hace que la palabra suspense desaparezca del vocabulario del espectador potencial. De esta manera se desvanece, desgraciadamente, uno de los muchos alicientes que posee NO. Se podrá decir que este trabajo relata un episodio de la historia de Chile conocido por mucha gente aunque tratándose de algo sucedido hace veinticinco años gran parte de los que se pueden acercar ahora al cine ni siquiera habían nacido o bien se encontraban en su infancia o adolescencia y no recuerdan con exactitud aquel acontecimiento. Así que si alguien se ve incluido en alguna de estas clasificaciones, y no conoce o no recuerda los hechos, que evite mirar el cartel en la medida de lo posible. Quizá en otros asuntos no, pero en estos menesteres los estadounidenses son unos maestros. Ahí tenemos el éxito de Argo que relata la crisis de los rehenes que se dio en el contexto de la revolución de 1979 en Irán y, a pesar de eso, se han cuidado muy mucho de no revelar más de lo indispensable para preservar uno de los puntos fuertes de la película, la tensión.
Chile, 1988, la dictadura de Augusto Pinochet se ve obligada por presiones internacionales a convocar un plebiscito, una consulta para que el pueblo chileno diga SÍ, queremos que Pinochet siga ocho años más, o NO, demandamos que se convoquen elecciones democráticas para determinar quien gobierna. NO narra estos hechos desde el punto de vista de un prestigioso publicista al que los partidos políticos de la oposición acuden para que les ayude a articular la campaña por la negativa. Más allá de la premisa histórica, que ya de por sí resulta fascinante, el interés y la importancia de esta película comienza a fraguarse desde el momento en que su director, Pablo Larraín, decide adaptar al cine la obra de teatro El plebiscito de Antonio Skármeta.
Del planteamiento de partida va a depender que todo el trabajo quede enfocado en la dirección correcta y ofrezca un resultado final satisfactorio, aunque la mayoría de las veces no existe un único camino para llegar a buen fin. En otros filmes esto da un poco igual pero en NO, o por ejemplo en JFK, el concepto queda fijado desde el principio. El título de la película de Oliver Stone no ha surgido por casualidad, se trata de una narración que incluye imágenes documentales y a las que su director decidió dar un tratamiento diferente al resto del filme. Larraín contaba con gran cantidad de material audiovisual correspondiente a los programas televisivos que acompañaban a las campañas del SÍ y del NO y, al contrario que Stone, decidió rodar en formato 4:3, en el que emitía la televisión en 1988, y utilizar cámaras UMATIC, las que el medio catódico usaba por aquel entonces, para dotar a toda la película de la textura y el aspecto visual de las imágenes reales con las que contaba. De esta forma tan audaz y sacando de sus actores unas interpretaciones naturalistas ha conferido un tono casi documental a NO, consiguiendo que el material rodado y el preexistente casen perfectamente y se conciban como algo único, como un todo.
Se ha contado con varias de las personalidades reales que participaron de aquellos eventos, como Patricio Aylwin y el presentador de televisión marginado por el régimen Patricio Bañados, a los que vemos con su aspecto actual pero en un instante, a través de una licencia dramática consistente en un simple movimiento de cámara hacia un aparato de televisión, retrocedemos veinticinco años para ser testigos de los testimonios reales que grabaron en 1988. El trabajo de realización y fotografía, jugando con los encuadres y movimientos de cámara, es soberbio y demuestra que en una pantalla de 4:3 es posible componer el plano de manera tan estética y efectiva como se pudiera hacer en un cinemascope. El guión de Pedro Peirano consigue que los distintos planos argumentales de los que hablábamos en un principio convivan a la perfección y que se produzca la comunión entre ficción y documento audiovisual, a lo que contribuye el estupendo montaje de Andrea Chignoli que hace desaparecer la frontera entre lo rodado y las imágenes históricas y confiere un ritmo que hace crecer la tensión a medida que llegamos al final sin descuidar ese recurso tan brillante, que tiene algo de elipsis, de hacer continuar una misma conversación en distintos decorados. Un trabajo de orfebrería fina excelentemente realizado.
Gran parte del atractivo que genera NO reside en el concepto puramente ceñido a la mercadotecnia de la campaña política, que queda planteado desde la secuencia de inicio. El poder establecido ha convocado el plebiscito para ganarlo y se ha apropiado inteligentemente del SÍ, mucho más fácil de defender. El proceso mediante el que se intenta dar la vuelta a un concepto negativo y difícil de vender como el NO resultará fascinante para aquel espectador interesado en el lenguaje publicitario. No obstante esta campaña ha sido objeto de estudio y se han utilizado conceptos similares en un entorno bastante más próximo, tanto en el espacio como en el tiempo, como más de uno será capaz de apreciar. Gael García Bernal destaca en una interpretación contenida, soberbia e intensa, protagonizando, en una de las variadas lecturas del filme, el combate intelectual entre dos publicistas brillantes que intentan que su producto supere al de su competidor. Un buen deseo, para terminar, más que un vaticinio, ojalá NO se haga finalmente con el Oscar a la mejor película extranjera en la primera ocasión en que Chile se cuela entre los países finalistas. Lo tiene muy complicado pero lo merecería sin duda ninguna.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imagen referéndum © BC Copyright imágenes “NO” © Fabula, Funny Balloons, Canana Films y Participant Media. Cortesía de Golem. Reservados todos los derechos.
NO
Director: Pablo Larraín
Intérpretes: Gael García Bernal, Alfredo Castro, Antonia Zegers
Duración: 118 min.
Chile, Francia, USA 2012