Este señor, no contento con dejar el tendal de sangre humana, nunca escondió su más intrínseco odio hacia ciertos animales, por algo lo apodaron: El Torero. Y la mayor animadversión se despierta en este señor cuando observa en el cielo el pacífico volar de una palomita.
Ya en 2007, en cielo brasilero, mostraría el impulso criminal que lo conduce a actuar de manera irascible al ver una paloma, y que lo perturba en tal grado que se olvida del partido, de Boca, del rival, y decide apuntar y disparar un pelotazo al pobre animalito.
Y ha regresado a sus andanzas, como ya hemos podido advertir durante la triste noche del miércoles.
Suerte que este señor tiene los pies redondos y nunca le acierta sino al ángulo.