Revista Expatriados

El Rey nunca sonríe

Por Tiburciosamsa
El Rey nunca sonríe
Ocurrió cuando vivía en Bangkok. Había invitado a unos amigos a casa. D. llegó el primero. Me entregó una bolsa de plástico, en la que había un paquetito envuelto con cuidado. "Te he traído eso de Singapur". Cogí la bolsa, la coloqué en un lugar semiescondido y volví a la puerta porque estaban llamando. Lo más curioso es que dentro de la bolsa no había drogas ni una bomba que hubiera traído de contrabando desde Singapur. Dentro de la bolsa había simplemente un libro escrito por un periodista australiano, que no podía comprarse en Thailandia: "El Rey nunca sonríe".
Paul M. Handley trabajó como periodista en Thailandia a comienzos de los 90. Pronto aprendió lo que más pronto o más tarde aprenden quienes escriben sobre Thailandia: que había un tema tabú, sobre el que estaba prohibido apartarse de la versión oficial, el rey Bhumibol Adulyadej. Eso tuvo sobre Handley el mismo efecto que tiene sobre un niño decirle que no se coma el caramelo, porque está a punto de cenar. Apenas hubo abandonado Thailandia, se puso a trabajar en el libro, que terminó en 2006.
La tesis de Handley es la siguiente: cuando el Rey Bhumibol ascendió al Trono en 1946, la monarquía thailandesa pasaba sus días más bajos. En 1932 el último Rey absoluto, Prajadhipok había sido derrocado en un golpe de estado que nominalmente estableció la Monarquía constitucional. De facto el régimen era una dictadura parafascista dirigida por el Mariscal Phibun Songkhram. Prajadhipok se cansó de hacer el papel de figurón y en 1935 abdicó en su sobrinastro Ananda Mahidol, que entonces tenía 10 años y vivía en Suiza. Aquí hay que hacer una precisión: aunque Chulalongkorn, el gran Rey que modernizó Thailandia, tuvo esposas y concubinas como para formar dos equipos de fútbol más sus hinchadas respectivas, la lotería genética no le sonrió y dos generaciones más tarde apenas había candidatos varones al Trono descendientes de Chulalongkorn. Ananda Mahidol regresó a Thailandia en diciembre de 1945, acompañado de su hermano menor, Bhumibol. La Thailandia que se encontró era un país desorientado, que había vivido trece años de dictadura parafascista y una incómoda alianza con Japón, que consiguió abandonar en el último minuto. Ananda Mahidol, con su juventud y su simpatía, cautivó a los thailandeses, pero una cosa es despertar simpatías y otra muy distinta, hacerse con las riendas del poder. Ananda Mahidol murió en extrañas circunstancias en junio de 1946 y la corona recayó en su hermano Bhumibol.
Bhumibol heredó, pues, un Trono que había estado vacante durante trece años y de cuyos dos inmediatos ocupantes, uno se había exiliado y el otro había muerto en extrañas circunstancias. Como para salir corriendo. Sin embargo, según cuenta Handley, "comenzando desde el final de la II Guerra Mundial, los restantes príncipes astuta y sutilmente recompusieron el Estado y la cultura en torno al Trono, como en los tiempos del absolutismo. Con Bhumibol como su herramienta, hicieron que los intereses del Trono quedasen por encima de los del Estado. Atacando no al comunismo, sino al ascenso de la democracia liberal, forjaron alianzas con quien quiera que contribuyese al poder de Palacio, desde los jefes brutales del Ejército, los traficantes de drogas y los banqueros explotadores y los monopolistas hasta el Gobierno de EEUU y la CIA." Lo que siguió fueron décadas de adoctrinamiento masivo de la población en las virtudes de la Monarquía y de su Rey actual. A cambio de esa promoción de su figura y sus poderes, Bhumibol debía sancionar con su imagen y su presencia la perpetuación y el dominio de unas élites que eran prácticamente las mismas que habían detentado el poder durante el tiempo de la Monarquía absoluta. La fortuna increíble que tuvieron esas élites es que Bhumibol resultó ser una persona dedicada y virtuosa: "Pero Bhumibol reconoce y transciende su egoísmo (se refiere al egoísmo de las élites). Cree verdaderamente en un Estado liderado por un Rey dhammaraja tradicional, que hace política según su sabia interpretación del Dhamma. Entiende que quienes le rodean le utilizan sin un compromiso real con el ideal dhámmico. También entiende que su pueblo, los campesinos que no tienen poder en esta jerarquía, implícitamente confían en él para que los represente."
Handley defiende que la visión del mundo del Rey Bhumibol está marcada por la idea tradicional del dhammaraja, el monarca justo que gobierna según el Dhamma. Es una visión del mundo en la que no existe la soberanía popular. Los campesinos y los desfavorecidos están en esa situación debido a su karma. Pueden ser objeto de caridad budista y de obras de beneficencia, pero no son actores políticos. La conducción política del país corresponde a las élites de Bangkok. Handley piensa que el tipo de régimen que el Rey Bhumibol desea para Thailandia es una democracia paternalista, algo parecido al régimen pactista de Cánovas del Castillo. Durante una parte de su reinado, sobre todo en su segunda mitad, habría dirigido sus esfuerzos a impedir que Thailandia evolucionase hacia una democracia real de corte occidental.
Aunque su apreciación sobre las ideas políticas del Rey posiblemente sea correcta, me parecen interesantes las críticas que le hizo el politólogo thailandés Giles Ungpakorn. Ungpakorn piensa que Handley ha atribuido al Rey más poder del que realmente goza. Es la élite bangkokiana y capitalista la que ha dirigido los destinos del país en los últimos sesenta años, utilizando el emblema de la Monarquía cuando le ha hecho falta. Intervenciones clave del Rey en momentos críticos como 1976 o 1992, no habrían sido tanto por iniciativa suya como por impulso de la élite. El problema es que el análisis de Ungpakorn es difícilmente verificable. La figura del Rey se ha sacralizado de tal manera y ciertas decisiones se han llevado a cabo con tanto secretismo que resulta casi imposible saber quién tomó qué decisión en cada momento y de dónde vino el impulso último. Tanto Handley como Ungpakorn pueden estar en lo cierto.
Resulta interesante el análisis que hace Handley de los sucesos de 1992. La versión oficial es la siguiente: el ex-dictador Suchinda Kraprayoon había conseguido ser designado Primer Ministro por el Parlamento, a pesar de que no se había presentado a las elecciones y de que su hoja de servicios era cuestionable. Chamlong Srimuang, el único político de importancia que no había votado la elevación de Suchinda al Primer Ministerio, se puso a liderar a los descontentos, que creían que la elección de Suchinda había sido una conculcación de la democracia. Desde mediados de abril la tensión en Bangkok no paró de crecer. El 8 de mayo llegaron a congregarse 150.000 manifestantes contra Suchinda en Sanam Luang. En la manifestación del 17 de mayo, los manifestantes llegaron a los 200.000. En la madrugada del 18 de mayo se declaró el estado de emergencia. Poco después el Ejército empezó a reprimir violentamente a los manifestantes y se produjeron los primeros muertos. La cifra final de muertos superaría los 1.000 (me refiero a la cifra real de muertos, no a la oficial de 400, que es una buena cifra en todo caso). La noche del 20 de mayo, el Rey convocó a Palacio tanto a Suchinda como a Chamlong. Les pidió que cesasen el enfrentamiento y trabajasen juntos para curar las heridas de los últimos días y luego para cambiar la Constitución por medios parlamentarios. La escena en la que el Rey desde su silla habla a los dos políticos, que están sentados en el suelo respetuosamente, ha quedado fuertemente grabada en el imaginario thailandés. Es la prueba de que el Rey está por encima del bien y del mal y de los avatares de la política; la prueba de que el Rey es el último recurso, cuando los políticos fallan; la prueba de que el Rey vela por los thailandeses y se preocupa por su bienestar. El 20 de mayo de 1992 representó para la imagen del Rey de Thailandia entre los thailandeses, lo mismo que el 23 de febrero de 1981 representó para la imagen de Juan Carlos I entre los españoles.
¿A que la historia de lo sucedido el 20 de mayo de 1992 es bonita? ¿eh? Algo así piensa Handley: demasiado bonita para ser cierta. Handley comienza señalando que en las semanas previas el Rey no había mostrado ninguna inquietud ante las ambiciones dictatoriales de Suchinda. Incluso el 5 de mayo, durante las ceremonias del Día de la Coronación, había concedido una audiencia a miembros del gobierno y había otorgado condecoraciones a 120 personalidades, incluídas algunos de los golpistas de 1991 y sus mujeres. El 18 de mayo, cuando la situación ya se había puesto caliente, Palacio lo pasó recabando información sobre cómo estaba la situación. El 19 eran muchos los que pedían que el Rey interviniera. Finalmente intervino el 20 y ésta es la interpretación que Handley hace de su intervención: "... Claramente puso toda la culpa del estallido en Chamlong y el movimiento pro-democrático, porque no habían aceptado su recomendación de diciembre de buscar pacientemente enmiendas (a la Constitución) (...) Suchinda, por otra parte, había aceptado generosamente la posición del Rey y había reafirmado recientemente que estaba preparado para aceptar enmiendas. El Rey parecía estar preguntando si era así, porque la gente estaba peleándose en las calles. En lugar de reconocer los sentimientos verdaderamente populares y darse cuenta de la negativa del Gobierno de Suchinda a cambiar la Constitución- y la imposibilidad de enmendarla contra la voluntad del senado controlado por los militares- Bhumibol lo había convertido todo en una vendetta personal de Chamlong." El juicio de Handley es que el Rey efectivamente detuvo la violencia y que actuó como mediador en último extremo con gran habilidad. Pero le atribuye una punta de maquiavelismo: "Evitó alienarse a los manifestantes, sus súbditos leales, y condenar a los militares, los hombres que le protegían. También esquivó la cuestión candente de la constitución." Adviértase que Handley no se aparta un ápice del relato de los hechos según ocurrieron. Lo que varía es su lectura de los mismos y no sé porqué su lectura tendría que ser menos válida que la tradicionalmente aceptada.
Pero lo que hace realmente pupa en el relato de Handley es cómo describe las circunstancias que llevaron a la postre a los sucesos de mayo de 1992: "Mayo de 1992 fue una manifestación de las fallas del ideal de Bhumibol sobre el gobierno real, de su prejuicio sin paliativos contra los políticos y de su comprensión equivocada de los cambios sociales que habían ocurrido durante su largo reinado. A pesar de la popularidad de políticos como Chamlong y Chatichai, el Rey seguía comprometido con sus generales. Y ni tan siquiera eran los mejores generales: los corruptos y mercenarios Arthit, Chavalit y Suchinda ascendieron durante el tiempo de Prem mientras que soldados profesionales y no políticos eran apartados. Sin embargo, el Rey y la Reina los preferían antes incluso que a políticos limpios..." Unido a estos comentarios, hay algunas preguntas que Handley se hace, sobre si el Rey no hubiera podido actuar de otra manera, especialmente si era preciso que esperase tres días de disturbios y muertos para intervenir y si no fue muy duro con Chamlong y demasiado suave con Suchinda, que a fin de cuentas era quien había sacado los soldados a la calle.
Los años que siguieron a 1992 fueron más bien deprimentes. Se sucedieron los gobiernos de coalición, en los que los parlamentarios se ofrecían al mejor postor y ningún Primer Ministro estaba seguro de cuándo ni quiénes le darían la puñalada. La crisis económica de 1997 supuso un aldabonazo para el país. El Partido Demócrata de Chuan Leekpai llegó al poder con la voluntad de cambiar el sistema. Se elaboró una nueva Constitución con el objetivo de reforzar los poderes del Primer Ministro y la formación de mayorías fuertes. La Constitución de 1997 es técnicamente muy buena. Por desgracia Chuan tuvo que pasar más tiempo ocupándose de la economía y de lidiar con el FMI que de consolidar la reforma del sistema político. Para cuando llegaron las elecciones de 2001, los demócratas estaban agotados y habían adquirido la imagen de lacayos del FMI, de entreguistas del país a los intereses económicos extranjeros. En esta coyuntura surgió la figura del empresario Thaksin Shinawatra y su partido, Thai Rak Thai. Thaksin parecía traer un nuevo estilo de política, moderno y tecnocrático. Que luego se pareciera más a Berlusconi es otra historia. Thaksin arrasó en las elecciones de 2001.
Handley afirma que en el ascenso de Thaksin tuvo su importancia la astuta manera en la que se ganó los favores de Palacio. Menciona los rumores de que Thaksin se había hecho cargo de los gastos del Príncipe heredero, la operación por la que se hizo control de la incómoda cadena de televisión ITV. También supo asumir como propias ideas y posiciones que le eran muy queridas al Rey Bhumibol: la autosuficiencia económica, la oposición a que inversores extranjeros se hagan con el control de sectores económicos estratégicos (paradójico en un hombre que cuatro años después vendería su compañía de telecomunicaciones a un fondo soberano de Singapur), las campañas para la moralización de la sociedad. Pero, como señala Handley, "...sólo serviría a Palacio en tanto en cuanto le sirviera también a él, pero si sus intereses no coincidían, no sentía la obligación de compensar a Palacio. Además, estaba dispuesto a esnobear públicamente al Trono, así como a jugar a enfrentar a los miembros de la Familia Real entre sí, particularmente al Príncipe y a la Reina contra el Rey y (la Princesa) Sirindhorn".
Entre 2001 y el golpe de estado de septiembre de 2006, Thaksin se convirtió en el amo de Thailandia. Paso a paso fue haciéndose con el control de los principales resortes del poder. El único que se le resistió fue el Monarca. Handley describe las relaciones entre Thaksin y la Monarquía de esta manera: "Yendo más allá que los anteriores Primeros Ministros independientes del Trono Kriegnsak y Chatichai, Thaksin acalló a la oposición políticas, dejó a Palacio con sus rituales y sus símbolos y lo excluyó activamente de sus progamas políticos y sociales. Thaksin demostró además una disposición cínica a explotar la Monarquía cuando le servía..."
Es una pena que Handley dedique tan poco espacio a la figura de Thaksin y a sus relaciones con Palacio. Posiblemente se deba a que durante la mayor parte de ese período ya no estaba en Thailandia. Thaksin es un personaje fascinante y pasarán muchos años antes de que podamos tener una imagen objetiva de él y de sus intenciones. ¿Cuáles eran sus intenciones reales? ¿Suplantar al Rey e incluso fundar su propia dinastía, como algunos thailandeses llegaron a creer? ¿Ser el Lee Kuan Yew thailandés y hacer de Thailandia una República moderna y eficiente como Singapur? ¿Ser un Berlusconi asiático y perpetuarse como el Primer Ministro de una Monarquía cada vez más obsoleta e irrelevante? (Obsérvese que la posibilidad de que quisiera ser un Primer Ministro democrático al uso, que abandona el poder al término de su mandato no me la planteo ni como hipótesis de trabajo). Handley no se plantea estas cuestiones y aunque la redacción de su libro se detiene en julio de 2006, antes del golpe de estado, sí que menciona lo que sería la causa última de la caída de Thaksin: "Thaksin fue minado por su propio ego."
El libro termina con la pregunta del millón, que en 2010 es todavía más apremiante: "¿Puede la Monarquía sobrevivir a Bhumibol?" Handley cree que es posible. Bhumibol ha dejado al Trono en un lugar bien elevado. Indudablemente una parte de la veneración que sienten los thailandeses por él no se transferirá automáticamente a su sucesor, pero el respeto a la Monarquía avivado durante los pasados 60 años continuará. La mayor sombra que Handley encuentra en el futuro es que la genética tampoco ha sido generosa con Bhumibol; el Príncipe Herdero es manifiestamente mejorable. Pero siempre es posible encontrar vías. Handley termina señalando que "La Monarquía puede y debe ampliar su base de apoyo reconociendo el mérito y la honestidad antes que la simple lealtad, o se arriesga a ser dejada atrás por la cultura moderna (...) Extendiendo su reconocimiento a thailandeses exitosos hará posible que el Trono Chakri (nombre de la dinastía) mantenga su reputación de generosidad y sabiduría de una manera que un gobierno secular no puede. El Trono puede seguir siendo un líder moral (...) En última instancia, los miembros de la Familia Real tendrán que hacer uso de una de las mayores prerrogativas tácitas de la Monarquía: su capacidad alquímica y el derecho a reformularse antes de que otros lo hagan. Ésa es la clave para su supervivencia." Moraleja: Handley es un optimista.

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