Del 14 al 20 de julio, LARGO DOMINGO DE NOVIAZGO, y del 21 al 27, YO SOY EL AMOR, en La RampaPor: Mayle González Mirabal
Tomado de Cartelera de Cine y Video
Largo domingo de noviazgo (2010), del francés Jean-Pierre Jeunet, autor de títulos clásicos del cine en su país (Amélie, Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos y Alien: Resurrección), y Yo soy el amor (2009), del italiano Luca Guadagnino (Mundo civilizado, Cuoco contadino y The Protagonists), son dos de los estrenos que se anuncian este mes. Se trata, en ambos casos, de historias de amor; y claro que llevan implícita la poesía.
Jeunet, sobria y elegantemente, como acostumbra, manipula las emociones a través de unos personajes exquisitamente perfilados para ello. Mathilde, una joven supersticiosa y testaruda, intenta descubrir el destino de su novio después de finalizada la Primera Guerra Mundial. Aunque todo indica que el muchacho murió en la contienda, Mathilde se obstina en encontrarlo e inicia una investigación que, además de rememorar el pasado amoroso entre ellos, muestra la austeridad y el desasosiego en que vivieron los soldados franceses en los campamentos militares.
El elenco y el equipo técnico-artístico elegidos por Jeunet para esta cinta coinciden, en la mayoría de los nombres, con los de sus filmes anteriores. Largo domingo de noviazgo podría considerarse un collage de guiños a su filmografía anterior. Audrey Tautou (Mathilde) repite una y otra vez las manías de Amélie y aparecen nuevamente los recursos de la voz en off y las imágenes envejecidas para mostrar los sueños de los personajes. No obstante, el director entrelaza historias secundarias, de argumentos interesantísimos, con personajes bien logrados, como el de Marien Cotillard, que logran crear una atmósfera de apabullante sentido poético.
La fotografía juega con los contrastes entre la belleza del paisaje, la grandilocuencia de la arquitectura francesa y las escenas de la guerra, algunas originales y otras reconstruidas para la ocasión. Y es justamente en esos contrastes gráficos, en perfecta armonía con la música de Angelo Badalamenti, en los que dramatúrgicamente la película alcanza la poesía, más que en los textos utilizados para componer el sentido de la vida. No obstante, este es un recurso empleado por muchísimos cineastas y a algunos les ha quedado muy bien, como a Jeunet en sus primeros filmes.
No lo eligió así el italiano Luca Guadagnino, quien prefirió hacer una película de poco texto, en la cual, la continuidad de las acciones explican los hechos y el uso de una fotografía preciosista trasmite los sentimientos amorosos de sus personajes. Yo soy el amor trata sobre la decadencia de varias generaciones de una familia de la clase alta italiana. Los conflictos entre ellos, las frías pasiones que los envuelven y sus carencias afectivas los llevan a replantearse sus modos de vida y a elegir caminos distintos.
La cinta se presenta como “el amor” y, en ese empeño, divaga en una edulcorada y barroca utilización de planos que rozan el terreno de lo kitsch. Su director no resuelve algunos de los mejores conflictos que desarrolla y apela al uso exagerado de la música; aunque, gracias a la actriz Tilda Swinton, quien interpreta el papel de la protagonista de la historia, estos detalles muchas veces pasan inadvertidos.
Y es que, probablemente, sea este un recurso utilizado conscientemente por Guadagnino, quien, en una entrevista que le hicieran mientras rodaba su película, explicó que prefería los círculos abiertos, porque, como dijera el filósofo francés Jean Baudrillard, “si se resuelven todos los enigmas, las estrellas se apagan”.