Eran épocas en las que Maradona y Carlos Trampeador bilardo cerraban las últimas funciones de la pantomima con el viejo y conocido número de la cachetada. En todo el país se hablaba exclusivamente de lo injusto que había sido que Maradona dejara el cargo de DT de la selección. Los mismos que habían pedido la cabeza de Pekerman después del mundial 2006, exigían ahora la reincorporación del DT del equipo que había jugado el mundial de Sudáfrica.
Eran épocas como éstas, en las que las cosas se hacen para tener razón y no para conocer la verdad. Épocas en las que absolutamente todo es un pretexto para convencer mediante engaños y mentiras a quienes no han sido adiestrados en la sana duda. Épocas en las que gana la convicción y no el pensamiento.
Sin embargo, en todo infierno hay un intersticio que permite a la razón colarse a sembrar la intriga entre llamas de certeza, arguyendo inferencia ante la admonición del cómodo chamuscado. En el paisaje descrito aparecen voces como el ruso Verea, insuflando en la consciencia de los que piensan, argumentos que los convencidos prefieren ignorar para no evidenciar la imposibilidad de confutarlos.