Revista Política
El "tradicional" despacho de vacaciones entre el señor Juan Carlos de Borbón, a la sazón jefe del Estado español a título de rey, y el presidente del Consejo de Ministros, José Luis Rodríguez Zapatero, realizado ayer en Mallorca, ha pasado casi desapercibido para la prensa y el público en general.
Lo cierto es que al decir de la escasa información dada sobre la presunta reunión de trabajo, esta dio comienzo a las seis y media de la tarde y apenas duró una hora, y todo ello en una jornada en la que llovieron chuzos de punta sobre España lanzados por los famosos mercados, al punto que el diferencial con la deuda alemana ha llegado a la cota de los 400 puntos y en muchos despachos financieros europeos comenzó a hablarse de la inevitabilidad de una operación de rescate financiero de España. Pues mientras todo esto pasaba, al parecer la repleta agenda veraniega del señor Borbón le impedía despachar con su primer ministro por la mañana, que es cuando la gente normal trabaja. Y es que la familia real más o menos al completo anda ocupada estos días con las regatas de veleros y el papel que en ellas hace el yate Bribón, que ya es nombre para un barco en el que regatea una familia real por muy sencilla y campechana que sea, o eso dicen.
Los Borbones son gente que de jóvenes, recién llegados al trono, acostumbran a estar poseídos por un loable ímpetu reformista. Luego se van acomodando al oficio y estilo de vida, y cuando se hacen viejos se vuelven unos vivalavirgen sin remedio, que en tiempos dedicaban todo el santo día a cazar jabalíes en el monte de El Pardo y a perseguir señoras alegres en barrios madrileños de mala nota (así pilló alguno la sífilis). Los tiempos cambian que es una barbaridad, y el Borbón actual, que difícilmente puede ya navegar a vela ni perseguir señoras con el ímpetu de antaño (a las fotografías publicadas más de una vez años atrás en medios internacionales me remito, y no solo por lo que hace a las regatas), se ha de conformar con descansar en el palacio de Marivent de su descanso habitual en su residencia de La Zarzuela. Vamos, que una agenda repleta de trabajo intensivo no parece tener el señor Borbón, ni en Mallorca ni en sitio alguno.
Por lo demás las relaciones entre el señor Borbón y Zapatero no parece que hayan sido nunca muy afectuosas, más allá de la pura formalidad entre profesionales de la política. Pero el desaire de ayer bate todos los récords. En la tele se vio a Zapatero llegar solo a Marivent (en tales ocasiones, sus predecesores y él mismo en años anteriores llegaban acompañados por sus esposas) y dominado por la prisa, acaso consciente de que allí estaba de más. Fue su presunto anfitrión quien le hubo de retener con gesto brusco para que posara para los fotógrafos en las escaleras de entrada del palacio. Luego hubo sesenta minutos de palique entre ambos se supone, y finalmente Zapatero se marchó raudo y sin cenar, contraviniendo la costumbre establecida de años hasta ayer mismo.
Algo pasa ahí, pues. Es obvio que Zapatero es un presidente de Gobierno y un dirigente político amortizado -en realidad casi tanto como el señor Borbón como rey, pero esa es otra-, pero la cortesía y la educación marcaban que este último despacho veraniego entre ambos hubiera tenido otra escenificación. Porque el trato desdeñoso del monarca no ha sido a Zapatero, sino a cuantos ciudadanos le tenemos nos guste o no como presidente del Gobierno. Y es que si el señor rey comienza ninguneando a quien hoy por hoy es la máxima autoridad democráticamente elegida por los ciudadanos, quizá comience a ser hora de que muchos de estos ciudadanos se planteen poner punto final de una vez en España a esta comedia de un jefe del Estado no electo, cuya presunta legitimidad no la otorgan las urnas sino los brincos de los reales espermatozoides.
En fin, que vistos los años que ya tiene y el estado general de salud que padece el señor Borbón, pienso que lo mejor que podría hacer sería quedarse en Mallorca para los restos, como un ricacho europeo jubilado más, en vez de continuar ejerciendo un cargo para el que nadie, salvo el general Franco, le eligió en su día. Y de paso, podría mostrar un poco más de respeto por las instituciones democráticas y sus representantes.
La fotografía que ilustra el post ha sido difundida por el propio servicio de prensa de La Moncloa. Obsérvese la distancia física entre ambos personajes, y el aspecto avejentado de Juan Carlos de Borbón.