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El ser teatro: ¿Hay algo filosófico que decir sobre el teatro?

Publicado el 29 noviembre 2018 por Ispamaga @is_ma_ga

La relación entre la filosofía y el teatro es un tema central en los escritos de Platón y Aristóteles y de los dramaturgos desde Aristófanes hasta Stoppard. Cuando Platón argumentó que los dramaturgos y los actores deberían ser expulsados ​​de la ciudad ideal por sus sospechas de imitaciones de la realidad, Aristóteles argumentó que el teatro, en particular la tragedia, era vital para estimular nuestras emociones y ayudarnos a entendernos a nosotros mismos.

El ser teatro: ¿Hay algo filosófico que decir sobre el teatro?

La filosofía y el teatro están íntimamente ligados ya que el teatro es una metáfora del propio universo, como seres humanos somos una serie de signos que están íntimamente arraigados a cuestionarnos a nosotros mismos sobre el escenario (llámese escenario a cualquier lugar en donde seamos). Desde la tragedia griega de Esquilo, el teatro se ha convertido en un lugar para la reflexión sobre los acontecimientos históricos y la moral de los hombres, temas comunes también a la filosofía y, es inevitable pensar el teatro sin partir del propio hecho teatral —me refiero aquí a su dimensión primigenia, en su sentido más esencial—.

La filosofía y el teatro, dos disciplinas que comparten la capacidad de hacer de punto de fuga; no deben ser únicamente herramientas para hacer, sino que más bien, deben internarse en la posibilidad para pensar incluso lo imposible. La palabra, el logos[1], también se encuentra a través del cuerpo, naciendo como nueva forma de representación.

¿Hay algo filosófico que decir sobre el teatro? Incluso dentro de la filosofía del arte, hay poco material dedicado al teatro, en comparación con la música, las películas y las novelas. Uno siempre puede tomar problemas en la filosofía del arte y aplicarlos al teatro; pero, eso difícilmente constituye un área de estudio independiente. Y los uno o dos problemas filosóficos que tienen etiquetas teatrales son frecuentemente, y no injustificadamente, tomados como problemas más amplios en la filosofía del arte.

El problema del placer trágico, por ejemplo, se ha aplicado a novelas, esculturas, películas documentales y paseos en montaña rusa. La catarsis, si existe una concepción filosófica significativa, independiente de la curiosa pero básicamente imposible solución del acertijo exegético, es tomada por la mayoría de los escritores, probablemente incluyendo a Aristóteles, como una característica de algo más que el teatro.

El dramaturgo y filósofo Antonio Buero, dice de la catarsis estética:

«La acción catártica puede dejarnos pasivos o provocarnos el imperioso deseo de laborar a favor de nuestros semejantes, y contra los dolores o problemas que la obra presenta. Si nos impulsa a actuar, lo hace después de llevarnos a una plataforma ética o filosófica, más consistente… por la fuerza ejemplar del argumento y sus pasiones. Dicho de otro modo: por directa impresión estética y no discursiva, pues, la belleza estética es un hallazgo supremo del hombre que, con su sola presencia, puede expresarlo todo sin decir nada».[2]

El teatro es una representación de la realidad, que nos permite verla desde una nueva perspectiva. Se representa a sí mismo, desde sí mismo —cuando actuamos para nosotros o para los otros, de modo único e irrepetible— por lo tanto, el teatro es una acción que reflexiona sobre sí mismo, esto es,  sobre el entorno humano, quizá podría decirse también en el entorno divino, para comprender el sentido de la realidad.

Representar la realidad conlleva a la alteridad, esa necesidad de mostrarse como otro, es ahí que la máscara del personaje aparece para ser un doble de sí mismo, de esta manera se dialoga con uno o ante otros hombres.

 En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche menciona:

«El hombre filosófico tiene incluso el presentimiento de que también por debajo de esta realidad en que nosotros vivimos y somos yace oculta una realidad del todo distinta, esto es, que también aquélla es una apariencia: y Schopenhauer llega a decir que el signo distintivo de la aptitud filosófica es ese don gracias al cual los seres humanos y todas las cosas se nos presentan a veces como meros fantasmas ó imágenes oníricas»[3]

La máscara recrea dialécticamente lo representado por el personaje y el actor que lo representa.

El teatro como la poesía, permanece como una vía del conocimiento, este conocimiento no es algo que se llena de informaciones o, posiblemente, enunciados académicos, sino que mas bien es un conocimiento que parte del hecho de las percepciones, es decir, como un reflejo sensorial dado de la naturaleza para el hombre; esta percepción supone la existencia de objetos materiales que son externos al ser humano y que obran desde sus sentidos para provocar impresiones. El ser humano, mediante estos sentidos, percibe la realidad objetiva.

Según Hegel «el arte deviene un camino de realización espiritual». Si la filosofía lleva a unir la conciencia con realidades distintivas del ser; el arte con sus imágenes, gestos, movimientos, sonidos o palabras, descifrará misterios de la existencia, de esta manera acerca al sujeto a la esencia originaria.

La relación entre teatro y filosofía tiene que ser puesta en practica y sobre todo, experimentada, un ejemplo podría ser La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca, en donde no busca  exponer una corriente filosófica particular, este autor consigue tocar distintos aspectos de modo que fuese necesaria la filosofía a la hora de crear sus personajes, este autor invita a que los lectores y espectadores se cuestionen la realidad en la que están inmersos, de modo que por medio del ser teatro se logra un vínculo con la filosofía ya que quien se apega a esta expresión artística, está participando, por lo tanto, pensando.

Platón en su teoría de las ideas habla del mundo sensible, en este caso, el teatro puede ser un equivalente a ese mundo, el cual representa y recrea las ideas de un mundo intangible que en sí es la realidad donde surgen las preguntas respecto a todo lo que nos rodea. El teatro es un arte que, al permitir que el hombre se encuentre a sí mismo, es una expresión de cómo el hombre se crea una idea del propio ser hombre ya que en la más mínima y pura manifestación del teatro, se debe pensar en cómo somos los humanos, para que las personas puedan representar a los humanos. Aquí es en donde surge la filosofía, la única forma de que un hombre pueda representar de manera correcta a otro hombre es preguntándose por sí mismo, por su comportamiento, sus sentimientos, sus pensamientos, su forma de expresarse, de actuar, y de pensar.

Bibliografía 

Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. Madrid, Alianza, 2003. Intro   ducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual.

Díaz Castañón, Carmen: De la Residencia a La Fundación. Estudios sobre Buero Vallejo. Universi   dad de Murcia, 1984. Mariano de Paco, compilador.

Schajowicz, Ludwig, Mito y existencia. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990.

De Petre, Juan Carlos. El ser teatro. Teatro, vida, oportunidades del ser. Revista Telefondo N° 15,    julio 2012 file:///C:/Users/HP/Downloads/el-ser-teatro-teatro-vida-oportunidades-del-ser.pdf.

Dubatti, Jorge. Filosofia del teatro I: convivio, experiencia, subjetividad. Buenos Aires, Atuel,   2007.

Zavala, Fernando. La Filosofía en el teatro. Crítica teatral, junio 30 de 2017 http://www.criticatea   tral.com.ar/?ver=ver_critica.php&ids=13&idn=914

Acosta, María Fernanda.  El teatro de la Filosofía. Octubre de 2013.    

Estudio 1-La Vida Es sueño, (Calderón de la Barca) 07 de junio de 2012. Youtube. https://www.you   tube.com/watch?v=fcJ987ZtxXk

[1] Schajowicz, Ludwig, Mito y existencia. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990, p.15.

[2] Díaz Castañón, Carmen: De la Residencia a La Fundación. Estudios sobre Buero Vallejo. Universidad de Murcia, 1984. Mariano de Paco, compilador.

[3] Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. Madrid, Alianza, 2003. Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual, pág 43.
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