Revista Opinión

El siglo (IV): La geopolítica (2)

Publicado el 05 julio 2011 por Tiburciosamsa

Lo que marcará la geopolítica de los próximos años lo estamos viviendo ya: EEUU pasará de ser la superpotencia hegemónica a convertirse en un primus inter pares, una situación semejante a la que conoció el Imperio Británico entre 1901 y 1918. La diferencia es que la distancia que separará a EEUU de su más inmediato seguidor, China, será mayor que la que separaba al Imperio Británico de la Alemania Guillermina y de EEUU.

La Administración Bush se aplicó con tanto entusiasmo a que el siglo XXI fuese el segundo siglo de hegemonía norteamericana, que casi se cargan el país. Obama y los que sucedan a Obama pasarán lo mejor de sus presidencias tratando de enmendar el legado que les dejó Bush II el Incompetente. Pasemos revista a algunos de los marrones que Bush le pasó a Obama: un déficit monstruoso, cuyo peor efecto que ha hecho que los inversores, de los que tanto depende la economía norteamericana, empiecen a rascarse la cabeza con preocupación (ésa es la fase previa a la de mesarse los cabellos con desesperación); una sociedad cada vez más dividida entre los ricos y poderosos y el resto; unas infraestructuras obsoletas (quien lo dude que monte en un tren norteamericano y luego lo compare con el AVE); una economía abducida por un sector financiero desregulado y ladrón, mientras se destruía el tejido industrial (es más fácil externalizar a China una fábrica de rodamientos, que traerla luego de vuelta); y dos guerras que han sido un desastre para el país (aunque no para Halliburton y amiguetes, que se han hecho de oro).

En los últimos meses han pasado algunas cosas que me han hecho reflexionar y pensar que éste no es mi EEUU, que me lo han cambiado. Veamos, ocurre lo de Libia y EEUU reacciona con bastante cautela y dejando la voz cantante a británicos y franceses. Luego sucede lo de Siria y no le lanza a Bashir el-Assad ni una mala bomba. ¿Es que Bashir el-Assad le cae a Obama mejor que Gaddafi? ¿O es que, empantanados en Iraq y Afghanistán y con una situación económica preocupante en casa, no hay ni ganas ni recursos para intervenir? Hace poco se celebró en Singapur el Diálogo Shangri-La. El entonces Secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, dijo que se apostaba 100 dólares a que dentro de cinco años la presencia de EEUU en Asia sería igual que la de hoy en día, si no mayor. Ya podía haberse jugado un millón de dólares para ser más convincente. El caso es que no convenció.

Pienso que se ha terminado ese EEUU que se metía en todos los fregados con el visto bueno o no de los demás Estados.

China es un buen rival, pero sabe que no es más que un segundón y que lo seguirá siendo durante muchos años. China sabe que tiene muchas debilidades y ha cifrado sus esperanzas en ser capaz de correr más rápido que sus problemas. Hasta ahora lo ha conseguido. Enumeraré sus principales problemas: el desastre ecológico enorme causado por años de ciego desarrollismo, que es tan grave que ya preocupa a los mismos líderes; las divisiones sociales crecientes entre los que se han beneficiado del crecimiento y los que no, las provincias del interior y las costeras, entre el campo y la ciudad, entre los han y las minorías étnicas, especialmente los tibetanos, los mongoles y los uigures; la tendencia tradicional de las provincias chinas a tratar de vivir su vida en cuanto sienten que el centro flaquea; su falta de fuentes de energía…

¿Realizará China las expectativas de gran potencia que se han puesto en ella? ¿O se repetirá el caso de Japón que en los años ochenta parecía que se iba a comer la economía mundial y hoy está que da pena? No me atrevo a hacer un pronóstico. Pienso que hay un 50% de que se produzca cualquiera de los dos escenarios y que en los próximos cinco años veremos si China sigue su ascenso o si se tropieza y se “japaniza”.

Si China pincha, ¿será la gran oportunidad de la India? India es un milagro. Ha conseguido crear un marco de convivencia democrático y bastante corrupto en el que coexiste un sinfín de etnias y religiones. La argamasa de ese conjunto es la tradición cultural india, algo tan diverso y evanescente, que ni tan siquiera es seguro que exista. Cuando leo que la India puede adelantar a China, veo más wishful-thinking y recelo hacia China que apreciación de las verdaderas posibilidades de la India. Por cada Bangalore que hay en India, existen diez suburbios. No preveo grandes crisis en la India, pero tampoco que la India llegue a convertirse en ese gigante planetario. La veo como lo que ya es, la potencia hegemónica en el sur de Asia, y tal vez adquiriendo mayor peso en dos zonas aledañas, el Sudeste Asiático y Asia Central. También veo a su economía convirtiéndose en una pequeña gran economía a tener en cuenta a nivel global.

Rusia está saliendo del marasmo en que la dejaron el fin del comunismo y la entrada accidentada en el neoliberalismo económico y corrupto de la etapa de Yeltsin. Rusia se está reafirmando como una gran potencia euroasiática, capaz de ladrarle al que se meta en su patio trasero (Cáucaso y Asia Central), como los georgianos tuvieron oportunidad de aprender en 2008. La asignatura pendiente de Rusia es con qué ideología reemplazar al comunismo. La ideología que ha hecho más progresos es el nacionalismo ruso, lo que resulta poco conveniente en un Estado en el que un 20% no es ruso y encima ese 20% es el que más se reproduce.

A Rusia todavía le escuecen haber perdido la categoría de superpotencia, la manera en que EEUU la ninguneó tras 1991 y cómo incluso se le metió en su patio trasero introduciendo a las repúblicas bálticas en la OTAN. Rusia, que se está recuperando y está recobrando la confianza, tendrá un papel geopolítico creciente en lo que considera su patio trasero e incluso mostrará los dientes en áreas de las que ahora está un poco apartada, como Europa Oriental, Oriente Medio y el Norte de África. Además Rusia y China ya han comprendido que hoy en día es más lo que las une (el rechazo a la hegemonía norteamericana) que lo que las separa (diferentes intereses en su frontera común). Esta comprensión ya ha cristalizado en la Organización de Cooperación de Shanghai, que se creó en 2001. Pienso que en el futuro el tándem ruso-chino va a ser un factor a considerar en la política internacional.

De las potencias internacionales emergentes, Brasil es mi favorita. Tiene recursos, tiene un patio trasero importante en el que apoyarse (toda Sudamérica), está muy bien dotada para la “soft diplomacy” y tiene mulatas. La veo surgiendo como la gran potencia regional en Sudamérica, aprovechando el eclipse norteamericano. Una de las características de la era Bush fue precisamente que se sobreextendió tanto que descuidó su patio trasero. Sólo por ese descuido se explica que EEUU no le haya cortado las alas hasta ahora a Hugo Chávez. Por mucho menos de lo que ha hecho y dicho Chávez, la CIA se llevó por delante a Allende en 1973. Eran otros tiempos.

¿Y la UE? La UE lleva quince años desnortada y lo que te rondaré morena. La gran generación de líderes europeístas con visión de futuro (los Delors, Kohl, Mitterand, González…) ha sido reemplazada por unos líderes tan mediocres que en la actualidad Angela Merkel y Sarkozy hasta pueden pasar por brillantes en comparación con lo que hay. El gran error de la UE fue creer que profundización y ampliación podían hacerse simultáneamente, que era posible continuar con la construcción europea al tiempo que se admitía a países tan dispares y algunos tan poco preparados como Bulgaria y Rumanía. El proyecto europeo avanza más por inercia y por los intereses creados de esa gigantesca maquinaria burocrática que se llama la Comisión, que porque se tenga una estrategia clara de adónde se quiere llegar.

En el mejor de los casos la UE se dividirá en dos, la UE de los más capaces de integrarse, y la UE de los que no quieren o no pueden entrar en la categoría superior. Esto ya existe en algunos sectores: están los países del área Schengen y los que no, y los países del euro y los que no. En el peor de los escenarios, que es el que creo que ocurrirá, seguiremos con nuestro viaje a ninguna parte, mirándonos el ombligo, creyendo que seguimos siendo relevantes en la arena internacional, con la Comisión emitiendo normas y más normas y los parlamentarios europeos viviendo de puta madre a costa del erario común.

En algún momento de los próximos años nos daremos cuenta finalmente de que el fundamentalismo musulmán está de retirada. En las revueltas producidas en el mundo árabe los integristas no han jugado ningún papel. La gente ha salido a las calles gritando “democracia”, no pidiendo “sharia”. No he visto que la muerte de bin Laden haya producido grandes manifestaciones en las capitales musulmanas. En los países musulmanes en los que hay elecciones libres, los partidos fundamentalistas no suelen obtener más del 15% de los votos. En Malasia, el PAS (Partido Islámico Pan-malayo) descubrió que debía rebajar el tono musulmán de sus discursos si no quería perder votantes. Allí donde la aplicación de la sharia avanza no es tanto porque las masas la pidan, como por los intereses creados de los políticos y de los ulemas. El fundamentalismo fue la respuesta del mundo musulmán a la modernidad. Hubo un momento, con la revolución iraní, que parecía la ola del futuro. Sospecho que ha empezado a ser la ola del pasado y que el mundo musulmán está a la búsqueda de nuevas formas de afrontar la modernidad.

No creo que el paso a la democracia vaya a ser pacífico ni exitoso en todos los países que ahora tienen sus revoluciones. Mientras que Túnez, Marruecos y Jordania creo que pueden llegar a convertirse en democracias reales, tengo muchísimas más dudas con Egipto, Libia, Siria y Yemen. Casi con que no se conviertan en Estados fallidos o en autocracias al estilo birmano, me basta.

Lo interesante es la tensión que las revoluciones árabes están poniendo en las monarquías del Golfo y en Israel. Las monarquías del Golfo tienen el dinero y los soldados necesarios para frenar la oleada, pero el descontento está ahí latente. Es posible que Arabia Saudí tenga mucha menos visibilidad internacional en los próximos años, en la medida en que deberá dedicar lo mejor de sus esfuerzos a asegurarse que no se produce en su territorio nada parecido a lo de Egipto. Aunque parezca muy estable, no hay más que recordar las revueltas de los shíies en 1980, que fueron ahogadas en sangre, para entender que el fermento del descontento está ahí.

Para Israel las revoluciones árabes traen un panorama geopolítico cambiante e incierto. Era más fácil tratar con unos dictadores que te detestan, pero que son predecibles, que con unos países inestables cuyos líderes no se sabe muy bien con qué pie se levantarán cada día. Por otra parte, si una democracia genuina llega a implantarse en, digamos, Egipto o Jordania, la excepcionalidad israelí como la única democracia de Oriente Medio junto a Turquía, dejará de ser tan excepcional y tal vez empiecen a surgir preguntas sobre cuán democrático es un Estado que trata a los palestinos como les trata.

Y esto es lo que hay. Nos esperan años interesantes. He quedado tan harto de escribir sobre geopolítica que prometo una serie de entradas sobre literatura hasta que se me pase el empacho.


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