Revista Opinión
Dice El País de hoy que una mujer paraguaya recibió una fuerte paliza el martes pasado cuando viajaba en un vagón del metro de Bilbao. Sin mediar otro desencadenante que la estupidez humana, una pareja de jóvenes la agredió físicamente después de insultarla y humillarla. A consecuencia del ataque racista la inmigrante acabó magullada y con un collarín ortopédico.
Según el diario español, la pareja le oyó hablar por teléfono móvil en guaraní e inmediatamente "le dijeron que era una inmigrante que venía a quitar el trabajo y a prostituirse", relata Vilma López, la presidenta de la asociación de paraguayos Guaraní Tetagua, de la que es socia V. E. L." Enseguida llegó la paliza que incluyó arañazos propinados por la chica, y un puñetazo en la cara y patadas en el estómago dados por el chico. El ataque tuvo lugar entre dos estaciones del centro de la capital vizcaína, aproximadamente a las cuatro menos veinte de la tarde en un vagón repleto de gente.
Lo más llamativo del caso no es tanto la agresión en sí como el hecho de que se produjera en hora punta, con un montón de personas delante que no intervinieron en ningún momento en defensa de la agredida. Recordarán que hace un par de años un cretino -que por cierto, o mucho me equivoco o nunca llegó a ingresar en prisión ni siquiera preventiva- dio otra paliza salvaje a una muchacha inmigrante en el metro de Barcelona, ante la indiferencia del único pasajero que la presenció, que por cierto era de origen asimismo inmigrante. El caso de Bilbao es aún más repugnante dado que según cuenta el diario, el vagón iba tan repleto que era difícil abrirse paso en su interior. ¿De qué pasta está hecho pues ese centenar largo de borregos -en toda la extensión de la palabra: como sinónimo de alienados y también de rebaño-, incapaces no ya de defender a la atacada sino incluso de afear su conducta a los agresores?.
Éste es el verdadero peligro, el silencio de los corderos; su indiferencia cuando el machacado es otro. Recuerden Alemania en los años treinta. Porque al cabo el nazismo -y esa pareja bilbaína son dos nazis, aunque ellos probablemente aún no lo sepan-, no triunfó porque algunos miles de psicópatas se dedicaran a pasar a cuchillo a sus semejantes por ser judíos, izquierdistas, homosexuales o miembros de cualquier colectivo constituido en objetivo criminal del nazismo. Los verdaderos responsables de que eso llegara a suceder fueron los millones de ciudadanos que permanecieron pasivos cuando no indiferentes, y en todo caso contentos de no ser ellos las víctimas.
El drama vivido en el metro de Bilbao presagia algo mucho peor que el reverdecimiento de actitudes y mentalidades nazis: la existencia de un clima social que desde ya les garantiza impunidad en sus acciones. De seguir así, lo que vendrá después ya lo conocemos.