Robert Duvall, John Hurt, Kevin Bacon o el propio Billy Bob Thornton están entre los miembros de esta particular reunión (inter)familiar que el propio protagonista de "Monster's Ball" dirige y que pudimos disfrutar en la pasada Belinale. Si "Jayne Mansfield's Car" nos trasladaría más el aroma indie de su encomiable ópera prima ("El otro lado de la vida") que el efecto crowd pleaser de "Todos los caballos bellos" o los anteriores (y olvidables) "Asuntos de Familia", era nuestra gran duda...ya resuelta. Y ni destila aroma indie, ni tampoco busca ganarse al público a toda costa. "Jayne Mansfield's Car" es simple y llanamente, una buena película rebosante de humor, emotividad, y sentimiento. De esas que nos gustan disfrutar un domingo cualquiera, vamos. Hoy nos llega su tráiler, ocasión que se nos antoja inmejorable para recuperar nuestra crónica de la Berlinale.
¿De qué va?
Es un cuento del Sur, pero no es Tennesse Williams, que trata sobre un hombre que consiguió levantar una familia, justo después de que su mujer le abandonara por un inglés y se fuera a vivir a Inglaterra entre la primera y segunda guerra mundial. Cuando la mujer muere, se descubre que su última voluntad era ser incinerada en Alabama. Después de 20 o 30 años, la familia americana y la familia inglesa se reúnen para el entierro con la guerra de Vietnam resonando en sus ecos. Y así empieza la función.
¿Quién está detrás?
Gran noticia. Recuperamos al mejor Billy Bob Thornton ante cámara y tras ella.
¿Quién sale?
Una reunión de ilustres estrellas encabezada por las vacas sagradas Robert Duvall y John Hurt y principalmente secundada por el propio director en el papel de un trastocado (e hilarante) exconvatiente de Vietnam obsesionado con los coches, unhippie Kevin Bacon disipado entre el humo de la marihuana que constantemente le envuelve y el terminator Robert Patrick en plan hermano mayor y ultraconservador.
¿Qué es?
Le Skylab + Un funeral de muerte (en Alabama)
¿Qué ofrece?
Un desternillante y emotivo choque cultural que utiliza una reunión (inter)familiar para conforntar con abrumador sentido del humor y rebosante de sensibilidad y sentimiento, las diferencias culturales, políticas y educativas entre la más estirada sociedad brítanica y la más conservadora sociedad estadounidense a finales de los años 60. El resultado son dos gratificantes horas de hilarante diversión en las que tenemos tiempo para reír a carcajada limpia o, por que no, para poder llegar a soltar alguna que otra emotiva lagrimilla. Y todo, conducido desde el imponente patriarcado de dos viejos rockeros que no teniendo suficiente con ofrecernos el lujo de disfrutarles compartiendo largos planos (a uno se le cae la baba) tienen tiempo, incluso, para coquetear con el LSD.