El Tour en la tele a golpe de tuit. Foto AJR.
Toujours le Tour! Días del mes de julio: vuelvo a ser niño.
Ruedan colores: azules, grises, verdes... ¡y el amarillo!
Bicis y Steiner: bajo la luz de julio rueda el silencio.
Trabajo y ocio: rueda la tarde lenta en la Posada.
Ruedas y músculos entre las sombras verdes: «Comienza puerto».
Seguir la rueda de la Francia profunda: ríos, castillos.
Primer gran puerto, entre aguas turbulentas: le col d'Aspin.
Valle tendido bajo la luz redonda: le Tourmalet. (Ay, aquel tiempo de palabras gemelas: ¿dó fue l'Aubisque?)
Cruza las cumbres la proverbial serpiente multicolor. Y a cada paso la rueda del recuerdo vuelve a girar.
Con luz de otoño, rueda entre viento y lluvia el arcoíris.
Por la llanura, el pelotón compacto en tensa espera.
Ruedan los cuerpos y vuelan las palabras: le Mont Ventoux.
[Silencio triste: contra la muerte bárbara rueda la vida.]
Estas llanuras de franco asentimiento (cabezaditas). Y las inanes, entre l'ennuie y la murria, conversaciones.
Pancho, gran aficionado, tampoco las tenía todas consigo...
Cuestas en sombra: bajo el sol de los Alpes, el Tour cabalga.
Esa agonía —rueda a rueda de rueda— del perseguido. Y el sudor sordo —a rueda de la rueda— del que persigue.
¿Las emociones? Bosques, cultivos, lagos, desfiladeros... Si uno se fija se ven los elefantes (y, al lado, Aníbal).
Cronoescalada: Froome lo devora todo. Como Saturno.
R. Llansola: Saturno devorando a su hijo (2004).
Habla, memoria, de aquellas escapadas de un día entero.
Bravo, Purito. Más bravo todavía: Ion Izagirre.
Y junto al Arco,
París bajo las ruedas,
ya todo es Triunfo.
Toujours, ma vie, je m'en souviens autour le Tour de France.
***** Como cada mes de julio desde hace ya más de medio siglo (¡se dice pronto!), he seguido con atención el Tour de Francia, que hoy concluye. No ha sido, precisamente, el más apasionante. Incluso algún aficionado montaraz no ha dudado en calificarlo como el Tour más aburrido de la historia. No diría tanto, pero tampoco mucho menos. La temprana caída de Contador y su posterior abandono lo dejaron reducido a un presumible duelo entre Chris Froome y Nairo Quintana, que finalmente no tuvo lugar por incomparecencia del colombiano, al parecer mermado en su salud. Además, la etapa del Mont Ventoux, sin duda la más esperada, no pudo culminar en los cinco pelados kilómetros de la cumbre, azotada por vientos de hasta 130 km por hora. Así que nos quedamos con las ganas de conjurar tragedias del pasado y, más aún, de ver manifestarse al fantasma de Petrarca para coronar con laureles frescos el esfuerzo del ganador. En contrapartida, el caos de la llegada de esa etapa hizo posible la insólita e inédita escena de un maillot amarillo corriendo a pie en dirección a la meta, una imagen del todo inverosímil que por momentos convirtió la Grande Boucle en una variante de la triatlónica Quebrantahuesos. Este Tour no ha carecido de instantes salvados de la murria canicular. Junto al esfuerzo notable de ciclistas ya veteranos (Cavendish, con sus cuatro triunfos, el melenudo Sagan, hábil como un zorro, Nibali, Aru, o nuestros Valverde y Purito, este último ya de despedida), ha sido notable la confirmación de ciclistas emergentes (Pantano, Bardet...) y el despuntar de algo más que jóvenes promesas (Yates, Alaphilippe, un nombre que lleva el ánimo incorporado). Todo ello, naturalmente, bajo el dominio impecable de un Froome que, a día de hoy, parece imbatible, aunque en algún momento dio muestras de estar a punto de flaquear. De los momentos felices, sin duda el más alegre fue el triunfo de Ion Izagirre, en la penúltima jornada, tras su vertiginoso descenso del col de Joux Plane, en la etapa más vistosa de la ronda (ayer mismo). También la tristeza y la repulsa por el atentado de Niza estuvieron presente en la carretera: con buen criterio, las ruedas, como la vida, siguieron girando. Como esta ha sido el primer Tour que he podido seguir, a salto de mata y sin suspender mis actividades laborales, con un iPhone cerca y una cuenta de Twitter, @lfredojramos, se me ocurrió la idea de tratar de resumir el clima de cada jornada en un tuit, con ritmo de coplilla de tres o seis radios. También he colgado en mi TL, y en cuasidirecto, los finales de todas las etapas, con un breve comentario. En los TuitTour, todos ellos ilustrados con imágenes tomadas en su mayoría de la retransmisión de RTVE, me propuse, a modo de obligación formal, que cada estrofa llevara incorporada la palabra «rueda», en cualquiera de sus acepciones. Pero también me he tomado la licencia de saltarme la norma cuando me ha parecido bien. Dudo que la recopilación, en su zigzagueo, consiga evocar lo que ha sido esta 103ª edición del Tour. Pero me daba pena que el esfuerzo se perdiera en las inmensas cloacas de las redes sociales. Así que he preferido trasladar la serie a la cámara frigorífica del blog, por si a alguno de los visitantes de la Posada le suscita interés. La próxima gran cita ciclista, además de los juegos olímpicos, será la Vuelta a España, que este año dará sus primeras pedaladas junto al Sil, en una etapa que confío en poder seguir en directo.