Nada se pierde, todo se transforma, cantaba Drexler sobre un escenario. La canción no habla del mercado laboral, se desprendería de su esencia, pero podría hacerlo y el estribillo nos seguiría sonando bien. Porque el mercado laboral está cambiando y no podemos caer en la trampa de pensar que somos el foco de un hecho exclusivo. El ludismo durante la Revolución Industrial surgió porque las máquinas, innovaciones tecnológicas de su tiempo, sustituían a la mano de obra. Donde hacían falta 100 trabajadores, sobraban 90. Y crecía el desempleo. Y el desempleo es el camino hacia el hambre y los días sin pan hacen hervir la sangre. Lo que el tiempo nos ha enseñado es que se sigue cosechando el trigo (nada se pierde) pero que la forma de hacerlo ha cambiado: la maquinaria necesita construirse para después ser conducida a través de la tierra (todo se transforma).
La automatización creará tantos empleos como los que destruiráLa pasada semana se presentó el "Informe Adecco sobre el futuro del trabajo en España". La empresa de recursos humanos recoge las opiniones de 40 expertos en dicho ámbito sobre el futuro del mercado laboral español. El 65% de ellos opina que la automatización destruirá tantos empleos como los que creará. Es decir, las máquinas pueden ser nuestras manos pero de lo que no se puede prescindir es del cerebro humano que está detrás y de su capacidad de creación, instrumentalización, control, resolución de problemas e innovación. Algo que, como se apunta en el primer párrafo, ya ha sucedido con anterioridad. Los avances tecnológicos son "avances" y no "retrocesos" porque están concebidos para aumentar la productividad. Ahora bien, nos enfrentamos a una reto fundamental: debemos paliar el desequilibrio existente entre la innovación y las habilidades humanas necesarias para la adaptación al cambio.
El empleo del futuroTodo cambio es una oportunidad. En las últimas décadas, además de los avances en el campo de la tecnología, somos participes de una transformación en la forma en la que nos comunicamos. Lo inmediato nos ha conquistado y mientras miramos el correo electrónico tenemos un ojo puesto en el móvil. A todo ello se añade el cambio demográfico con todas sus consecuencias: los negocios orientados a la tercera edad están por explotar. Cambios que harán que el futuro del empleo en España pase, como opinan mayoritariamente los expertos consultados, por las empresas tecnológicas y de I+D+i, el turismo y el ocio, la salud y el bienestar y por la energía ya que no podemos ser tan energéticamente dependientes eternamente. En el lado contrario están los trabajos más tradicionales: agricultura, comercio, alimentación, construcción y servicios bancarios. Ya hemos visto en los últimos años como el comercio electrónico le está comiendo terreno al tradicional y en el cristal de lo que fue una sucursal bancaria cuelga un cartel se "se alquila".
Fuente: Adecco
El trabajador del futuroUn boceto del empleado del futuro podemos atisbar ya en las páginas de búsqueda de empleo. En 2025 el perfil más valorado será el de una persona con:
a) habilidades transversales,
b) facilidad en la adaptación al cambio,
c) proactividad en resolución de problemas; y
d) dotes sociales.
Nada que, una coma aquí, una coma allá, no se describa en las actuales ofertas de empleo. Las profesiones relacionadas con la tecnología y con el mundo digital proliferarán así como las de atención al cliente, comercial y marketing.
Fuente: Adecco
El gran problema de desequilibro entre formación y mercado laboralEl informe señala que " el desarrollo económico de España dependerá en gran parte de la capacidad del país de generar conocimientos científicos, tecnológicos e innovadores y de tener un liderazgo empresarial en I+D+i". En este punto debemos meter una o dos velocidades más porque durante mucho tiempo vivimos el presente ignorando los cambios que se estaban produciendo. Ahora nos han pillado con la mente en el ladrillo y debemos cambiar el chip. Una de cada tres empresas, recalca Adecco, percibe desajuste entre las habilidades que se demandan y las que se ofertan. La historia de siempre. Un estudiante sale de la facultad de economía, hablando desde la experiencia, sabiendo hacer asientos contables a mano y con un manejo de Excel que raya lo amateur. Mira ofertas, sacando pecho con el título en la mano, y sin experiencia (o escasa) le piden dominio de SAP y Excel nivel experto (se hará prueba). Una persona que a duras penas aprendió a hacer una nómina en la carrera; ¿cómo coño va a saber a manejar SAP si casi no sabe ni lo que es? El desequilibro entre la formación y el mundo laboral es el obstáculo que puede hacer que el desempleo aumente ya no porque las máquinas nos quiten el trabajo sino por la carencia de conocimiento para la adaptación al cambio.
El mercado laboral conduce un deportivo y la formación empieza a estar incómoda sobre el sillín de la bicicleta. Vivimos días de internet, redes sociales, diseño gráfico, comercio electrónico, big data, programas integrales de empresa y multitud de información que debemos depurar. La formación debe entrar en el S.XXI y si bien los conocimientos teóricos siguen siendo importantes también lo son las herramientas para implementarlos.
La formación debe adaptarse a la nueva realidad en todas sus formas:
1.Formación convencional (incluida la universitaria y la formación profesional).
2.Formación de los desempleados (políticas activas de empleo).
3.Formación del empleado dentro de la propia empresa.
Al mismo tiempo las empresas tienen que ser capaces de comunicar sus necesidades para que la adaptación se haga de la forma más eficiente posible. La comunicación empresa-trabajador debe ser habitual y la adaptación a los nuevos tiempos debe darse en las dos direcciones. Porque "nada se pierde, todo se transforma" pero todo el tiempo que pase entra la transformación y el progresivo aprendizaje es como si fuese perdido.