Revista Cultura y Ocio
Aquí conté los esfuerzos desesperados de Mindon, el penúltimo rey de Birmania, por modernizar su país y ser aceptado como un igual por los británicos. A su sucesor, Thibaw, le tocó hacerse cargo de un país arruinado, modernizado a medias, con las etnias minoritarias desgajándose y con los bucaneros británicos acechando para comérselo a mordiscos. Hubiera sido un reto de marca mayor para cualquier gobernante de genio. Pero, encima, Thibaw no era un gobernante de genio.
Thibaw había recibido educación tanto británica como tradicional monástica. Era un joven tímido y un poco retraído que más tarde como rey se reveló débil y, según algunos, disoluto. Aunque su poca fortaleza de carácter no importa tanto. Del carácter que él no tenía, disponía a raudales su mujer, Supayalat, quien además era hermanastra suya. En realidad, Thibaw no hubiera llegado a rey si no se hubiera enamorado y casado con Supayalat.
En los últimos años de Mindon, una de las personas más influyentes en la corte era la Reina del Palacio de Enmedio, Hsinbyumashin. Entre las facciones que competían por situarse de cara a la sucesión y deseaban determinar el futuro del país, estaba la de Kinwun Mingyi, un reformista que entendía que su mejor oportunidad para implantar las reformas que el país requería estribaba en que el sucesor de Mindon fuese un hombre débil e influenciable. Kinwun Mingyi necesitaba de aliados que le ayudasen a apartar a los conservadores de la corte y encontró en la Reina del Palacio de Enmedio a su aliada natural.
La Reina del Palacio de Enmedio era la reina principal del Rey Mindon, desde la muerte de la anterior reina principal. La Reina del Palacio de Enmedio tenía tres hijas, una ambición desmedida y un objetivo en la vida: que el próximo rey de Birmania fuera el marido de una de sus hijas. Que Thibaw, que era de sangre real, se enamorase de su hija Supayalat y que encima fuese de carácter débil, le resolvió la papeleta. Ya tenía a su candidato. El 15 de septiembre de 1877 logró que fuese designado heredero al trono.
El 1 de octubre murió el Rey Mindon. Durante las semanas previas, la Reina del Palacio de Enmedio había ordenado que encarcelasen a varios miembros prominentes de la familia real, incluyendo a todos los príncipes reales. El único que logró escapar fue el Príncipe Nyaungyan, que se disfrazó de coolie y huyó al territorio controlado por los británicos.
Los siguientes meses trajeron un frenesí de nombramientos que parecían presagiar un reinado reformista e iluminado. Kinwun Mingyi fue colocando a sus aliados en las principales posiciones de poder, mientras que apartaba a los miembros de las facciones más retrógradas. Reforzó la posición del Primer Ministro, cargo que él mismo ocupó, haciendo que los ministros jurasen no ante el Rey, sino ante el Rey con el Consejo. Kinwun Mingyi empezó a organizar la Administración según parámetros occidentales y a relegar al Rey a una posición de monarca constitucional a la europea. Incluso llegó a sugerirle a Thibaw que hiciese un viaje a Europa. Los bienintencionados dicen que quería que se empapase bien de modernidad europea. Los malpensados pensamos que quería quitárselo de encima para poder maniobrar sin impedimentos.
Kinwun intentó también congraciarse con el Imperio Británico. No había aprendido nada de lo que le ocurrió al Rey Mindon. Firmó un acuerdo con una empresa inglesa para que construyera el ferrocarril, liberalizó el comercio y permitió que los británicos tuvieran una guardia armada en la residencia de su Embajador.
Supayalat empezó a pensar que Kinwun era demasiado diligente. El bendito de Thibaw no se coscaba de nada y hasta estaba encantado de irse de gira por Europa, gira de la que finalmente le disuadiría su mujer. El 13 de febrero de 1879 varios de los ministros fueron cesados y arrestados. Los dos días siguientes los príncipes y princesas detenidos fueron ejecutados: 31 de los 48 hijos de Mindon y 9 de sus 62 hijas fueron asesinados. No está del todo claro lo que ocurrió, pero la hipótesis más probable es que Supayalat ayudada por sus leales en los cuerpos de élite del ejército decidió mostrarle a Kinwun quién mandaba y de paso cepillarse a príncipes que pudieran rivalizar con su marido. Kinwun eludió el enfrentamiento directo, afirmando que conocía y estaba de acuerdo con el cese y arresto de varios de sus ministros. ¿Y el papel de Thibaw en todo esto? La mayor parte de las fuentes dicen que estaba papando moscas.
Tras los sucesos de febrero de 1879 el poder en Mandalay estuvo de facto dividido en dos facciones. Por un lado estaban los reformistas de Kinwun, que habían quedado debilitados. Por otro estaba Supalayat y el círculo de amigos de Thibaw, que además tenían importantes aliados en el ejército. El ritmo de las reformas se frenó a causa de las interferencias de palacio , que además se hizo con el control de los importantísimos ministerios de la Guerra y de Hacienda. ¿Cómo gestionaba Thibaw esta situación de tener dos facciones poderosas enfrentadas? De ninguna manera: le bastaba con que Supayalat se encargase y él, mientras, papando moscas.
Los sucesos de febrero de 1879 tuvieron otro efecto: muchos británicos tenían ganas de dejarse de pamemas y hacerse con el control efectivo de lo que quedaba de la Birmania independiente. La masacre de los príncipes reales ofrecía una excusa ideal: los birmanos eran unos bárbaros que se masacraban entre ellos y lo mejor que podía pasarles es que los británicos vinieran a protegerles de sí mismos. La ocupación de Afghanistán, en marcha por esas fechas, impidió que los planes de intervención en Birmania pudieran llevarse a cabo.
Tener dos facciones divididas luchando en el poder y a un enemigo exterior poderoso deseando intervenir es ya suficientemente malo. Peor es cuando, además la situación en la que te encuentras es desesperada. El Estado era deficitario, pero las circunstancias le impedían recurrir a dos fuentes obvias de ingresos: subir las tasas aduaneras le granjearía la enemistad (todavía más) de los británicos y aumentar los impuestos fomentaría rebeliones. El Gobierno intentó establecer algunos monopolios estatales que proporcionasen algunos ingresos, pero la presión de los comerciantes británicos fue tan fuerte, que tuvo que desistir. Al Gobierno no le quedaron más que dos recursos: la venta de concesiones, que fueron en su mayor parte a manos extranjeras (¿nos suena lo de convencer a un país tercermundista de que debe privatizar sus servicios y empresas públicos para que los adquieran empresas de países del primer mundo?) y reformar el sistema impositivo, excesivamente complicado y que no había logrado desplazar del todo a antiguas formas de imposición. También introdujo la lotería, que pronto se convirtió en una fuente de corrupción, cuyas ganancias tendieron a desviarse cada vez más de las arcas del Tesoro.
Como si no tuviera bastante con la penuria económica, el gobierno se puso a modernizar la Administración del país, es decir a hacer aquello que sólo deberías hacer a fondo cuando tienes dinero. El objetivo era crear un Estado más burocrático y centralizado. Lo que se consiguió fue crear un carajal considerable en las provincias, donde las nuevas estructuras y las antiguas coexistieron como pudieron.
Una cosa que tuvo en común Thibaw con otros modernizadores como el Emperador Meiji en Japón o el rey Chulalongkorn en Siam, es que una de las áreas en cuya modernización puso más empeño fueron las fuerzas armadas. Para 1880, ya había conseguido crear un pequeño ejército profesional de 15.000 hombres según el modelo europeo y el país podía producir municiones y pequeñas bombas. Asimismo se creó una pequeña fuerza fluvial y se construyeron fuertes ribereños para bloquear el tráfico del Irrawaddy. Para mosqueo de los británicos, los birmanos recurrieron a franceses e italianos para realizar estas reformas.
Thibaw tuvo problemas para afirmar su autoridad casi desde el principio. Había heredado un estado quebrado. Algunas de las minorías de la periferia se aprovecharon de la situación. Los shan, instigados por los británicos que ambicionaban los bosques de teka en los que vivían, prácticamente entraron en rebelión. Las minorías del noreste del país empezaron a verse atraídas hacia la influencia francesa. Thibaw empeoró las cosas negándose a tomar a las hijas de los príncipes shan como esposas de segundo rango. Bueno, estoy seguro de que esa idea no fue de Thibaw sino de Supayalat. A menudo la gente piensa que la poligamia de los reyes era para satisfacer su libido, que también, y se olvida la función política que tenía de cementar las alianzas con los vasallos.
Una buena parte del reinado de Thibaw se pasó en campañas militares contra los shan que costaron muchos recursos y las vidas de muchos nobles. ¡Y pensar que con unos cuantos polvetes habría podido asegurarse la paz con los shan! Y es que la monogamia puede ser muy perniciosa, sobre todo para los reyes.
El desorden también ganó las campañas del centro. Apareció el bandidaje, fruto de la mala situación económica, de la pauperización y de las crecientes dificultades del Gobierno para imponer su autoridad efectiva. Se creó un círculo vicioso que se retroalimentaba: a más bandidos, menores ingresos para el gobierno, con lo que había menos recursos para imponer la ley y el orden y crecía el número de bandidos. La situación era tal que, tras haber enviado una misión de investigación, el rey y sus consejeros decidieron que la política a seguir debía ser la de… amnistiar a los bandidos.
O bien Thibaw y Supayalat eran estúpidos o bien eran inasequibles al desaliento. Poco antes del final aún tuvieron el humor de enviar al sastre de palacio y a dos funcionarios palaciegos más a Rangún para que trajeran la última moda de Rangún. Thibaw se puso muy contento cuando le trajeron un elefantito albino (símbolo de un reinado auspicioso en el Sudeste Asiático) y ordenó que le construyeran un palacio. Mientras se desarrollaba la crisis final con los británicos, Thibaw aún tuvo el humor de invitar a Mandalay a un grupo de actores de teatro parsis de Bombay. Volviendo a la pregunta que me hacía al comienzo de este párrafo, creo que ya tengo la respuesta: eran estúpidos.
Hay algún historiador que afirma que el problema de la corte birmana en esta tesitura consistió en que fue demasiado testaruda para ver cuál era su situación de dependencia con respecto a los británicos y aceptar la realidad de las cosas. En lugar de eso, hasta el final, los birmanos intentaron jugar a que seguían siendo un estado soberano. Creo que son esos historiadores lo que no ven la realidad de las cosas. Birmania estaba condenada. Los intereses comerciales británicos ya la habían puesto en el punto de mira. Como mucho, si se rendía sin causar problemas, conservaría su monarquía y cuatro símbolos más, mientras que el poder político y económico quedaría en manos de los británicos.
En 1885 Birmania sufrió la tormenta perfecta. Los comerciantes británicos no veían el momento de apoderarse de las riquezas de lo que quedaba de Birmania. Los birmanos, en un intento de sacudirse el yugo británico mandaron a comienzos de ese año una embajada a Paris para firmar un tratado de amistad y encontrar un contrapeso a los británicos. Finalmente, Lord Randolph Churchill fue designado Secretario de Estado para la India y andaba buscando una buena guerra que le subiese el ánimo.
La excusa para la guerra fue la disputa entre el gobierno birmano y la Bombay Burma Trading Company a la que el primero acusó de haber talado árboles fuera del área que tenía concedida y no haber reportado esos ingresos ilegales. Los británicos exigieron que los birmanos aceptaran un árbitro británico para que resolviera el contencioso; es decir, estaban diciendo que no se fiaban de la justicia birmana en su propio país. Los birmanos se negaron y los británicos les echaron un órdago a grande: tenían que aceptar un nuevo residente británico en Mandalay, debían suspender cualquier acción contra la Bombay Burma Trading Company en tanto no se hubiera incorporado el nuevo residente, tenían que entregar a los británicos el control sobre sus relaciones exteriores y debían dar facilidades a los británicos para el desarrollo del comercio entre Birmania y China. El ultimátum equivalía a decirles a los birmanos: o renunciáis a vuestra independencia por las buenas u os la quitaremos por las malas.
En contra de lo que afirman los historiadores a los que me referí antes, la corte birmana no era tonta, si descontamos a Thibaw. Hubo serias deliberaciones sobre el curso a seguir. Eran conscientes de que estaba en juego lo que les quedaba de independencia y de que tenían pocas posibilidades de ganar si estallaba la guerra. Optaron por conceder a los británicos todo lo que pedían, salvo el control de sus relaciones exteriores. Incluso trataron de atraer el interés de Francia, Italia y Alemania, los otros tres países europeos con los que tenían relaciones diplomáticas.
Su oferta cayó en saco roto. Los británicos, bajo el impulso del impetuoso Lord Randolph, ya habían decidido que un estado birmano vasallo y sometido les resultaría menos beneficioso que la anexión pura y dura. La guerra fue rápida. El Ejército birmano estaba anticuado y desgastado tras años de lucha contra los shan y los bandidos.
Los británicos entraron en Mandalay el 28 de noviembre de 1885, dieciocho días después del inicio de las hostilidades. Al día siguiente Thibaw y su familia salieron de Mandalay en un carro de bueyes que les condujo a un embarcadero en el Río Irrawaddy para tomar el vapor que les llevaría al exilio.
Cuando llegaron al embarcadero, una guarda de soldados británicos presentó armas. Viendo las bayonetas levantadas, Thibaw se puso de rodillas y pidió que no le matasen. Así, con un toque de ridículo, terminó la monarquía birmana.