Revista Cultura y Ocio

El último septiembre. Elizabeth Bowen

Por Mientrasleo @MientrasleoS
El último septiembre. Elizabeth Bowen
     "Hacia las seis el sonido de un motor, procedente primero del vasto paisaje y concentrado luego bajo los árboles de la avenida, convocó en la escalinata a todos los habitantes de la casa en un estado de gran excitación. A la altura de las hayas, resonó una delgada verja de hierro; el coche emergió de una maraña de sombras y se deslizó pendiente abajo hacia la casa. Tras los destellos del parabrisas, el señor y la señora Montgomery -brazos agitándose en el aire y el velo malva de ella revoloteando furiosamente- saludaban con frenesí. Eran visitantes largamente esperados. Todos proferían exclamaciones y gesticulaban: nadie hablaba todavía. Era un momento de felicidad, de perfección."

     No sé vosotros, pero yo siempre hay nombres a los que quiero acercarme pero acabo posponiendo por falta de tiempo. Eso supone que en vacaciones aprovecho para acercarme a uno o dos y así quitarme las ganas, al menos. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El último septiembre.
     Estamos en los años veinte, en plena guerra de independencia irlandesa. Se vive una guerra de guerrillas entre el ejército británico y los denominados Black and Tans irlandeses. En este contexto, muchas familias angloirlandesas pudientes, optaron por crear sus pequeños mundos entre los muros de sus grandes mansiones. Este es el contexto en el que conocemos Danielstown, una mansión situada en el condado de Corck en la que viven los Naylor. Ajenos en la medida de lo posible a una guerra que tratan más como si fuera un rumor, ellos siguen entre reuniones y fiestas de tenis, intentando llevar una vida normal entre los muros de su casa. Y será entre estos muros que veamos como su sobrina, la joven Lois, intenta abrirse paso a la edad adulta, reflejándose en ella más que en nadie, ese punto entre la curiosidad y la negativa a permanecer ajena al exterior, lo sucedido para una gran parte de la sociedad. Sin embargo, todo aislamiento es ficticio y poco a poco seremos conscientes de que la vida exterior también llegará a Danielstown.
     Hablar de Elizabeth Bowen siempre va acompañado de comparar a esta autora con otros grandes nombres de la literatura, ya sea Austen o Woolf (que mira que me parecen dispares), así que la curiosidad estaba servida. Me he encontrado con un fresco de época que refleja el aislamiento que tantas veces ha intentado la alta sociedad antes los cambios venideros, ya fueran sociales o incluso conflictos bélicos. Bowen escribe la novela en 1929, cinco años después de finalizar el conflicto, y vierte en esta casa los rasgos de las que conociera así. De este modo consigue trasladar al lector la sensación de irrealidad tanto como la de pequeña isla y, entre descripciones de reuniones y horas de la comida, nos sentamos en las escaleras después de la cena disfrutando de la falsa serenidad de la noche. Y digo falsa porque es imposible que no se cuelen comentarios vestidos de trivialidad que reflejan el conocimiento de lo que sucede fuera de las puertas de Danielstown, una casa que llega a convertirse en un personaje casi central de la historia. Y aquí es Lois la encargada de ello, con sus inquietudes y sus comentarios sobre armas enterradas, incluso en su relación con el joven soldado Gerald, que no sólo no es aceptada, sino que ni siquiera se tiene en cuenta la posiblidad en esa casa de que algo así pueda suceder.
     Bowen nos dirige con calma por la novela sin buscar un hilo argumental que nos tenga en vilo, pero dejando claro desde las primeras páginas que algo sucederá, como si estuviéramos en una suerte de réquiem sostenido por una prosa magnífica salpicada de pequeñas descripciones que nos transportan a la época y el lugar. Sin embargo, y al igual que sucede con los protagonistas que optan por el silencio para enmascarar lo que sucede a su alrededor, Bowen parece también optar por este recursos, y me ha dejado con las ganas de conocer un poco más las relaciones de la familia con el entorno. Esa negación a ver lo evidente de las clases altas que tan bien han trasladado otros autores, queda velada por el hermetismo, y no nos deja ver conflictos reales, dejándome la impresión de estar ante una situación vivida por la propia Bowen de la que no ha podido terminar de desembarazarse.
Con todo ha sido una buena lectura, y he conocido al fin las letras de una mujer a la que tenía ganas. Aunque, como suele pasar cuando un nombre va acompañado de grandes comparaciones, no haya estado a la altura de lo esperado.
     No tengo cortesía, ya es miércoles y aún no os he preguntado qué estáis leyendo esta semana.
     Gracias.

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