Espera… la novela gráfica de Jason se encuentra cargada de dramatismo a la vez que de realidad. Es la historia de una amistad truncada y perdurable a través del tiempo en la que el protagonista va desgranando sus relaciones hacia los demás, sus preocupaciones, sus sueños. Exactamente los mismos que los de cualquier chaval de su edad. Con el inicio enmarcado en aquellos días de vacaciones en verano, en los que los juegos en la calle y los paseos sin sentido se afianzan de la rutina, la trama se va desarrollando alrededor de momentos tan nimios que van sembrando nuestro desarrollo. Una simple palabra, un sencillo “espera…” que se condensa en apenas unos segundos, puede señalarse en tu piel de por vida y acompañarte en tus sueños.
Esa misma condensación es la que da sentido a toda la historia. Espera… se caracteriza por el uso del diálogo justo, breve a la vez que preciso, evitando cualquier expresión superflua. Todo, incluido cada trazo que acompaña al personaje, adquiere importancia. Lo que no importa, no se dibuja. De ahí las páginas de cuadrículas limpias y cómodas a la vista. Sin embargo, es una de esas historias repletas de carga sentimental y significado en poco más de setenta páginas de ilustraciones en blanco y negro de trazo sencillo, en las que las palabras sobran porque, simplemente, los sentimientos son difíciles de explicar verbalmente. En un mundo imaginario a la vez que real, nos damos cuenta de cómo un instante preciso es suficiente para hacernos mayor. Y dejar atrás la inocencia juvenil y el primer amor, aquél que fracasa y que se queda clavado para siempre.
Es el salto de los sueños llenos de vitalidad en los que la vida se estructura de forma ordenada y segura, un orden irreal de algo que, por sí mismo, es caótico. Nada acaba siendo como lo esperamos y, a veces, la vida se entorna fugaz, infeliz e incluso sin sentido. El trabajo y la soledad absorberán por completo al protagonista hasta llegar a plantearle si realmente era más feliz en la infancia o, simplemente, era la vida que tenía destinado vivir. Un final inquietante, reflexivo a la vez que dramático que, aseguro, no dejará indiferente a ninguno que se lo lea.
Imprescindible de leer por la forma de contar una realidad extrapolable a cualquier experiencia personal, despertando el lado personal más crítico acerca de la vida que llevamos y que encauzamos día a día e invitando a la reflexión de nuestros lazos con los demás, nuestro afán de superación o, por el contrario, caer en los brazos de la desidia. Una novela que engancha y da pena terminar.
Juanjo Sánchez