Ayer noche nos reunimos 14 amig@s para celebrar el final del curso académico de nuestros hijos y el solsticio de verano. Quedamos en este coqueto restaurante, el primer argentino que abrió en la ciudad de Madrid, allá por 1977.
Nosotros ya conocíamos el antiguo enclave en la calle Villaamil, cerrado por causas mayores...
Estas imágenes ilustran el aspecto del comedor, con aires nostálgicos, periódicos antiguos, fotos del cantante Carlos Gardel por doquier, acordeones, foto gigante de la calle de Corrientes, banderines de los equipos locales y mil cachivaches más...
Al ser un grupo numeroso optamos por el menú, que nos permitía degustar todas las especialidades argentinas.
Mientras esperábamos a que llegaran todos, bebimos cerveza y comimos paté casero de cerdo ibérico, encurtidos y queso de Cabrales.
Luego empezó el delicioso menú de especialidades porteñas... Comenzamos con pimientos de piquillo asados, provoleta a la parrilla (queso Provolone italiano), empanadillas criollas y degustación de chorizo y morcilla parrillera. Podéis ver el buenísimo aspecto de todos los entrantes:
Piquillos asados
Provoleta
Para compartir tomamos lomo alto de Argentina y colita de cuadril de Uruguay, todas las carnes a la brasa y al punto. Para acompañar, ensalada verde y patatas fritas caseras. Muy, muy rico todo, con su salsa chimichurri para sublimar el sabor de la carne y regado con tinto de la Ribera del Duero.
Para acabar tan suculenta cena, qué mejor remate que un surtido de postres caseros: panqueques de dulce de leche, arrollado de dulce de leche, alfajores y flan con dulce de leche. Una dulce perdición...
Mientras culminábamos la cena, un cantante argentino pertrechado con su guitarra nos amenizaba con tangos clásicos. Claro, un simpatiquísimo y veterano animador nos repartió unas cuartillas con las letras de las canciones para que también nosotros participáramos.
Duelo de cantarines:
Y réplica de las damas:
Aquí tenéis el original...
La noche aún nos deparaba más sorpresas... Una pareja de bailarines, esquivando las mesas del comedor y sin rozarlas nos deleitó con varios tangos:
Daba gusto ver con qué agilidad y soltura se movían en este sensual baile...
El problema fue que eligieron a un hombre para bailar con la bailarina y a una mujer para hacer lo mismo con el bailarín. Qué apuro, yo fui la elegida!!!
Tras superar la vergüenza, me dejé llevar y bailé mi primer tango con un argentino (vaya trago), con un resultado desastroso...
En fin, tras el baile, los cafés, los licores y las risas abandonamos el restaurante tras una velada inolvidable.
¿Dónde está este sitio en el que se come tan bien y se disfruta a tope? En la calle Ramón Gómez de la Serna, 4, Madrid 28035.
El menú nos costó, con IVA incluído 28,10 euros por barba pero resultaba ajustado a todo lo que comimos.