El virus de la estupidez, resulta que existe, en serio, tiene hasta nombre “el ATCV-1” y sugiere que reduce la capacidad de discernir del cerebro y altera sentidos como la conciencia espacial y la atención.
Aunque, así sea, este post pretendo sea menos científico, por lo que me dejaré llevar por mi indignación ante el cúmulo de estupideces que últimamente veo a mi alrededor.
Estoy saturado, indignado e incluso cabreado a partes iguales en Mi Camino de Vida he sufrido un aluvión de sandeces que han ido ocurriendo en este mundo hasta el día de hoy, llevándonos poco a poco a la extinción de nuestro planeta.
Guerras inútiles bañadas por intereses de unos pocos. Fanatismo y radicalización religiosa por parte de otros descerebrados, que en nombre de un dios que no conocen se creen con derecho a sesgar la vida de otros, la historia se repite (Nazismo, Inquisición). O políticos, que inducidos por ideas arcaicas imponen sus criterios, para tapar sus propias carencias y parapetarse en sueldos y beneficios sociales que arrebatan a sus propios votantes. Y así, un sin cesar de barbaridades que no me caben en estás lineas, pero que cada uno de nosotros padece de una manera u otra ¿no es cierto?
Ya lo he comentado en otras ocasiones, pero estoy convencido que “el mundo se extinguirá de estupidez” este virus ya corre sin control y poco a poco se apodera de cada uno de nosotros, lo peor, es que el antídoto no existe y de haberlo, que no creo, tardaría en distribuirse ya que la estupidez anulará nuestra capacidad para ponernos de acuerdo en cuando, cómo y dónde aplicarlo.
Obviamente este letal virus es contagioso, elementos esenciales de su propagación son los medios de comunicación, que se esmeran y empeñan en su transmisión movidos por comisiones y subvenciones otorgadas por los gobiernos de turno, que traducen sus doctrinas expandiendo este germen a su antojo.
Pero no nos engañemos, al final los responsables de todo este galimatías, somos cada uno de nosotros, nuestra apatía, falta de solidaridad, egoísmo o rencor, aboca a esta barbarie de la que nos quejamos en tertulias que dominamos entre amigos y familiares, pero ahí se queda.
Avanzamos a pasos agigantados en medicina, para salvar a un ser humano, y sin embargo en un santiamén, somos capaces de matar a una persona.
Quizá un día, el mundo se extinga, y en el epitafio habría que poner:
AQUÍ YACE EL MUNDO, MURIÓ POR LOS HUMANOS