Revista Cine
Uno de nuestros cineastas predilectos era el responsable de poner la guinda al Festival de Cannes 2011. Nombrado Mejor Director de Cannes 2008 por sus absorbentes, asfixiantes, demoledores "Tres Monos", Nuri Bilge Ceylan asestaba un golpe definitivo a la ya fustigada crítica desplazada en la Croisette con "Érase una vez en Anatolia", una monumental muestra de cine criminal de casi tres horazas de duración que muchos no tardaron en definirla de forma sugerente como el "Zodiac" de la estepa turca. Como si David Fincher de golpe porrazo se hiciera rumano y rodara la mejor peli turca posible, vamos.
Lamentablemente, su escaso carácter comercial y su radical propuesta formal no hizo más que alejarla de gran parte de los principales circuitos comerciales, entre ellos, España. Ni tan siquiera un festival nacional tuvo el atrevimiento de programarla en sus pantallas hasta que por fin, el D'A 2012, cogía el toro por los cuernos, otorgándole el protagonismo que merecía en su siempre atractiva y arriesgada programación. Una alegría que ahora resulta doble al estrenarse en nuestras salas este próximo viernes, 22 de marzo, de la mano de Surtsey Films. Érase una vez...¿una obra maestra?
¿De qué va?
En el corazón de las estepas de Anatolia, un asesino intenta guiar a un equipo de policías hasta el lugar donde enterró al cuerpo de su víctima. En el curso de este viaje, una serie de pistas sacarán la verdad a la superficie…
¿Quién está detrás?
Nuri Bilge Ceylan es una de las pocas figuras cinematográficas que hoy día son capaces de honrar el legado de maestros del nivel de Tarkovski, Antonioni o Bergman. Sus ecos impregnan toda su obra. Desde "Lejano" a "Tres Monos" pasando por "Los Climas." Todos ellos están presentes en el cine de Ceylan, sin duda, una de las obras más colosales del cine europeo contemporáneo.
¿Quién sale?
Un puñado de erráticos personajes deambulando a través de una oscura e inhóspita estepa a la búsqueda de un asesino así como de su propia existencia.
¿Qué es?
"Zodiac" + Cine Rumano
¿Qué ofrece?
Un asesino ha confesado su crimen, solo queda encontrar su cuerpo. Éste es, a priori, el simple punto de partida de una película extremadamente compleja, profunda y en definitiva, brillante, de un director llamado a prevalecer entre los más grandes. Entre los Bergman, Tarkovski, Dreyer o Antonioni, entre aquellos maestros de los que verdaderamente bebe su magistral obra.
Y en efecto, como era de esperar, "Érase una Vez en Anatolia" cumple con la tradición. La estepa turca que durante menos de 24 horas ficticias (y casi 3 reales) empapa la película, se erige en uno de las muchas claves que el director convierte en grandes virtudes, logrando que la inmersión de los personajes en tan avasallador paisaje proyecte un penetrante metaexistencialismo solo a la alcance de Tarkovski, manejando su dilatado tempo con semejante potencial hipnótico cuyo único destino no puede ser otro que Antonioni, o diseccionando su demoledor trasfondo emocional con el pulso, la ferocidad y la tensión que inconfundiblemente recorre gran parte de la obra de Bergman.
Con tan sólidos mimbres conforma Ceylan su monumental tablero de ajedrez, presentando al comisario y al doctor como el rey y la reina de una expedición que tiene como peones al fiscal, los militares, los excavadores, y demás personajes cuya misión es aportar algo nuevo en el cine de Ceylan, un punto de humor absurdo que provoca un contraste genuinamente estimulante en contrapartida a su extenso metraje. Y es que, como preveíamos tratándose del maestro turco, la búsqueda del cadáver no es más que un mero vehículo, una 'excusa' para gestar un turbador conflicto exsitencial salpicado por la muerte, la familia y la búsqueda del amor, con un poderío absolutamente cautivador. Precisamente el poderío de una mirada que lleva impresa el sello propio de un portentoso fotógrafo y mejor director aún (atención al maravilloso uso de la luz en un film invadido por la más absoluta oscuridad), que evoca el cine de los más grandes creando un cine único e insobornable. Un cine denso, farragoso, pero ante todo, mayúsculo, profundo y rebosante de arte.