El principal problema del bipartidismo no ha sido la alternancia en el poder como algunos defienden, defenestrando con esa afirmación la decisión individual de cada ciudadano durante décadas. El escollo más difícil de superar ha sido, y será, la ausencia de valores en el espectro ideológico que estos partidos decían representar, sobre todo en el caso del PSOE. Con una izquierda y una derecha light, pero bien definidas en sus asientos, los nuevos partidos apuestan por una ruptura de la política como arma para ayudar a los que menos tienen.
Pablo Iglesias, líder de Podemos / Foto: Luis Sevillano
Tanto Podemos como Ciudadanos, principales beneficiados por los exvotantes del PP e IU en Andalucía, dicen no representar una ideología, sino más bien una empresa u objetivo (político en este caso). Da igual quiénes sean los que representen locales de estos partidos, mientras se atengan a conseguir el objetivo marcado. En resumen, una oda política al capitalismo económico, los que más pueden por encima de los que más lo necesitan. Todo bajo el amaparo de dos grandes líderes, Pablo Iglesias y Albert Rivera, quienes asumen el papel de profetas de ese cambio.A un lado parecen querer dejar los discursos de clase, de lucha diaria contr la desigualdad. Especialmente significativo en el caso de IU, un partido abiertamente de izquierda, cuyos representantes han preferido en su mayoría afiliares a Podemos. De momento, tomando el ejemplo de Andalucía, solo parece aguantar el PSOE.
Susana Díaz, celebrando la victoria del PSOE / Foto: Cristina Quicler
Un PSOE cuya única alternativa pasa precisamente por recuperar un discurso (y unos hechos) de clase que durante décadas parecía perdido, con el socialismo como valuarte del poder. No se trata de inventar nada nuevo, ni de vender márketing como hacen desde Podemos o Ciudadanos, sino sobre todo de recuperar los valores del socialismo adapdatos al año 2015.Toda la ciudadanía no tiene por qué pensar que la socialdemocracia es la solución, pero resulta necesario ofrecer un proyecto político en el que se tengan en cuenta las desigualdades. El cambio nunca pasará por convertir a los partidos en empresas de eficiencia, sino por recuperar la esencia de la ideología para convertir el país en un lugar más justo donde vivir. Si perdemos la lucha de clases habremos perdido para siempre.