Revista Cocina

Elegía

Por Recetasalicia

ELEGÍASupe que no nos quedaba mucho tiempo. Él también lo sabía. Me mandaba señales que no quise entender y sin embargo me empeñaba en verlo feliz y ardiente día tras día, pidiendo alguno más al calendario.
Cuando todo estaba preparado, con la ilusión lógica que provoca una tarea bien hecha y avocando por un milagro que siempre me ofreció, me asaltaban las dudas ante la posibilidad de culminarla, de que se desvanecería mi deseo. Los minutos se hacían horas esperando, a pesar de mis anhelos, temiendo que se produjese el desencanto, un fracaso irremediable y en especial una sensación grande de tirar la toalla para no volverlo a intentar nunca más.
Dos últimas oportunidades que concluyeron desechadas, a pesar de que tuve que reclamar la ayuda de "sus hermanos".
Hubo que desistir, a mi pesar, con todas las vivencias que hemos compartido ¡Si yo os contara cómo, juntos, ardíamos en el verano! ¡Cómo supimos calentarnos en el frío invierno...! así era que tanta fogosidad se hacía la dueña de nuestra estancia, sobrando cualquier prenda.
​Le di todo el tiempo del mundo hasta que éste también dejó de importar.​
Muchos años a mi lado aceptó lo que le entregaba sin quejas y me lo devolvía espléndido, radiante, con sus mejores galas. Le gustaba dejarme admirada.
Sentí queaquelcalor quenecesitaba en cada uno de nuestros encuentros seiba yendo paso a paso, aún de poner todo mi empeño en mantenerlo.
Pero lo que supondría el final entre los dos llegó por la resistencia, que fue en varias ocasiones la mano negra que enturbió la relación, que se interponía una y otra vez, insistente, indolente, muy, muy fría. Todo estaba perdido.
Y se fue, como se van las palomas arrojadas por el hombre hacia lugares más lejanos, esas que ya nadie quiere, símbolos de la paz muertos, ahora ratas voladoras.
Me despedí de él sin querer mirarlo de frente, temiendo un arranque que me hiciera lanzar un grito de desesperación, con una necesidad imperiosa de amarrarlo para no decirle adiós definitivamente. ¡Sabio él que se marcha para llevarse mi sabiduría!
Se iría todo digno, pero derrotado. Lo que tenía claro es que no tardaría en sustituirlo por otro, eso era algo que siempre tuve en mente ¡qué frivolidad! Me había acostumbrado a amarlo y sabía que no iba a poder pasar mucho tiempo sin un nuevo compañero, que hasta incluso lo superase, al que me tendría que ir adaptando para aprender poco a poco a manejarlo ¡manipuladora!
ELEGÍA
Dedico esta entrada a todos los cocineros-as del mundo que no pueden vivir sin su horno. A mis queridos compañeros con especial cariño.
¡¡¡Esta es la historia de mi horno, no me penséis mal!!!
Explicándome:
Las dos últimas oportunidades se refieren a dos bizcochos que terminaron irremediablemente en la basura a causa del fallo de las resistencias.
El tiempo que le di se refiere a cuando el temporizador perdió su utilidad, me quedé con él en la mano.
"Los hermanos" son otros electrodomésticos de los que me ayudo en la cocina, los menores de mi apreciado horno.
Lo demás, creo, que está claro.

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