Mi hija mayor se llama Elisa, pero debí ponerle Pedro, o alguna variante femenina del nombre: Petra o Petronila o algo así. Seguro se preguntan por qué cambiar un nombre tan bonito como Elisa por algo tan duro como Petra... bien, les cuento. Elisa es hipocondríaca; desde que tengo uso de razón como madre, me ha dado dolores de cabeza con sus dolores (valga la redundancia). Siempre, siempre, tiene algo.
A veces son dolores reales, otras se ve que somatiza (lo cual no los hace menos reales, lo sé), y alguna se hará la viva (estoy segura), pero siempre, siempre, tiene algo -por suerte nunca nada demasiado serio, es básicamente una niña muy sana, pero suficiente para tenerme en vilo seguido.
Así que le voy a cambiar el nombre; no importa si da mucho trabajo, si los trámites son interminables o si me va a salir carísimo, de ahora en adelante se llamará Petra.
Por eso de ‘Pedro y el lobo’, ¿vieron?
EriSada