Se sentó en su cama y comenzó a susurrarle en voz baja. “Sé que la vida no te está resultando nada sencilla…”, “…que muchas veces te gustaría escapar…”, “…cuando quieres y…, “…puede que creas que…”, “…cuando lo sientas sólo tienes que…”. En ese momento, un soplo leve en su mejilla y un beso tierno la despertaron del sueño. Abrió los ojos. Esbozó una sonrisa. La marca que había dejado sobre las mantas, en la orilla de la cama, le daban paz. Aunque ya hiciera unos meses que no estaba, sabía que nunca la abandonaría.
Texto: Susana Pérez