Revista Cultura y Ocio
Sufriendo las noticias de la penúltima tragedia de Turquía, le sorprendieron los gritos de Alá akbar ( ٱللَّٰهُ أَكْبَرُ, Allāhu ʾakbar), cuya traducción (‘Alá es grande’) a veces enmascara su carácter de exclamación polivalente, sin duda muy parecida al proverbial “Dios mío” que nos viene a la boca en la desgracia por estos pagos. Culpar del azaroso mal a un Dios cruel o distraído o incluso inexistente, sea cual sea su nombre, es un gesto muy humano, tal vez un sucedáneo de la desesperación: se necesita alguien a quien pedir cuentas del desastre, aunque nunca responda y vuelva una y otra vez a las andadas. Y nosotros con él, in absentia. Nihil novum sub sole, quando cœli movendi sunt et terra, dum veneris iudicare sæculum per ignem… ¿Amén?(LUN, 462 ~ «De la vida misma»)