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Es como coger vacaciones; es como la víspera de San Juan, esas vísperas adolescentes de San Juan en que parecías estar a las puertas de acontecimientos únicos, de acontecimientos memorables. Son sólo tres días, pero para mí van a ser tres años. Y aún tuvo el morro de echarse a llorar…cómo puede la gente mentirse de esa manera. Porque mentirme a mí…intentar mentirme a mí tenía un pase, pero es que creo que en el fondo se lo creía hasta él; que si le dejaba iba a matarle, que no podía vivir sin mí…palabras, malditas palabras, los hechos eran un poquito diferentes, los hechos tejidos por la costumbre del abandono, de la mentira, de la desidia… ¿y luego se echa a llorar…? Pero casi, mejor, olvidarlo…veo un bar a lo lejos, es buen momento para tomar el café olvidado de la mañana. No era tan difícil, hubiera sido tan fácil como sentir las palabras que me decías, simplemente eso. Me siento a la barra y pido el café, es como despertar de un mal sueño, o como despertar tras haber dormido seis años. Y la cuestión es que llegamos a amarnos de un modo sincero, y no consigo recordarlo…-¿Puedo invitarte a una cerveza?
…ganaste, amigo, te vas a llevar un premio, hoy no voy a hacerme la estrecha; afortunadamente existen este tipo de hombres que intuyen cuando se hace necesaria su presencia. La vida sin ellos resultaría mucho más aburrida.
Texto: Javier Huertas Sánchez